Este lunes 24 de enero por la tarde se conoció la noticia de que el gobierno de Puebla ‘metió reversa’ en el sonado caso del bebé Tadeo.

 

Es oportuno recordar que tres días antes el gobernador había soslayado el caso, no tanto por mala fe o ignorancia, sino porque no quería mostrar las cartas que jugaba contra los presuntos responsables, que en total fueron 19 los involucrados en el espeluznante caso.

 

Delito terrible que exhibió a Puebla y a los poblanos como pérfidos e insensibles junto con sus autoridades.

 

La noticia del bebé Tadeo ha conmovido no solamente a la sociedad mexicana, también al mundo que se informa al momento por las redes sociales que lo convierten en tendencia.

 

Este caso da para un libro y una película de Stephen King que con sus vampiros, muertos vivientes y otros personajes logra asustar a sus audiencias.

 

El caso Tadeo vino a sacudir el ánimo de los fríos días de enero. Hasta de los más indiferentes que no dan crédito de hasta dónde ha llegado el hombre, la delincuencia y las mentes perturbadas.

 

Fuera del reclusorio cuesta trabajo imaginar lo que pasa al interior de un lugar que fue construido para 2 mil cien personas y en el que hoy viven y conviven acinados 3 mil 693 que no pueden hablar, denunciar o quejarse por temor a las represalias con las que se gobierna el reclusorio tanto por parte de los mismos internos, como de sus autoridades.

 

El caso plantea docenas de preguntas que ya tendrán respuesta con las decisiones tomadas por el gobernador.

 

Se insiste desde hace muchos años que el sistema carcelario de México ya es obsoleto, pues no da respuesta a los fenómenos delincuenciales de hoy en día.

 

Y sobre el hecho en sí de introducir un bebé muerto depositado exprofeso en un contenedor de basura no es nuevo, lo que pasa es que hoy el engranaje falló y salió a la luz pública.

 

Esta historia promete hoy poner orden dentro de San Miguel.

 

Hay voluntad por parte del gobernador.

 

Pero surge una pregunta ¿habrá personajes indicados para imponer ese orden?

 

Lo que sí es una realidad es que a la hora de repartir responsabilidades, la federación elude compromisos.

 

Un imperativo ineludible está en comenzar por revisar el caso de cada interno que es abandonado a su suerte con un expediente que las autoridades no se han preocupado en revisar y que podría devolver a la calle a docenas de reclusos.