Jueves, 25 de Abril del 2024
Martes, 03 Agosto 2021 03:15

El juicio popular a los ex presidentes (damnatio memoriae)

El juicio popular a los ex presidentes (damnatio memoriae) Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

En la antigua Roma no había peor castigo que la damnatio memoriae, la cual consistía en la condenación de la memoria de los enemigos del Estado, implicando la remoción de sus imágenes, monumentos e inscripciones, y en casos extremos, declarándoles históricamente inexistentes.


 

 

La sanción podría parecernos exagerada pero, en realidad, es de lo más normal: los ganadores reescriben la historia a su contentillo, se sabe; los hechos, las fechas, los lugares siempre se acomodan según convenga a los intereses del gobernante en turno.

 

Los antiguos romanos popularizaron el castigo pero, por supuesto, no han sido los únicos en aplicarlo: igual que Trajano enterró el espectacular Domus aurea de Nerón tratando de sepultar con él su memoria, Hua metió al bote a la incómoda viuda de Mao y a su banda de malandros; el estalinismo borró de la foto de familia a Trotsky y Kruschev, a su vez, desmitificó a Stalin; incluso en la aldea aplicamos su versión mínima cada vez que cambiamos de gobierno, por ejemplo, mandando Barbosa a reemplazar la talavera fake morenovallista por Berel color carmín.

 

Con más o menos rasgos de la demagogia romana, pues, todas las transformaciones políticas vienen acompañadas de un violento borrón y cuenta nueva ocasionada por la sustitución abrupta del sistema de valores que caracterizaba a los regímenes moribundos por el de los nacientes (Gramsci); pasar página de lo viejo implica instituir nuevos códigos, símbolos, rituales. La cuatroté, el proceso de transición de un régimen político considerado corruptísimo a otro donde sería posible la dignificación del servicio público, no podría ser la excepción:

 

Los nuevos paradigmas dominantes en México obligan a reinterpretar nuestro pasado desde el punto de vista oficial, el cual es compartido por la mayoría de los mexicanos. La versión oficial de nuestra historia parte de la generalización apresurada de que todo lo tocante al infame período neoliberal fue esencialmente malo. En el fondo, todas las decisiones de gobierno parten de ese mismo razonamiento; fundamentalmente, no son muy distintas las motivaciones para convertir Los Pinos en museo que las que llevan a cancelar contratos públicos leoninos o el NAICM.

 

Esa es la misma lógica que motivó la consulta popular para someter a consideración de los ciudadanos si debería “emprenderse un proceso de esclarecimiento de las decisiones tomadas en los años pasados por los actores políticos” (léase: “por los expresidentes”) organizada este fin de semana por un convenientemente debilitado INE. El ensayo general para el referéndum revocatorio del próximo año fue un parteaguas: durante décadas, no hubo en la liturgia política mexicana ninguna figura más sagrada que la de presidente de la República. La sola posibilidad de enjuiciar a los últimos es una señal alentadora de que avanzamos ‘pian pianito’ hacia la consolidación del Estado de derecho.

 

No nos desgarremos, pues, las vestiduras porque, ay, la impartición de justicia no se consulta ni nos entretengamos haciendo cuentas ni enredándonos en intrincados análisis. Independientemente de los numeritos, de que casi, casi sólo participó el círculo rojo lopezobradorista, lo verdaderamente importante de la consulta es que reactivó la muy necesaria para la reconciliación nacional agenda de justicia transicional, la cual no se limita a aplicar medidas judiciales sino que incluye otras de carácter político como la creación de comisiones de la verdad o la reparación a las víctimas y la preservación de su memoria.

 

El innombrable Salinas, Zedillo, Fox, FeCal y Lord Peña, además del arvense Echeverría, cuyo caso merece un capítulo aparte, probablemente nunca sean enjuiciados por sus conocidas tropelías y definitivamente no serán borrados de nuestros anales pero ya han sido condenados por el pueblo sabio a la ignominia.

 

¡Con eso basta! (Por ahora).

 

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