Jueves, 28 de Marzo del 2024
Martes, 06 Julio 2021 01:31

Greta, Xiye, contra la carbonífera cuatroté

Greta, Xiye, contra la carbonífera cuatroté Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

“Vienen a nosotros, los jóvenes, buscando esperanza. How dare you!”. Los ojos inyectados de Greta Thunberg se clavaban como puñales en los líderes mundiales reunidos en la sede de la ONU con motivo de la Cumbre sobre la Acción climática de septiembre de 2019, en la cual buscaban fijar posiciones frente al cambio climático. “¡Me han robado la niñez!”, chilló la adolescente sueca… antes de abordar el Malizia II, anteriormente llamado Edmond de Rothschild, un lujoso yate propiedad de los Grimaldi que, según, no deja rastro de CO2.


 

Cada paso de su ilustre tripulante deja otro rastro, sin embargo: el del dinero. Detrás de la activista medioambiental de moda están las grandes empresas energéticas verdes; la rebelión de la versión nórdica de Lisa Simpson está sostenida por un complejo entramado de intereses que también incluye a políticos, lobistas y fondos de inversión que utilizan su popularidad para imponer su agenda política y, de paso, obtener jugosos contratos públicos. Su activismo, pues, no es tan altruista como pareciera; algunos están llenando sus bolsillos de coronas gracias a sus incendiarios discursos. (Los Thunberg, para empezar, de la venta de su best-seller autobiográfico Nuestra casa está ardiendo: escenas de un planeta y una familia en crisis).

 

Replicando el modelo Greta, los promotores supuestamente altruistas de la agenda verde en Estados Unidos han encaminado al estrellato a Xiye Bastida, quien destacó en su no menos incendiaria participación en la Cumbre Climática organizada por el gobierno estadounidense, en abril, a la cual fue invitada personalmente por America-is-back Joe. No sorprende que detrás del rostro amable de la adolescente asome el enjuto, del tío Sam: la mayoría estaríamos de acuerdo con lo que dice aunque sus dichos bien podrían utilizarse luego como ariete para fines perversos, injerencistas:

 

Quien haya prestado atención a la participación en la cumbre de la activista chileno-mexicana, de quien se resalta mañosamente el drama familiar que la obligó a mudarse de la encharcada San Pedro Tultepec a la soleada Nueva York, habrá notado que se adelantó el turno de su intervención para poder confrontarla con la de Andrés Manuel López Obrador. Los compromisos del presidente de destinar el petróleo mexicano a cubrir solo la demanda interna, modernizar de las centrales hidroeléctricas e implementar el programa Sembrando vida, a la sazón, “el mayor esfuerzo de reforestación a nivel mundial”, casi quedaron en palabras huecas frente al inmediato regaño de la joven.

 

Si durante la primera mitad de su gobierno López Obrador disfrutó de una virtualmente nula supervisión gringa sobre sus proyectos de alto impacto medioambiental como la compra por parte de la CFE de millones de toneladas de carbón coahuilense o las decisiones presidenciales de devastar la selva yucateca construir el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, durante la segunda, habrá una mayor presión para que nuestro gobierno alinee su agenda verde con la del vecino, se observa. Especialmente, las reformas a la Ley de la Industria eléctrica, las cuales buscan devolver al Estado mexicano el monopolio de la generación de energía eléctrica a partir de la utilización de fuentes fósiles (carbón, combustóleos), abren un nuevo, peligroso frente con Estados Unidos. 

 

El enfado gringo se observa en varias dimensiones, particularmente, en su nado sincronizado con una oposición mexicana que de pronto se ha declarado ambientalista. En ese tenor, la explosión ¿accidental? de un ducto submarino de una plataforma petrolera en la costa de Campeche, la semana pasada, da parque a los odiadores de la carbonífera cuatroté a ambos lados de la frontera.

 

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