La historia de la reelección en México es la historia de la violencia, guerras internas y muertes, basta con asomarse a los sucesos que se presentaron en el siglo XIX y a principios del siglo xx, para darse cuenta de que la reelección fue lo que provocó la Revolución Mexicana encabezada por Francisco I. Madero y sus organizaciones civiles “anti-reeleccionistas”, catalogadas como el movimiento armado más mortífero de América Latina después, desde luego, de las guerras de independencia de los países de dicha región y del genocidio en los tiempos de la conquista y del exterminio a los denominados “pieles rojas” en el norte del continente.
En México, a diferencia de otros países, desde los inicios como nación independiente, las reelecciones de los gobernantes provocaron una seria de disgustos y rebeliones internas, empezando con la de Antonio López de Santa Anna, quien, en los inicios del México independiente, se reeligió 11 veces, aunque algunos historiadores sostienen que fueron menos, pero eso hay que dejárselo a los que saben al respecto. Todas provocaron desestabilidad y revueltas internas que en nada ayudaron a México.
Así podemos seguir en la historia del siglo XIX en México con constantes luchas internas entre los que llegando al poder pretendían reelegirse y los que se oponían a esas reelecciones para mantener los gobiernos del orden federal, estatal o municipal eternamente. Una de ellas fue el Plan de la Noria, en Oaxaca, promovido por el general Porfirio Díaz, quien se oponía a la reelección de Benito Juárez y cuya rebelión ocurrió en 1871. Una evidencia más de que la historia de nuestro país está cundida, precisamente, de rechazo a la reelección.
No obstante y penosamente, una de las herencias constitucionales que dejó la administración pública federal anterior es la reforma para la reelección de diputados, senadores y, sobre todo, presidentes municipales, cuya causa sea, posiblemente, el eterno problema que hay en las legislaturas: ¡nadie lee!
Y ocurre que en el Artículo 115 de la Constitución actual se establece expresamente, respecto de la reelección de las autoridades municipales, lo siguiente: «Las Constituciones de los Estados deberán establecer la elección consecutiva para el mismo cargo de presidentes municipales, regidores y síndicos, por un período adicional, siempre y cuando el periodo del mandato de los ayuntamientos no sea superior a tres años. La postulación sólo podrá ser realizada por el mismo partido o por cualquiera de los partidos integrantes de la coalición que lo hubieren postulado, salvo que hayan renunciado o perdido su militancia antes de la mitad de su mandato».
Así, pretendiendo que se haga efectiva esta disposición, nuevamente salen a relucir esas ansias de reelección y —¿por qué no decirlo?— de poder de muchos de los diputados y funcionarios municipales. Todo ello por no leer ni, acaso, la historia de México, de lo cual podrían estar disculpados por la pésima educación oficial de este país. Pero los funcionarios públicos tampoco leen los documentos oficiales que luego firman en los que, irónicamente, a lado de sus firmas, dice textualmente: “sufragio efectivo, no reelección”; leyenda que tampoco han leído nunca, pese a que está a poco menos de tres centímetros de donde estampan su firma todos los días de sus cargos públicos. Pues bien, en la historia de México se lee que las reelecciones causan violencia, los documentos oficiales sostienen la no reelección, pero la reforma constitucional aprobada por no leer permite la reelección de los funcionarios públicos que tampoco leen.
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