Viernes, 19 de Abril del 2024
Lunes, 14 Junio 2021 03:35

La pipitilla explica la derrota de Claudia

La pipitilla explica la derrota de Claudia Escrito Por :   Arturo Rueda

En Claudia Rivera Vivanco no hay nivel político: un seccional del PRI tiene más sofisticación y cultura política que ella. Es, en términos simples, pura pipitilla.  Cualquier otra persona en su lugar, con un alud de casi 320 mil votos, no tendría ánimo de salir de su casa.


 

A veces pasa: Churchill ganó la Segunda Guerra Mundial, pero perdió las elecciones de 1945, y victorioso frente a los nazis, desalojó sus cosas personales en una caja de huevo y fue arrojado de la oficina del Primer Ministro en el número 10 de Downing Street.

 

Los más grandes políticos también pierden en las elecciones, y el único camino es la cultura de la dimisión, lo que los eleva a nivel de Hombres y Mujeres de Estado: no hay mejor don en la vida, que saber cuándo irse.

 

Unos pocos lo entienden, pero en realidad casi nadie.

 

Pablo Iglesias, el rostro más moderno de la política española con el partido Podemos, una nueva vía de la izquierda, aceptó postularse a presidir la Comunidad de Madrid. Tuvo una votación pobre que ayudó a los conservadores del PP a arrasar con Isabel Ayusso.

 

 

Entre lágrimas, Pablo Iglesias aceptó que fue arrasado y anunció su retiro de la política. Explicó que no fue favorecido por los electores, y que no quería bloquear la renovación de nuevos cuadros que sí pudieran ser mejor valorados.

 

Iglesias cumplió: renunció a la dirección del partido, renunció a su escaño en el Congreso, y se fue a la vida privada, no se sabe si a la espera de tiempos mejores. Se fue ovacionado por España y por las bases de su partido.

 

Cumplió con la cultura de la dimisión: la única salida a una derrota deshonrosa por brutal es el retiro de la política. Algo así como un sepukku de los japoneses.

 

Todo esto viene a cuento porque, sin cumplirse una semana de la aplastante derrota que sufrió, Claudia Rivera Vivanco regresa a la vida pública como si nada hubiera pasado. Como si encima no la hubieran sepultado 320 mil votos en contra que le devolvieron el poder a la derecha en Puebla.

 

No hay razonamiento que entre en su cabeza para explicar qué pasó y todas las explicaciones son útiles para escurrir el bulto.

 

Ya no sólo fue la conspiración del Gabriel Biestro o del gobernador Barbosa, o el ataque inclemente de los medios de comunicación que escribieron más de 700 notas negativas en su contra.

 

Ahora, es el fraude electoral en el IEE.

 

Con una narrativa inconexa, su representante en el Consejo Municipal salió a narrar ayer un fraude electoral que sólo existió en su mente. Boletas que no estaban dobladas. Desalojos intempestivos para sanitizar. Horarios extenuentes para el recuento que duró casi una semana.  Burlas y malas vibras de los representantes de la coalición mientras ella los enfrentaba sola con la soledad.

 

¿Y el fraude?

 

No pues no, no hubo más detalles, sólo la narrativa de una derrota que para ellos es injusta porque no entienden las razones: prefieren atribuirla a boletas sin doblar o a medios malévolos de comunicación, antes que a su fracaso como presidenta municipal, al pésimo gobierno que encabezó, a la corrupción que se vivió en sus entrañas.

 

En Claudia Rivera Vivanco no hay nivel político: un seccional del PRI tiene más sofisticación y cultura política que ella. Es, en términos simples, pura pipitilla.

 

Cualquier otra persona en su lugar, con un alud de casi 320 mil votos, no tendría ánimo de salir de su casa. Entendería que su carrera política se encuentra acabada y que nunca jamás va a volver a ganar una elección.

 

Como no entiende razones, sólo va a profundizar su desastre personal. En su alocada carrera para hacer como que no pasó nada, regresa hoy a la Presidencia Municipal. Sueña con ser dirigente estatal de Morena en camino a la gubernatura de Puebla en 2024 o mínimo arrebatarle a Nancy de la Sierra el escaño de Senadora.

 

Tantos sueños de grandeza se estrellaron con un muro: un muro de casi 320 mil votos. Un alud de casi 22 por ciento de diferencia contra el candidato de la derecha. Ella es la única responsable de que Morena perdiera la cuarta ciudad del país.

 

Su cabeza nunca encontrará explicación.

 

Perdió una guerra, pero ahora se encamina al exterminio.

 

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