Viernes, 19 de Abril del 2024
Martes, 16 Noviembre 2021 02:54

Celebraciones cumpleañeras

Celebraciones cumpleañeras Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

“Soy hijo de las montañas del sur y desciendo de hombres de hierro que prefieren comer raíces y vivir entre las fieras que abrazar a los traidores”, concluía, al tiempo que rebasaba por la izquierda. “¡No he de otorgar un solo perdón a los verdugos de mis hermanos!”


 

Después de una mala noche, desperté el sábado, aún de madrugada, con el trompetazo en el oído del mariachi que los vecinos contrataron para llevarle serenata a quien nació el mismo día que todas las flores de Macuspana. Como cada año, el omnipresente respondió emocionado, agradeciéndonos, amándonos desaforadamente. Las celebraciones a las que de este lado de la acera nos avocamos cada 13 de noviembre son un adelanto de lo que en el futuro, cuando mis sobrinos tengan edad para valorar los días de asueto, serán las del natalicio del Padre de la Patria nueva, del Siervo del Pueblo bueno o del Apóstol de la Democracia verdadera, o de lo que se nos ocurra. (Y se nos ocurrirá).

 

Por ahora, sin embargo, los muy prematuros homenajes solo opacan a otros a los cuales deberíamos prestarles mayor importancia; los versos simplones de La paloma se dejan un poco de la mística que adquirieron en el 18 en cada remix pero su escándalo aún alcanza para silenciar las mañanitas de otras fiestas de cumpleaños. (¡Ay, palomita, dale un abrazo de corazón al presidente de la nación!). Silencian exitosamente, por ejemplo, las que en Tixtla le cantan a Ignacio Manuel Altamirano. (Estas son las mañanitas que se cantan en Guerrero a las muchachas bonitas y a los amigos sinceros).

 

Si hemos de creer a pie juntillas la narrativa oficial, según la cual entre la Guerra de Reforma y la llamada ‘cuatroté’ existe suficiente coherencia braudeliana para que solo se pueda entender una a la luz de la otra, entonces, deberemos aceptar que las reflexiones del poco celebrado Altamirano sean tan oportunas hoy, como lo fueron antes. Si eso, las implicaciones políticas que, en su opinión, tuvo la Batalla de Calpulalpan podrían ser similares a las de la del 1 de julio.

 

Así pues, recordemos que, en el cénit de su carrera política, con los cañones del Tinterillo de la Reforma aún humeantes, a propósito de la propuesta juarista de hacer borrón y cuenta nueva y amnistiar a los derrotados de la guerra, advertía el entonces diputado, “con la energía del representante de una nación ultrajada”, que

 

“la nave que tan serena ha navegado en tiempo de tormentas está próxima a zozobrar al tocar el puerto. Hoy, pese a los optimistas, nos hallamos en plena revolución; la reacción no vencerá pero se bate con una fiereza terrible [...]Esos infelices que gimen en sus escondites conspiran desde ahí de mil maneras; los que no están en campaña suministran toda clase de recursos a los que están. Las esperanzas de esta facción maldita renacen”.

 

Altamirano era enfático en que la justicia debía impartirse sin miramientos de ninguna índole, de modo que vomitaría cualquier intento de administrar la justicia transicional, la cual no se limita a la aplicación de medidas judiciales sino que incluye otras de carácter político como la creación de comisiones de la verdad o la reparación a las víctimas y la preservación de su memoria, exclusivamente con fines político-electorales.

 

En estos tiempos de ideologías líquidas, no es ocioso, pues, preguntarnos si el guerrerense se entendería mejor con el actual presidente que con el de entonces. ¿Intercambiaría con él las lisonjas cumpleañeras de rigor y baratijas compradas en oferta en el Buen Fin? ¿Qué rol desempeñaría en su proyecto nacional, el de funcionario lealísimo o el de cónsul en algún lugar parecido a Tombuctú?

 

“Soy hijo de las montañas del sur y desciendo de hombres de hierro que prefieren comer raíces y vivir entre las fieras que abrazar a los traidores”, concluía, al tiempo que rebasaba por la izquierda. “¡No he de otorgar un solo perdón a los verdugos de mis hermanos!”

 

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