Sábado, 02 de Agosto del 2025
Martes, 16 Febrero 2021 01:21

Reunión con el excelentísimo comandante Arias Cárdenas

Reunión con el excelentísimo comandante Arias Cárdenas Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

El intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 en Venezuela, hemos dicho, fue la primera acción revolucionaria latinoamericanista. El entonces senador José Ángel Conchello –a la sazón, un panista de cuando el PAN era decente– preguntaba atinadamente si aquello era “la acción tardía de una época ya superada o el anticipo de futuras tormentas sociales” (El TLC: un callejón sin salida).


 

Cruzándose con Fukuyama, Conchello argumentaba que, terminada la Guerra Fría, el mundo bipolar hubiera podido fácilmente dar paso a uno multipolar pero los gringos necios, “sin entrañas”, no lo permitieron; no aceptaron que ningún otro país se creciera ni que ninguno se atreviera a hacerle sombra ni asociarse con ninguno si no les era en condiciones ventajosas –¡ay, la oportunidad histórica perdida!–. En ese sentido, suponía, el intento de Hugo Chávez y del MBR-200 de visibilizar políticamente a Latinoamérica significaría el mayor desafío antiimperialista concebible.

 

So pretexto de repasar lo anterior, el viernes pasado, el renovado colectivo Opción Ciudadana, por intercesión de Alberto Peralta, organizó un encuentro con Francisco Arias Cárdenas. Refiriéndose a su invitado, el anfitrión mezclaba con absoluta naturalidad y rimbombancia el trato de “Comandante” con el de “Excmo. Sr. Embajador”: el primero, por haber sido el estratega del 4F; el segundo, por ser el representante de Venezuela en México –“La política es la continuación de la guerra por otros medios”, apuntaría Chávez, complementado a Clausewitz–. El nombramiento de Arias Cárdenas da cuenta de la importancia que el gobierno de Nicolás Maduro le da a la relación con el de Andrés Manuel López Obrador. (En un universo paralelo, un tal Juan nos habría mandado de embajador a Reinaldo something. ¿En qué andará ese loco? ¿Ya se habrá autoproclamado “presidente encargado” [sic] de Myanmar?).

 

La relación de nuestro país con sus vecinos se basa en aquello que dijo Juárez (¿o fue Kant?) de que “el respeto al derecho ajeno es la paz”, que trasladado al terreno diplomático significa respetar a rajatabla la soberanía de los demás países, no meterse en sus asuntos y mucho menos, juzgar su política interna (Doctrina Estrada). En ese tenor, es importante señalar que por primera vez la política exterior de México es de veras independiente, que por primera vez no somos cachorros de nadie sino miembros plenos de la comunidad internacional con la autoridad moral para criticar, por ejemplo, el bloqueo criminal impuesto por Estados Unidos a Venezuela, el robo de sus reservas de oro o el atraco a Citgo y a Monómeros del Caribe, y un largo etcétera de agresiones.

 

Derivado del novedoso buen rollo, en julio de 2019, Puebla fue sede del primer encuentro de lo que, naturalmente, se denomina Grupo de Puebla, el espacio surgido como contrapeso al gringófilo Grupo de Lima, la alianza gubernamental creada con el propósito de destrabar lo que ellos mismos trabaron y en la cual México tiene un asiento gracias a los pitiyanquis que antes nos gobernaron. En ese contexto, hace unos meses, Arias Cárdenas visitó Puebla; el embajador se reunió con el gobernador del estado y con los líderes de la 28 de octubre y del FPFV, con quienes hizo buenas migas.

 

(A propósito de lo anterior, dicho sea de paso, el entonces secretario de gobernación estatal ha insinuado que el encuentro se financió con recursos públicos provenientes de la mal llamada partida secreta del estado. Esa madeja ya nadie la ha querido deshilar. Quizá sea mejor así, para no trastabillarnos nosotros y para no empañar la condición no-gubernamental de ellos).

 

Hoy, Latinoamérica vive una nueva ola revolucionaria: al tiempo que sigue resistiendo (a duras penas) Maduro y se consolida (atropelladamente) López Obrador, Fernández se erige en protagonista de la vida política continental, Evo vuelve a casa y el piñerismo apesta a gladiolos.

 

Vienen, pues, renovadas tormentas sociales –¡bienvenidas!–.

 

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