Martes, 07 de Mayo del 2024
Martes, 21 Diciembre 2021 01:57

Apocalipsis franciscano en El Alto

Apocalipsis franciscano en El Alto Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

La suya era una misión desesperada: hacía tiempo que la vieja Jerusalén había caído en manos impías, de modo que tenían prisa por reproducirla en otro lugar.


 

Joaquín de Fiore, abad de Calabria, fue el principal impulsor del milenarismo, la creencia escatológica muy popular en el Medioevo y considerada herética en nuestros días derivada de la lectura literal del Apocalipsis de Juan, según la cual antes del Juicio final y de la victoria definitiva de Jesucristo sobre Satanás, la humanidad experimentaría un periodo de paz, una edad sabática que se extendería por mil años. ("Vi a un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano, y prendió a Satanás, y lo ató por mil años [...] y después de esto será desatado por poco tiempo").

 

Tales ideas influyeron notoriamente en las órdenes mendicantes, especialmente, en la franciscana. Los llamados franciscanos espirituales leyeron y releyeron las profecías del calabrés y creyeron reconocer en ellas a su fundador, Francisco de Asís; concluyeron, entonces, que el final de los tiempos estaba cerca y que eran ellos quienes deberían conducir a la humanidad a la parusía previa a la venida del mesías.

 

Inspirados por Fiore, pues, los primeros franciscanos que cruzaron el charco desde España hacia América no buscaban en el nuevo mundo otra cosa que la oportunidad de realizar la utopía joaquiniana; los liderados por Martín de Valencia tenían la creencia de que la nuestra era una nueva tierra prometida, un nuevo paraíso terrenal, un nuevo Edén donde establecer una sociedad cristiana perfecta. Con tales ideas en mente, los llamados Doce Apóstoles de México dedicaron sus esfuerzos a hacer realidad la Nueva Jerusalén, la ciudad descrita en Ap 21 desde la cual Jesucristo reinaría felizmente durante un milenio.

 

La suya era una misión desesperada: hacía tiempo que la vieja Jerusalén había caído en manos impías, de modo que tenían prisa por reproducirla en otro lugar. Casi nos pasa desapercibido que el sitio elegido por los franciscanos para fundar una Nueva Jerusalén fue la actual ciudad de Puebla, en torno a la cual, a fin de cumplir cierta profecía, construyeron monasterios de modo tal que formaran una gran cruz. Imaginándola en el centro de esta, escribe Toribio de Benavente que

 

“[…] su asiento es muy bueno pues tiene al norte, a cinco leguas, a Tlaxcallan; al poniente, a otras cinco, a Huexocinco y al oriente, a otras cinco, a Tepeyac. Al mediodía, Acapetlahuacan, Yzcollan, Quahuquecholla…”

 

Motolinía, oficiante de la misa fundacional de la Puebla entonces, de los Ángeles, en abril de 1531, dedica dos capítulos de sus Memoriales a hablar de la ciudad que concibe sin ningún empacho como la Nueva Jerusalén. Entre otras maravillas, dice que “Ciudad de los Ángeles no hay quien crea que haya otra sino en el cielo, la que está edificada en las alturas, que es madre nuestra y a la cual deseamos ir, [pero] otra nueva hay edificada en la Nueva España"; además, se refiere a esta con adjetivos que dan cuenta de la gran esperanza que tenía puesta en ella como “gloriosa”, “perfecta”, “la más añorada”.

 

Antes de ser abandonada debido a las inundaciones de 1532, la Nueva Jerusalén franciscana se estableció en el corazón del valle ubicado entre el Matlalcueye, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl (“¡Jerusalén, de montes rodeada!”), concretamente, a las faldas del Acueyametepec, en el barrio llamado del Alto, terra nullius entre los señoríos de Cholula, Totimehuacán y Tlaxcala, y flanqueada por el río San Francisco y Xonaca de forma similar a como envolvían Jerusalén los torrentes de Hinón y Cedrón,

 

En el barrio trazado por ángeles que constituye la piedra angular de nuestra ciudad, últimamente medio olvidado y tomado por asalto por bandas de ‘narco¿menudistas?’, en fin, nuestros padres fundadores concibieron un santuario de milenaria paz.

 

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