Viernes, 26 de Abril del 2024
Martes, 25 Enero 2022 04:15

La mala idea de la revocación de mandato (10, en Teoría política contemporánea)

La mala idea de la revocación de mandato (10, en Teoría política contemporánea) Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Popper, disculpémosle, desarrolló la idea de la revocación de mandato al tiempo que el fascismo y el nazismo se instalaban impunemente en Europa.


 

Debido principalmente a las interminables noches de cartas en la cafetería de la UPAEP, no obtuve muchos dieces en la carrera; mis exámenes perfectos se confundían en la puerta de la nevera con listas del súper y souvenirs de sitios donde nunca había estado. Uno de esos muy celebrados dieces lo obtuve en Teoría política contemporánea gracias a un ensayo final sobre la revocación de mandato, según Karl Popper, un tema que últimamente vuelve a ocasionarme quebraderos de cabeza.

 

Al mal estudiante que fui no le desagradaba la idea popperiana de que los ciudadanos pudiéramos deshacernos prematuramente de nuestros gobernantes; eran los últimos meses del sexenio foxista y el presidente daba señales inequívocas de locura ‘bucaramiana’ (de autoritarismo, de nepotismo) así que se antojaba mandarlo por las cocas. A la vuelta de los años, no obstante, estoy convencido de que esta no es tan buena idea; hoy, creo que establecer mecanismos revocatorios podría inhibir a los gobernantes de emprender grandes proyectos o tomar decisiones impopulares, o, peor, dar lugar a intentos de golpes blandos con finales felices legales-constitucionales (Gene Sharp). Además, se sabe, desconocer la duración exacta de los cargos públicos afecta la estabilidad de los países.

 

Popper, disculpémosle, desarrolló la idea de la revocación de mandato al tiempo que el fascismo y el nazismo se instalaban impunemente en Europa. El filósofo austríaco fue testigo horrorizado del daño que pueden ocasionar los totalitarismos; el viejo continente devastado por la ambición desmedida de un paisano suyo era el doloroso recordatorio de que los grandes hombres pueden cometer grandes errores. A fin de prevenir desgracias similares razonó que habría que fortalecer las instituciones y rebajar a los gobernantes, otrora irreprochables conductores nacionales, a meros administradores públicos sujetos a rigurosos mecanismos de rendición de cuentas. De un plumazo, pues, desmontó dos milenios de estudio de la ciencia política; la pregunta filosófica fundamental, escribió, no era quién debería gobernarnos sino cómo lo removeríamos pacíficamente si nos condujera en la dirección equivocada. (La sociedad abierta y sus enemigos, 1945).

 

Creyente de que las empresas más grandiosas sólo son posibles bajo el liderazgo de hombres extraordinarios, difiero con él en que el ejercicio del poder deba supeditarse al muy influenciable estado de ánimo de los ciudadanos; al contrario, me atrevo a decir, incluso, que en ciertas circunstancias se justificaría el empoderamiento de autócratas, en el sentido prenapoleónico del térmi…

 

Esta era nuestra convicción en el 18, recuerdo, de pronto; el alalá que repetíamos alegremente para desesperación de nuestros compañeros de coalición, el PT y el PES, “¡Vota todo MORENA!; ¡Seis de seis, seis de seis!”, tenía como finalidad dar al próximo presidente tanto poder como fuera legalmente posible a fin de facilitarle la realización de la (mal) llamada cuartatransformación nacional. Observo, por lo tanto, cierta incongruencia entre nuestras rogatorias de entonces y las no menos apasionadas de estos días para que el INE lleve a cabo una consulta de revocación de mandato que esencialmente contradice la concepción lopezobradorista del poder.

 

Puesto que el resultado de esta es predecible, dicho sea de paso, sospecho que la verdadera intención de la enorme presión del oficialismo sobre los consejeros electorales no tendría como objetivo relegitimar al presidente sino evidenciar su sabida parcialidad a fin de añadir argumentos para desaparecer al organismo. La renuencia de aquellos a llevar a cabo la consulta, por cierto, nos coloca a algunos en la paradoja de abogar por el cumplimiento de la Ley... aunque no estemos de acuerdo con ella.

 

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