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Jueves, 17 Noviembre 2022 00:42

Yo defiendo al INE: la naturaleza clasista de la marcha

Yo defiendo al INE: la naturaleza clasista de la marcha Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

El deseo de la mujer de compartir conocimiento con otros me parece aún más extraordinario considerando que, a decir de Max Weber


 

La semana pasada se viralizó la intervención de una señora en la rueda de prensa convocada por organizaciones que participarían en la marcha titulada Yo defiendo al INE en una popular cafetería que antiguamente era punto de reunión de los progres locales y hoy lo es de reaccionarios y pseudociudadanos. Enojada, la mujer lamentó que la invitación a la marcha no hubiera sido socializada correctamente: “¡Mi sirvienta no sabe de qué se trata!”, chilló. Los anfitriones se retorcieron en sus asientos, incómodos. “¿Quién la invitó?”, se preguntó alguno.

 

Inmediatamente, la pobre mujer fue sacrificada en el altar de la corrección política; los guardianes del espacio seguro la cancelaron a ella y a sus dichos, y los mejores lingüistas del país se dieron a la tarea de desentrañar nuevos significados del adjetivo posesivo mi, el cual, según los expertos, al repetirse tres veces—“mi herrero, mi plomero, mi carpin…”—abriría un portal dimensional que podría llevarnos de vuelta a los 80. Después de ver su intervención por enésima vez, sin embargo, he comenzado a sentir simpatía por ella; luego de escuchar que hay que defender al INE “porque es una identificación oficial”, entiendo, por fin, cuán importante era explicar de qué trataba la cosa.

 

El deseo de la mujer de compartir conocimiento con otros me parece aún más extraordinario considerando que, a decir de Max Weber, el clasismo que distingue a sus compañeros de asoleada tendría que ver más con sus intentos de mantener el statu quo que con los insultos e improperios que algunos de ellos escupen desde los pisos más altos del edificio social; éste, según el autor de Economía y sociedad (1922), se manifestaría más determinantemente en las acciones dirigidas a limitar la movilidad interclasista que en las expresiones viscerales relacionadas con el nivel socio-económico o de estudios, o con el color de piel de los agraviados. Tal acepción quedó evidenciada en la marcha, me parece:

 

Dedicando ésta a abogar por la continuación de una institución anacrónica, los participantes terminaron reducidos a alcahuetes de un puñado de funcionarios públicos incompetentes que ganan decenas de veces lo que cualquiera de ellos y que se resisten a perder los privilegios y prebendas que actualmente disfrutan; manifestándose bajo la consigna irreflexiva de que la joya de la corona del Ancien régime “no se toca”, dieron la razón a Weber: aquello no tuvo nada que ver con la defensa de la democracia sino con la defensa de ciertas estructuras de poder y de los intereses particulares enraizados en ellas.

 

De lo anterior infiero que la mayoría de quienes prefirieron chutarse el soporífero discurso de Woldenberg a ver el clásico instantáneo entre los Bills y los Vikings estaban en la manifestación equivocada pues, alineándose con los González, los Madrazo o los Gordillo, no pudieron disimular el afán aspiracionista que suele observarse en la ferocidad con la que los medio ricos, medio cultos, medio rabiosos luchan por las causas de sus amos…

 

“…y (medio confundidos) salen a la calle
con media cacerola;
entonces, medio llegan a importar
a los que mandan medio en las sombras.

 

“A veces, ay, se dan cuenta (medio tarde)
de que los usaron de peones
en un ajedrez que medio comprenden
y que nunca los convierte en reinas”.

 

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