Viernes, 29 de Marzo del 2024
Martes, 12 Julio 2022 01:48

Los versos vacíos de Emma Lazarus

Los versos vacíos de Emma Lazarus Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Afortunadamente, Hollywood siempre se reserva un ex machina para resolver los entuertos más peliagudos; el que introduciría en el último instante para conmover los corazones de los neoyorquinos


 

A fin de devolver a su dimensión al terrible Vigo, azote de Carpatia, lamento de Moldavia..., un villano particularmente anodino que se alimentaba de la maldad humana, los cazafantasmas de 1989 necesitaban hallar algún dejo de bondad en una ciudad “fea, sucia y ruidosa”, y en la que la gente “antes te pisa la cara que te mira a los ojos”. Encontrar un solo hombre bueno en la Nueva York de los 80 era tan difícil como encontrar uno en Sodoma o en Gomorra durante la movida; desenfrenada, hacía tiempo que había sucumbido ante la criminalidad, el crack y la corrupción de sus autoridades.

 

Afortunadamente, Hollywood siempre se reserva un ex machina para resolver los entuertos más peliagudos; el que introduciría en el último instante para conmover los corazones de los neoyorquinos uniendo en la causa común de desterrar al espíritu maligno a oniomaníacos de Fifth Avenue, gánsteres italo-americanos, leones de Columbia, yonquis del Bronx, vendedores de perros calientes y policías comedores de donas surgiría pesadamente desde lo profundo de la bahía: ningún otro símbolo podría representar más fielmente los ideales fundacionales de Estados Unidos que la Estatua de la Libertad; ninguno, pues, podría ser más adecuado para hacer brotar lo mejor de las personas y del país…

 

Ubicada en la isla Bedloe, la estatua que el pueblo francés obsequió al estadounidense para celebrar el centenario de su amistad fue lo primero que vieron los millones de viajeros que entre 1886 y 1921 cruzaron el charco en búsqueda del sueño americano; inconfundible, la obra de Frederic Bartholdi se erigió en un símbolo de esperanza para todos los que anhelaban un futuro mejor. No es casualidad que la corone no el gorro frigio típico de la Marianne sino la aureola de Helios, el dios del Sol, quien recorre el cielo en un carro tirado por flamígeros corceles ocultándose cada noche por el poniente y resurgiendo cada día, victorioso, por el oriente: su antorcha debería ser, para el mundo, una luz de esperanza en medio de la oscuridad.

 

Observando las similitudes entre la estatua y el antiguo Coloso de Rodas, la otra celebérrima representación del dios solar, Emma Lazarus escribió The New Colossus, un poema cuyos versos enchinan la piel:

 

Here, at our sea-washed sunset gates,
shall stand a mighty woman with a torch
whose flames the imprisoned lightning
and her name Mother of Exiles[…]

 

Pasado el tiempo, sin embargo, los versos de Lazarus suenan vacíos; la mitología construida en torno a la estatua, la de la madre compasiva que guía a los hombres hacia una tierra donde la igualdad, la libertad y la fraternidad son la norma, se ha desmoronado al convertirse aquella en una donde los ciudadanos están sometidos a un régimen cuasipolicial, los gobernantes sirven a intereses privados y los medios de comunicación mienten descaradamente, y donde quien se atreve a decir la verdad, ay, es hostigado ferozmente (#FreeAssangeNOW).

 

La estatua trasnochada no será desmantelada y hundida en las profundidades del río Hudson como sugiere el presidente, por supuesto; permanecerá en su sitio, intacta e imperturbable pero insignificante, que es peor.

 

Give me your tired, your poor,
your huddled masses yearning to breathe free,

the wretched refuse of your teeming shore;
send these, the homeless…”

 

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