Viernes, 19 de Abril del 2024
Martes, 26 Octubre 2021 03:21

Reflexiones sobre la injusticia de la Conquista

Reflexiones sobre la injusticia de la Conquista Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

La entronización en el solio de Pedro de quien tomaría el nombre de Alejandro en honor a Alejandro Magno convino políticamente a quienes luego serían llamados Reyes Católicos.


 

Parafraseando a Lenin, digamos que hay décadas en las que no pasa nada y años en las que pasan décadas. En lo que respecta a España, 1492 fue uno de esos años. Tres acontecimientos cruciales marcaron esos meses convulsos incrustados entre el Medievo y la Modernidad: la reconquista por parte de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, de Granada; la firma a las afueras de esta ciudad de las Capitulaciones de Santa Fe, lo que significó un reparto por adelantado de las riquezas de “las islas y tierras firmes descubiertas y por descubrir” entre aquellos y Cristóbal Colón; y el mal llamado descubrimiento de tales por el almirante de la Mar Océano. Además, en agosto, fue elegido como papa de la Iglesia Católica el valenciano Rodrigo de Borja.

 

Aunque para entonces Borja o Borgia, si le italianizamos, había amasado enorme poder su elección en un cónclave poblado de apellidos de mayor abolengo como de Médici, della Rovere o Sforza fue sorpresiva. La entronización en el solio de Pedro de quien tomaría el nombre de Alejandro en honor a Alejandro Magno convino políticamente a quienes luego serían llamados Reyes Católicos. La amistad entre el nuevo papa y los reyes se remontaba dos décadas atrás cuando el entonces cardenal intercedió en favor de la pareja ante Sixto IV a fin de que validara su muy polémico matrimonio. (Mal presagio, por cierto, que un papa tomara por nombre el de un conquistador. La historia nos enseña que nada bueno pasa cuando se confunden la espada y la cruz).

 

La complicidad entre un traficante de influencias doblado en papa y unos reyes superambiciosos que todavía no hincaban sus ambarinos dientes sobre Potosí y ya soñaban con izar su estandarte en la Iglesia de la Natividad se materializó en la publicación por parte de aquel de una serie de edictos, colectivamente llamados Bulas Alejandrinas (1493), que otorgaban a España derechos de navegación hacia el inexplorado oeste muy ventajosos sobre su vecino Portugal. El posterior Tratado de Tordesillas (1494) rectificaría parcialmente las conclusiones de las bulas repartiendo efectivamente el mundo entre los ibéricos.

 

Como atinadamente menciona Alberto Peralta en su artículo El justo título de la Corona de Castilla, las bulas “solo constreñían [a España y Portugal] a comprometerse al pregón de la fe de Cristo en las tierras por descubrir”. El propósito de las exploraciones, pues, no podría ser otro que la evangelización de los pueblos y solo en el caso de que estos rechazaran la palabra de Dios se justificarían la guerra y la conquista. (Etimologías, de Isidoro de Sevilla). De tal suerte, el sometimiento forzoso de los que, quién sabe si con felicidad agustiniana o medio a regañadientes, la habían aceptado habría sido cuando menos, injusto. (i. e. Tlaxcala).

 

Derivado de reflexiones como la anterior, en días recientes, los integrantes del colectivo denominado Doscientos Libres presentamos ante la Secretaría de Relaciones exteriores y otras instancias una misiva solicitando al gobierno de México demandar al de España, en su carácter de Estado sucesor de la Corona de Castilla, reparaciones de índole moral, político o económico por las injusticias de la Conquista, una acción que si bien, parecería una trastada de un grupo de un ciudadanos molones (algunos de ellos, últimamente con demasiado tiempo libre), es muy oportuna:

 

Esta ocurre al tiempo que el gobierno mexicano ha intensificado su ofensiva diplomática a fin de arrancar al español alguna suerte de disculpa por las atrocidades cometidas por los castellanos hace medio milenio. Más allá del simbolismo, dicho sea de paso, una eventual reparación económica por parte de éste compensaría con creces cualquier reclamo que pudieran hacernos las empresas peninsulares que resultaran perjudicadas por la futura reforma energética.

 

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