Viernes, 03 de Mayo del 2024
Viernes, 09 Abril 2021 01:26

¿Qué es la cuatroté?

¿Qué es la cuatroté? Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

A lo largo de su historia, México ha experimentado grandes transformaciones político-sociales. Oficialmente –oficialmente, porque el que gana la presidencia con ¡30 millones de votos! también se gana el derecho de contar la historia a su modo–, tres: la Independencia, entre 1810 y 1821, la cual puso fin a tres siglos de dominio colonial español; la Reforma, entre 1858 y 1861, de la cual emanaron las Leyes de Reforma; y la Revolución, entre 1910 y ¿1917?, al cabo de la cual se promulgo la Constitución política que nos rige hasta la fecha.


 

Todas las versiones oficiales son tendenciosas, se sabe; no podría ser de otro modo. Cualquier estudiante de preparatoria con conocimientos básicos de la historia nacional notará que el análisis histórico de Andrés Manuel López Obrador está un poquitín sesgado, que su cronología de los grandes acontecimientos de la vida política del país es arbitraria: ¿Acaso no el infame ofrecimiento de la corona del Imperio de México [sic] a Maximiliano, en 1863 fue considerado apoteótico en su época? ¿Acaso no lo fueron el triunfo del Plan de Tuxtepec, en 1876 o la fundación del PNR, en 1929? 

 

De acuerdo con la cronología oficial, después de la tercera transformación, viene… bueno, la cuarta. La ¿mal llamada? cuatroté es un concepto novedoso que López Obrador sacó de su chistera, de su cabeza llena de mariposas para nombrar a su proyecto de nación; como el nombre lo señala, pretende tener una profundidad histórica que la distingue de otras invenciones similares.

 

Propios y extraños hemos incorporado la palabrita a nuestro vocabulario, loros sofisticados la repetimos en cualquiera de sus formas –4T; cuarta transformación; cuartatransformación, cuando nos falla la barraespaciadora–: unos, con afición (“¡LA CUARTA TRANSFORMACIÓN!”); otros, con desdén (“¡La transformación de cuarta!”). Pero, ¿Qué es la cuatroté? (Que no lo sepan los extraños es indeseable pero que no lo sepan los propios, ay, es imperdonable).

 

Hay quienes creen que la política no debe personalizarse, que la historia no la escriben los individuos sino los colectivos. No es mi caso: la historia, creo, se construye gracias al envión, a la voluntad de poder de algunos hombres extraordinarios (Nietzsche). La cuatroté, entonces, es la forma en que López Obrador ha logrado verbalizar sus ambiciones políticas, su afán de trascender, de elevarse a sí mismo a los altares patrios donde se lo esperan Hidalgo, Juárez y Madero. La cuatroté es su legado, un legado político-electoral pegadizo, poderoso, electoralmente rentable. Para el Sísifo de aquí cerquita, esa es su roca, el motivo de su vida. (No olvidemos que el antihéroe corinto antes de ser arriero, quiso ser inmortal).

 

Las ambiciones de los hombres extraordinarios, sin embargo, serían fútiles si no fueran compartidas con el resto, si los soñadores (guajiros, húmedos) volvieran a dormirse sin platicar sus ilusiones a otros. La cuatroté es, pues, sobre todo, la visión de país compartida por López Obrador y la mayoría de los mexicanos, uno donde los más vulnerables sean el centro de la acción política, uno donde todos podamos aspirar de veras a ser felices (primero los pobres, porque no se puede aspirar a ser felices con el estómago vacío). (Hay resistencias, por increíble que parezca: ¿Quién podría oponerse a que los beneficiarios de la cuatroté sean los pobres? Bueno, la aristocracia beneficiaria de la terceraté, según cierto gobernador cuatroteísta, su más incomprendido vocero).

 

Gravitando, pues, entre la pretensión (de López Obrador de inscribir a huevo su nombre en los libros de historia) y el propósito (de verdaderamente transformar a México), abriéndose paso a través de las ruinas del neoliberalismo hacedor de pobres, la cuatroté surge como la idea más noble.

 

Si merecerá un lugar especial en nuestra historia, el tiempo lo dirá.

 

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