Como que la trama siempre la veíamos a la distancia y pensábamos que le tocaría a nuestros nietos, bisnietos.

 

Pero oh tragedia, ya nos tocó y sus estragos están presentes y nos acompañan, nos atemorizan, nos quitan el sueño, y en infinidad de casos ya desencadenó hambre, un sinfín de tragedias, empobreció a millones, llevó a la calle sobre todo a gente mayor que se quedó a la deriva.

 

Desde que comenzó a hacerse presente y obligó a cerrar escuelas, templos, talleres, fábricas, parques, y a cobrar vidas; las lágrimas que ha provocado por todo tipo de perdidas bien podrían llenar y desbordar océanos.

 

Y lo peor de todo es de que somos nosotros mismos, las víctimas, los que hemos desencadenado la magnitud de la tragedia producto de la ignorancia, la rebeldía, la irresponsabilidad, el egoísmo, o ¿la maldita necesidad?

 

No es posible que cuando se suponía que la humanidad se ha anotado un importante avance científico, la aparición del coronavirus desnudó la realidad de los alcances que ha logrado el hombre, incapaz en pleno siglo XXI de poder enfrentar a un microscópico y poderoso virus que ya se anota hasta el día de ayer lunes 11 de enero la muerte de un millón 936 mil 614 personas y el contagio de 90 millones 382 mil 187 personas más, de todas las edades,  niños, jóvenes, maduros y ancianos.  

 

El retroceso económico que representa coloca a la humanidad a nivel de los alcances que logró hasta hace un cuarto de siglo.

 

A cientos de millones de personas ya no tocará quedarse a presenciar hasta dónde retrocederá el mundo.

 

El panorama no es halagüeño para nadie, ni para poderosos ni para débiles, ni para gobernantes ni para gobernados, a los que el maldito bicho trata e invade por igual.

 

El microscópico bicho, todavía peor, dejará a miles con serios problemas de salud por la afectación que provocó en pulmones, hígado, cerebro, principalmente.

 

¡¡¡Qué pesadilla!!! Sobre todo en esta etapa en la que ha costado la vida a médicos, enfermeros, camilleros, que originalmente están para atender a los contagiados, al igual que a sacerdotes que al cumplir con su misión de ofrecer los auxilios espirituales se han contagiado.

 

Pesadilla para los familiares y personal médico que se enfrenta a una carencia de medicamentos, oxígeno, espacios en hospitales, y que no puede resignarse impotente a ver morir a los suyos con las manos vacías sin poder hacer nada.

 

¡¡¡Qué pesadilla!!!

 

La peor película.

 

La maldita lección que para colmo, no todos han entendido, y esto es lo peor, entender hasta que ves cómo se van tus familiares y seres más queridos.

 

Por todo esto sólo queda decir

 

¡Actúa en defensa propia! ¡No te expongas! ¡Quédate en casa! y si no es posible, protégete con cubrebocas y gel antibacterial, y ante todo, respeta la Sana Distancia y en cuanto puedas, lávate las manos.

 

Tan sencillo, pero tan difícil de obedecer.