Sin Archundia y sin Arzola, despiden al ejecutado


El entierro del segundo judicial que muere a manos del crimen organizado pasa inadvertido en la PGJ


José Luis Briones, subdirector metropolitano de la Policía Judicial, fue el encargado de dar las condolencias a los familiares, y aguantando el llanto, dijo: “Murió como él hubiese querido morir: como policía”.


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Edmundo Velázquez

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Con la ausencia del procurador Rodolfo Igor Archundia Sierra, y del director general de la Policía Judicial, Hugo Isaac Arzola Muñoz, familiares y compañeros dieron un último adiós en el Panteón Municipal de Puebla a Laurencio Muñoz González, segundo comandante de Tehuacán ejecutado el jueves pasado.


José Luis Briones, subdirector metropolitano de la Policía Judicial, fue el encargado de dar las condolencias a los familiares. En su discurso, Briones hizo hincapié en el ataque que Muñoz había sufrido el 8 de septiembre, el cual no lo amedrentó y se mantuvo trabajando. “Murió como él hubiese querido morir: como policía”, dijo Briones aguantando el llanto.


Además, en el entierro también estuvo presente Joel Rosas Trejo, primer comandante de Tehuacán, quien también fue víctima del pasado atentado y que en esta ocasión probablemente era el objeto del nuevo ataque, pero que tuvo la suerte de encontrarse en Puebla cuando ocurrieron los hechos cuya consecuencia fue la muerte de Muñoz.


Incluso ya se relata entre los agentes que el ataque a Muñoz fue, en efecto, obra de la casualidad. Según mencionaron fuentes de la PGJ, Joel Rosas Trejo se encontraba en Puebla en papeleos de rutina cuando dejó encargado al segundo comandante de su camioneta, la Chevrolet Suburban.


“Le pidió que le diera una lavada”, comentaron a Cambio. Entonces se dio el ataque cuando Muñoz manejaba sobre la avenida Adolfo López Mateos de la Zona Alta de Tehuacán.


En el lugar, a unos pasos de la tumba 7179, se encontraba Genoveva Muñoz, la viuda del judicial, quien puso atención a las palabras de Briones mientras abrazaba a su hija de quince años.


“En nombre del procurador de Justicia del Estado y del director de la Policía Judicial, y de los compañeros que trabajan para la institución, así como los compañeros de la Policía Judicial, nos unimos a la pena que embarga a la familia del compañero Laurencio Muñoz González, uniendo nuestras plegarias a ellos para que pronto el Señor les mande la resignación”, señaló Briones.


Para contener el llanto, el subdirector metropolitano tuvo que tomar un respiro, y luego continuó con el mensaje a los familiares.


“Nuestro compañero, que en paz descanse, murió como él hubiese querido morir: como policía. Él ya había tenido una advertencia, aún así continuó… prefirió… seguir siendo policía y así murió. Esperamos que Dios lo bendiga”, terminó con el discurso, respiró hondo y anunció el pase de lista, ya tradicional para todo uniformado al que se le despide como héroe por morir mientras ejercía sus funciones:


“Con el permiso de todos los presentes voy a pasar lista. Agente 553…—


—¡Presente! —respondió a Briones desde atrás el primero de los compañeros de Muñoz.
—Jefe de grupo: Jorge Espinal Tobón
—¡Presente!
—Comandante: Eduardo Jairo Baena
—¡Presente!
—Comandante: Joel Rosas Trejo.
—¡Presente! —gritó el compañero de Muñoz, quien apenas y había salvado la vida.
—Jefe de grupo: Laurencio Muñoz González.
—¡Presente! —gritaron todos los judiciales reunidos en el Panteón Municipal. Los gritos de familiares y el llanto de los más cercanos a Muñoz sonaron más fuerte.
—Jefe de grupo: Laurencio Muñoz González —repitió Briones.
—¡Presente!
—¡Jefe de grupo Laurencio Muñoz González!
—¡Presente! —gritaron ahora casi todos los presentes.
—Descanse en paz —dijo el subdirector metropolitano, aguantó el llanto y agachó la cabeza. Acto seguido se iniciaron las primeras paladas de tierra seca, como la tarde de ese sábado.


Al acto fúnebre acudieron alrededor de 150 personas, entre familiares de Muñoz y  compañeros del judicial, quienes se dijeron ofendidos y molestos por la declaración hecha un día antes por el procurador Archundia, que develaba supuestas rencillas personales y corrupción interna como móvil de la muerte del segundo comandante. Los agentes ahí presentes se negaron a declarar al respecto.

 

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