Sábado, 02 de Agosto del 2025
Martes, 30 Marzo 2021 01:13

Los desilusionados de Morena

Los desilusionados de Morena Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

“Que no haya ilusos para que no haya desilusionados”, decía Manuel Gómez Morín. Las ilusiones, sabemos, son infundadas; no son reales sino producto de la imaginación o del engaño. Visto así, desilusionarse es saludable. En la política, como en la vida, dicen, uno debe aprender a vivir con la decepción… aunque en la política, como en la vida, nunca nos resignamos a ella.


 

Hace algunos años, decía Martí Batres que Morena se reforzaría “con los desilusionados del PRI, del PAN y del PRD”. El entonces presidente del partido lopezobradorista, quien seguramente no había leído a Nicolás Guillén –Al corazón del amigo, abre la muralla; al veneno y al puñal, cierra la muralla…–, dicho sea de paso, abría así las puertas del partido-movimiento a serpientes, alacranes y ciempiés que veían y siguen viendo en él solo un vehículo para saciar sus ambiciones personales. Entrados en su tercer año de gobierno, en fin, me parece oportuno voltearle la pregunta: ¿a dónde irán a parar los desilusionados de Morena?

 

En el ánimo de hacer autocrítica, no podemos negar que muchos votantes se han decepcionado de Morena. Sin muchas ganas de meternos a analizar detalladamente a sus gobiernos, hay que señalar que el partido ha acusado el desgaste natural que conlleva el ejercicio del poder; un deterioro que en nuestro caso seguramente sea mayor porque las expectativas que generamos eran altísimas, porque los tiempos que nos han tocado gobernar han sido dificilísimos o porque, en muchos casos, no presentamos una oferta electoral novedosa sino las mismas caras repetidas.

 

Sería ingenuo, sin embargo, pensar que los decepcionados de la cuatroté regresarán mansamente al guacal de los partidos a los que castigaron con el látigo de su desprecio en 2018 (¿o será corta nuestra memoria?, me inquieto, de pronto). Los partidos de oposición unidos en abominable amasiato no han hecho nada para atraerlos; no tienen otra propuesta que cobrar revancha, que mandar a su rancho (en mayúsculas y en minúsculas) al odiado inquilino de Palacio Nacional. “Estábamos mejor cuando estábamos peor” no pega como eslogan de campaña.

 

Con la oposición en estado vegetativo, Morena podría ganar elecciones –las inmediatas, al menos, que son intermedias, aburridas, pandémicas; que son de estructuras–, pues con pura fuerza bruta; casi le bastaría con no cagarla: el partido en el gobierno o el partido-gobierno, según si nos lee Bertha o Yeidckol, tiene a la mano el músculo del Estado, la propaganda, los generosos programas sociales, las estructuras clientelares construidas a golpe de talonario; además, juega muy a su favor la fortaleza de la marca AMLO, la cual sigue arrastrando a la caballada.

 

La fuerza bruta alcanza para ganar elecciones pero no para ganar la guerra por la hegemonía. ¡Del resultado de esta depende el futuro de la cuatroté! En el campo de batalla de las ideas importan menos las brigadas, los comités seccionales o la ingeniería electoral que la pluma y el papel; en esa arena se trata de convencer, no de vencer: convencer a los que no creen en el proyecto (cuarta)transformador y (re)convencer a los que antes creían y ahora se sienten decepcionados. ¿No era justo eso lo que decía Unamuno? –lo dijo, sí, pero no en la cara lastimera de Millán Astray–.

 

A estas horas de la noche, cuando ya todos se han ido y uno se queda solo, con sus demonios, la tentación de escupir (pa’rriba) un “¡Que le lleguen!” lleno de arrogancia y dar un portazo –¡blam!– es grande. No debemos, sin embargo, dejarnos llevar por la soberbia: quizá no necesitemos a los desilusionados para ganar elecciones pero sí, para (cuarta)transformar el país.

 

Convencer, pues, debe ser nuestra consigna.

 

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