A su paso ha enlutado a millones de familias y desencadenado la peor de las crisis en todos los órdenes, el económico, el político, el social.

 

Esto ha marcado un parteaguas en la historia de la humanidad que, para resurgir de las cenizas, las sociedades de todo el mundo tendrán el reto de comenzar a reaprender la vida para vivirla de otra manera, porque las cosas ya no serán como antes.

 

Y para sustentar esta afirmación bastará con revisar el año escolar a distancia dentro de los hogares o de plano sin acceso a la educación básica.

 

Los miles y millones de empleos perdidos por el cierre de millones de empleos.

 

Las instituciones hospitalarias con una cuarta parte de su plantilla muerta y con ampliaciones constantes. Al igual que funerarias saturadas, hornos crematorios con lista de espera hasta de 3 días. Escasez de féretros.

 

También una marcada falta de medicamentos no sólo para atender al COVID, sino todo tipo de enfermedades.

 

El mismo fenómeno vino a desencadenar un escandaloso encarecimiento en el costo de la vida, al grado de arrojar a jefes de familia, niños y jóvenes a deambular por las calles en busca de una moneda para comer, y a buscar desechos en los basureros para entretener al estómago.

 

Esto no se ha producido exclusivamente en México; en los noticieros de todo el mundo se observan éstas y peores escenas.

 

 

Y mientras en México nos ponemos nerviosos porque “no vemos claro” con las vacunas, en los países de la Unión Europea se enfrentan al problema de que cuentan con las vacunas pero ya se agotaron las jeringas para aplicarlas.

 

El caos total.

 

De manera que si nos quejamos de lo que vemos que pasa a nuestro alrededor, habrá que asomarse por una rendija para observar los problemas que trajo de la mano el microscópico virus.

 

Por todo esto habrá que demandar programas para atender la salud mental y emocional de los sobrevivientes al COVID-19, que por si fuera poco ya comenzó a mutar y gana una resistencia que mete en jaque a la comunidad científica que lleva más de un año trabajando para combatirlo y erradicarlo.

 

De entrada, ‘el bichito’ lleva al mundo a un retroceso, a cerrar las puertas de las naciones para blindar a sus habitantes para frenar el contagio y la mutación.

 

Hasta hoy, éstas son las naciones que ya cerraron sus fronteras para no dejar pasar a ajenos que puedan cargarlo y continuar con el contagio: Estados Unidos, Canadá, Cuba, Guatemala, Perú, Venezuela, Surinam, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Reino Unido, España, Francia, Alemania, Países Bajos, y otros más.

 

México ¿esperará turismo internacional con la esperanza de recuperar su mercado y las codiciadas divisas?