A 32 horas de la primera explosión, después de un día eterno y dormir incluso en la vía pública, los habitantes de San Pablo Xochimehuacan amanecen con una mirada resignada, cansada e impotente; lo que sigue es el recuento de daños, pero aún no pueden ingresar a sus hogares, o lo que queda de ellos.
La gente va y viene de una calle a otra buscando el acceso, intentan organizarse entre ellos de la manera más civilizada que pueden en medio de la desesperación.
Alguien cuenta que su esposo ya pasó: va a pasar una persona por familia, con identificación que compruebe la dirección a la que va. Ahorita, ya casi, pero todavía no.
Alguien más alza la voz y le pide a las autoridades que sean sinceros con los tiempos, pues adentro está su familia y no pueden pasar por sus papeles. Ahorita que venga protección civil, les contestan. Ahorita.
Mariana Cervantes
@marcervantesp