Lunes, 13 de Octubre del 2025
Miércoles, 09 Junio 2021 01:18

Objetivos pequeños, metas grandes

Objetivos pequeños, metas grandes Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Gramsci, en algún lugar de sus Cuadernos –dónde exactamente, quién sabe; me guío sólo por los vagos recuerdos de una carrera trunca– habla de política grande y de política pequeña. La primera tendría que ver con la estrategia, con sentido histórico, proyecto de nación, destino; la segunda, con la táctica, con las actividades cotidianas, las negociaciones de pasillo, los debates parlamentarios. Precisa nuestro italiano favorito –le cito, después de una rápida googleada– que “la política grande comprende las cuestiones relativas a la destrucción o conservación de las estructuras del Estado; la pequeña, las que se plantean al interior de las estructuras ya establecidas”.


 

El buscador me escupió como primera respuesta un artículo de un tal Ismael Carvallo –otra googleada sirve para revelar las simpatías ebrardistas del autor– cuyas primeras líneas son bien útiles para abordar el asunto que nos interesa. Dice él que diferenciar la política grande de la pequeña ayuda a distinguir, a su vez, “las tendencias históricas (ciclos largos) de las coyunturas (ciclos cortos)”. Confundir la una con la otra, advierte, nos hace perder de vista la verdadera magnitud de los acontecimientos políticos.

 

El triunfo de Morena y sus más o menos sólidos aliados, el PT y el PVEM, en las elecciones del 6 de junio despeja dudas sobre la magnitud del lopezobradorismo: el movimiento político que más expectativas ha generado en México en el último siglo sigue siendo la expresión política dominante en el país, no tiene pinta de coyuntura sino de tendencia histórica. A pesar de ello, el resultado electoral obliga a Andrés Manuel López Obrador a replantearse el alcance de sus acciones en el corto plazo. A botepronto, los numeritos invitan a reflexionar antes que a ‘descorchar champán’:

 

Los partidos lopezobradoristas ganaron entre 265 y 292 diputados federales –o sea, entre 68 y 41 menos que en 2018 aunque bastantes más de los que desde 1991 han obtenido los partidos en el gobierno en elecciones intermedias–; además, cierran la jornada electoral gobernando 17 estados y siendo mayoría en 20 Congresos estatales. Ni siquiera los más optimistas esperábamos mantener los 334 diputados que teníamos hasta ayer: lo normal, se sabe, es que el partido gobernante retroceda en las intermedias –el último que no lo hizo fue aquel PRI del 91–. En la Cámara de Diputados, el presidente conservará la mayoría absoluta pero comienza lejos de la mayoría calificada que le permitiría lanzarse en picada hacia una ‘graaan’ reforma estructural en los años ¿finales? de su sexenio.

 

La ratificación en las urnas de la voluntad del pueblo sabio para avanzar en la (Cuarta)Transformación de la vida política del país, si bien le alcanza a López Obrador sólo para plantearse objetivos pequeños debe, no obstante, animarle a fijarse metas GRANDES: según la narrativa oficial, históricamente, México ha experimentado tres grandes transformaciones y cada una ha ido apuntalada por su propia Constitución política. La cuatroté, entonces, para consolidarse definitivamente necesitaría de su propia Carta Magna que separe efectivamente el nuevo régimen del viejo, hito que sólo sería posible extendiendo la invitación a la gran fiesta democrática al extrarradio de la burbuja lopezobradorista.

 

En las actuales condiciones, una nueva Constitución no sería sólo el reflejo de la visión de país del grupo en el poder, de los vencedores como lo fueron las de 1824, 1857 y 1917, sino el resultado del pacto de las fuerzas políticas del país que elijan otear más allá de la próxima elección. Forzado el presidente a dialogar, a negociar, a sudar para construir consensos, quizá tengamos la oportunidad histórica de crear un nuevo tratado fundamental donde nuestras diferencias se diriman, por fin, de manera pacífica.

 

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