Lunes, 13 de Octubre del 2025
Martes, 22 Junio 2021 01:12

Reflexiones sobre el penúltimo golpe de Estado en Malí

Reflexiones sobre el penúltimo golpe de Estado en Malí Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Hace unas semanas, en Malí, Assimi Goita, quien se ha revelado como uno de los estrategas militares más formidables de África, protagonizó su segundo golpe de Estado en menos de un año. Todavía estaba fresco el recuerdo del primero, el de los convoyes atestados de soldados desaliñados que en la carretera que lleva de Kita a Bamako, se detenían para permitir que cruzaran frente a ellos vacadas famélicas y enseguida reanudaban a toda prisa su marcha rumbo a la toma d... ¿De qué? ¿Acaso aún queda algo que tomar en ese país fallido que apunta a convertirse en Sahelistán?


 

Aunque los golpes de Estado son bastante más antiguos que las ruinas de Tombuctú, entre las cuales se pasean estos días los muchachos de Goita, el concepto en sí es relativamente novedoso. El del 18 brumario de Napoleón es considerado el primero ocurrido en un Estado moderno. A partir de este ejemplo clásico es que comenzamos a definirlos como la toma ilegal, abrupta, violenta del poder por parte de las fuerzas armadas para reemplazar al régimen existente por alguno por naturaleza, autoritario.

 

En Latinoamérica, sin embargo, tal concepción está claramente agotada; la imagen arquetípica del quiebre del orden establecido con la cual estamos tan dolorosamente familiarizados por estos rumbos, la del coronel muy serio leyendo un pronunciamiento del tipo: “Comunicado número uno…”, los milicos madreando opositores y la radio pública reproduciendo a todo volumen flemáticas marchas militares, casi parece privativa de repúblicas bananeras de incierta ubicación geográfica:

 

Si bien, la memoria colectiva nos remite irremediablemente a ‘La Moneda humeante’, de un tiempo a la fecha los golpes de Estado en nuestra región carecen del componente militar que caracterizó a aquel desgraciado contra Allende. En los países de por aquí cerquita, los golpes clásicos han sido sustituidos por los llamados ‘golpes blandos’, con los cuales se busca remover a las autoridades electas democráticamente sin cambiar el régimen político y a los cuales se les añaden adjetivos atenuantes como ‘civil’ (Chávez, 2002; Ortega, 2018; Evo, 2019), “judicial” (Zelaya, 2009; Lula, 2018; ¿Castillo, 2021?), “parlamentario” (Lugo, 2012; Dilma 2016; Maduro, 2019), etc.

 

En este tipo de golpes, las fuerzas armadas no son las protagonistas, se observa: para apoderarse del Estado, advertía Trotsky, “hacen falta militares mandados por ingenieros” (o empresarios patrocinados por la USAID). Entendamos, pues, los golpes como un ejercicio no de fuerza bruta sino de precisión técnica, cómo hacerse del control de los puntos neurálgicos del Estado: si el manual de los golpes clásicos indicaba controlar las fábricas; los depósitos de agua y de alimentos; las carreteras, los puertos y las estaciones ferroviarias; las centrales telefónicas y telegráficas, y la oficina de correos, el de los blandos indica controlar las bolsas; los medios de comunicación y las redes sociales; los partidos políticos, los organismos no gubernamentales y las cámaras empresariales; las calles y las plazas, y cualquier espacio público que rime con Maidán.

 

El control de estos resortes, por supuesto, no se obtiene súbita sino progresivamente, en el curso de un proceso cuyo fin es crear un cuadro institucional crítico. La crisis no se resuelve mediante el golpe, la crisis es el golpe. Este se pone en marcha en el instante mismo en que se concibe, al servirse Trotsky el primer vienés en el Central (o Claudio, la primera Diet Coke): mientras que sus elementos militares, cuando los hay, asoman tímidamente hasta su etapa culminante, sus elementos civiles maniobran invisiblemente desde el primer momento para desestabilizar a los gobiernos a fin de allanar el camino para la toma del poder difundiendo rumores, promoviendo el descontento social, saboteando los medios de producción…

 

(Algunos golpistas encontrarán en su camino mayores obstáculos que hatos de vacas, me parece).

 

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