Viernes, 26 de Abril del 2024
Martes, 11 Enero 2022 01:59

Don’t look up! no impacta… irónicamente

Don’t look up! no impacta… irónicamente Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

No soy ingenuo, sin embargo; sé que Hollywood no es solo entretenimiento sino que detrás de cada gran producción hay alguna agenda política imposible de disimular.


 

Meryl Streep quizá nos suene por sus actuaciones merecedoras de sendos Premios Oscar en Kramer vs. Kramer (1979), en Sophie's choice (1983) y en The Iron lady (2012), en la cual da vida a una exagerada Margaret Thatcher. Afirmar que la viuda de John Cazale, uno de los actores más grandiosos que haya dado Hollywood, es una de las intérpretes más sobrevaloradas al oeste de la 101 sería un tanto injusto puesto que la opinión que tengo de la actriz podría estar influenciada por la que tengo de la activista política.

 

No se me olvida su muy celebrado discurso en los Golden globe Awards de 2017; entonces, la bf de la recientemente derrotada Crooked Hillary rompió el molde de los speeches sentimentaloides cargados de suspiros, lloriqueos e interminables listas de agradecimientos del tipo “No quisiera olvidarme de nadie...”, y advirtió sobre las improbables intenciones de Donald Trump de deportar a la mitad de los presentes (“[…] if he kick them all out we’ll have nothing to watch but football!”). Las multimillonarias estrellas pertenecerían, sentenció, desde esa altísima tribuna, “a los sectores más vilipendiados de la sociedad estadounidense”. Okay

 

La última actuación de Streep es una de sus más polémicas: en Don’t look up!, ¡No miren arriba!, da vida a una presidenta rubia platinada mentirosa y egoísta a la que le importan más sus problemas personales que los del resto del mundo. La película, en general, me parece recomendable; para el cinéfilo neófito que soy es buena sencillamente, porque entretiene e incluso, inquietantemente buena porque además de entretener, te mantiene al borde del asiento esperando a que ocurra un cataclismo global que en la vida real no parece tan descabellado. No soy ingenuo, sin embargo; sé que Hollywood no es solo entretenimiento sino que detrás de cada gran producción hay alguna agenda política imposible de disimular.

 

No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que el cometa que se dirige directamente a la Tierra es una alusión sutil como una explosión de no-sé-cuántos kilotones al calentamiento global, el aumento vertiginoso de la temperatura media del planeta cuyas consecuencias serían igualmente catastróficas. En la película como en la realidad, ante la amenaza que literalmente se les viene encima los humanos reaccionan con una incredulidad rayana en valemadrismo. La sátira intenta, pues, ser un llamado de atención -heads up!- sobre la calamidad que según, nos alcanzaría en las próximas décadas perjudicando no solo a los ositos polares. La película, no obstante, falla en su objetivo: no impacta… irónicamente.

 

Quienes más la aplauden cometen el mismo error que la so called mejor actriz de su generación, en sus discursos: al contrastar a los buenos (los moralmente superiores científicos liberales) con los malos (los estúpidos políticos y medios de comunicación conservadores), polemizan innecesariamente de modo que el mensaje hace mella o no según si uno es demócrata o republicano, si conduce un Toyota Prius o si se imagina al volante de un Bugatti Chiron, si como a la insoportable Greta, cree que le han robado la infancia o si cuenta los días para el regreso del petrolífero Trump. La peli, en fin, termina siendo un elaborado chiste local que provoca las ovaciones de pie de unos y el desprecio de los otros. Craso error, en mi opinión, querer transmitir las verdades científicas mediante un muuuy politizado espectáculo de burlesque: 

 

Desde los tiempos de Galileo, siempre que la ciencia se asocia con alguna ideología política -leí en alguna parte, garabateé en una servilleta que luego usé para sonarme- “la verdad científica pierde su poder de persuasión”. La ciencia debería, entonces, permanecer apolítica para prevalecer.

 

Google News - Diario Cambio