Viernes, 03 de Mayo del 2024
Martes, 16 Marzo 2021 01:12

La reivindicación de Eva

La reivindicación de Eva Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Es curioso que los libros introductorios del Judaísmo, del Cristianismo y del Islam comiencen contando el mismo cuento, el de la desobediencia de una mujer. Los judíos la llaman Havva; los cristianos, Eva y los musulmanes, Hawa. Los antiguos sumerios, cuyas tradiciones son la fuente de las tres grandes religiones monoteístas actuales, la llamaban Ninti, que literalmente significa “mujer [proveniente] de la costilla”. Seguro que los Annunaki, las deidades de estos, no previeron que una simple costilla extraída a Adapa mientras dormía una siesta causaría tantos problemas, ¿verdad? (Quizá por eso Simone de Beauvoir prefiera el término “hueso supernumerario” al de “costilla”).


 

La desobediencia de Eva no fue producto de una rebeldía sin causa, del deseo lacaniano de lo prohibido sino del deseo racional de alcanzar la sabiduría hincándole el diente a una manzana (“Y vio que el árbol era bueno para comer y deseable para alcanzar la sabiduría, y tomó de su fruto y comió”). Adán, en cambio, era menos ambicioso; el primer hombre no comprendía ni intentaba comprender los motivos de su pareja. Acaso, incluso, le tuviera cierta envidia por su belleza, su inteligencia, su capacidad de crear vida; acaso le molestara, sobre todo, saber que, sin ella, él era insignificante, sólo el espécimen más avanzado del bestiario paradisiaco, un dócil (“Dios formó al hombre del polvo de la tierra”), agachón (“Oí tu voz y tuve miedo, y me escondí”) e inepto (Dios creó a Eva “para ayudar idóneamente a Adán”) mono evolucionado. No había humanidad sin Eva y eso, a Adán le ‘rechocaba’.

 

El pocos-huevos de Adán nunca aceptaría su parte de culpa en el crimen terrible de comer el fruto del árbol prohibido, por eso culpará a Eva, le escurrirá el pecaminoso bulto (“La mujer me dio [el fruto] del árbol y comí”). No conforme, contará la historia de su caída a su modo: ¡ay, la tentadora, la seductora, la femme fatale que le atrajo al abismo! Dirá Eduardo Galeano: “esas son puras mentiras que Adán contó a la prensa”. La voz sensata de Latinoamérica agregará:

 

“Si Eva hubiera escrito el Génesis, ¿cómo hubiera sido la primera noche del género humano? Bueno, para empezar, ella hubiera aclarado que no nació de ninguna costilla ni a conoció ninguna serpiente, y que Dios nunca dijo: ‘Tu marido te dominará’”.

 

La mentira histórica de la dominación del hombre sobre la mujer tendría, entonces, sus orígenes en las inseguridades del primer hombre. El mito del falocentrismo nos lo quiso inculcar cierto filósofo no más seguro de sí mismo cuya materia memoricé a golpe de repetición. La primera protesta feminista que recuerde ocurrió en su clase, luego de que el misógino tratara de explicar su supuesta superioridad del modo más obsceno. Indignadas, hicieron mutis las mujeres y tras ellas, los hombres, riéndonos como escolapios (“Pene. Ji, ji, ji”).

 

Mientras el machismo se basa en mentiras históricas, el feminismo es legítimo. Y debe seguir siéndolo: aquella protesta espontánea de Carolina, Adriana o Candiysabel nada tiene que ver con las protestas manipuladas de los últimos años (Soros, ¿qué?). La utilización de la causa feminista con fines políticos la corrompe; la contaminación de la protesta por parte de actores externos, ya sea por agitadores que la aprovechan para desestabilizar o por gobiernos y partidos políticos que pretenden colgarse su medalla, la desvirtúa. Dice el presidente que hay mano negra, y sí; dos, de hecho: la diestra y la siniestra.

 

El 8M se ha convertido en un día de ira, cosa normal considerando las circunstancias. Lo que no es normal ni debe normalizarse es su politización. El gran reto, el más urgente es, pues, el mismo que era en los días infames de Adán: reivindicar a Eva.

 

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