Con un pico histórico de 82 % de hospitalización y quince nosocomios saturados al 100 % de acuerdo con las cifras de la Secretaría de Salud federal, el gobernador Barbosa deberá tomar el próximo viernes la decisión más difícil de su gobierno: alargar por tercera vez el confinamiento o permitir una reapertura peligrosísima de la economía para el 25 de enero.
Si alarga por tercera vez el reconfinamiento ante el inminente semáforo rojo para la entidad hasta por lo menos el 11 de febrero, se ajustará a las proyecciones de la Universidad de Washington que fija ese día como el momento en que comenzará a bajar la velocidad de contagios.
Por supuesto que es la decisión más sensata, pero que ahora sí enfrentará la oposición abierta de la iniciativa privada y quizá la rebeldía abierta de una economía agonizante que significa un retroceso ya peor en 2020 de lo que fue 1995 y prefigura un terrible 2021 en todas las cifras macroeconómicas.
Lo peor ya no está por venir, sino que está ocurriendo al mismo tiempo que Morena y sus aliados se preparan para defender los municipios más importantes del estado, así como la mayoría en el Congreso local.
Si decide mantener cerrada la economía, el PRIANRD tendrá el argumento electoral que necesita.
Lo cierto es que las cifras son de pánico. Sin amarillismo ni estridencia, pero ahora sí llegamos al peor momento quizá en un siglo.
La red IRAG de la Secretaría de Salud reportó ayer un histórico de ocupación de 82 % con quince hospitales, los más grandes e importantes del estado, con un lleno absoluto. Prácticamente no hay una cama vacía pese a que el Dr. Martínez anunció 297 nuevas camas reconvertidas de urgencia.
Con los datos consistentes de toda la pandemia, sólo hay 23 camas disponibles si es cierto que ayer se reportaron mil 362 hospitalizados. Puede ser que la ampliación fast track pueda resistir, pero la duda es si hay personal médico suficiente para atender 297 camas nuevas.
Camas nuevas puede haber, pero ¿personal médico para atenderlas?
Hay buenas razones para un tercer alargamiento del confinamiento, pero también para la reapertura. Las razones económicas pesan, y pesan mucho.
La principal razón económica para la reapertura es que otra quincena significa más pobreza, menos producción, menos empleos formales e informales, menor actividad económica, más empresas cerradas y empleos perdidos para siempre.
A corto plazo también significa más inseguridad, pues son miles los poblanos sin trabajo que se convierten en delincuentes novatos.
Oficialmente se perdieron 39 mil empleos formales según el IMSS, pero nadie ha cuantificado cuántos informales, donde opera la mayor parte de la economía. Puebla fue el tercer estado más afectado del país.
En el ramo automotriz, las cifras indican una caída del 30 % en la producción de Volkswagen y Audi, casi 180 mil vehículos menos que en 2019.
Entre enero y agosto la producción industrial en Puebla se desplomó 24 %.
Es probable que el PIB poblano se caiga 20 % durante 2020, el doble que el desplome nacional, y la economía poblana sea la más afectada del país pese a todos los esfuerzos.
No, nadie quisiera encontrarse en el sillón del gobernador. El próximo viernes tomará la decisión que marcará su sexenio. Dirían los empresarios: reabrir o morir.
Por ello, hay que apoyarlo en cualquiera de los dos sentidos.
Sin el apoyo social y mediático, va a triunfar la urgencia de los empresarios, aunque el costo sean otros miles de muertos más a los 18 mil que perdimos en 2020.
La urgencia de la economía, o la urgencia de la enfermedad, o la urgencia de los muertos. ¿Cuál pesa más?