La refundación de Morena está en marcha, aunque el término de refundación no les guste y prefieran el de “reorganización”. Llegó la hora de quitarle el control a los “puros”, “fundadores” y todos aquellos que se sienten dueños del partido porque participaron en su fundación y no desean la llegada de “oportunistas”.
Morena ya es algo más que un movimiento: es un partido en el poder que quiere mantenerse en el poder. Adiós a la identidad de “movimiento” y “activismo”.
El plan ideado por Mario Delgado parte de esa premisa fundamental, y su instrumento es reabrir la afiliación en parte para cumplir la sentencia del TEPJF, y la segunda es dar mayor poder a los gobernadores en detrimento del Consejo Nacional que domina la corriente de los puros liderada por Bertha Luján.
Ese plan, bautizado de forma eufemística como “Alianza popular”, implica diferentes fases como afiliación y reafiliación, credencialización y la conformación de Comités Seccionales en defensa de la 4T que serán la primera línea de batalla en la revocación de mandato de Andrés Manuel López Obrador, en marzo de 2022.
Luego de ello, vendrán las Asambleas Distritales, pero no cualquiera podrá ser electo ni participar, pues se necesita una especie de aval de Instituto de Formación Política, que ejercerá de filtro para impedir que cualquiera se cuele a los órganos de dirección del partido.
Esta ruta tiene el aval de AMLO para impedir bloqueos como el que Bertha Luján, Citlalli Hernández, Ramírez Cuéllar y varios más ejercieron para imposibilitar la renovación de la dirigencia nacional y estatales.
Para Mario Delgado, tras las elecciones de 2021, el nuevo eje del poder deben ser los 16 gobernadores de Morena, pues ya tiene la mitad de territorio del país y en 2022 avanzarán más.
Todo este proceso culminará en 2022, ya que Morena realizará las asambleas estatutarias para elegir a sus congresistas distritales y comités estatales. En noviembre de 2022 realizará su Congreso Nacional para renovar el Consejo Nacional, el Consejo Consultivo y las Secretarías del Comité Ejecutivo Nacional.
Como ya lo establecí, el Instituto de Formación Política se encargará de armar talleres de capacitación, pero en realidad serán los filtros para impedir que “puros” accedan al Consejo Nacional y estatal.
En ese sentido, el gobernador Barbosa tendrá mano para poder designar al nuevo dirigente estatal de Morena. Por fin, el gobierno estatal de Morena tendría un líder estatal que responda a sus intereses de cara al 2024.
¿Por qué tendrá mano?
Porque la fuerza de la operación estatal se hará sentir a cargo de Eric Cotoñeto y Julio Huerta, el subsecretario de Gobernación que le ganó la partida a Ardelio Vargas como brazo operador de Casa Aguayo.
¿Habrá entendimiento entre Mario Delgado y Barbosa?
Se ve difícil, pero el diseño hace que el gobernador tenga un peso específico superior a Carlos Evangelista, relegado en la entrega de comisiones en el Congreso, así como de Edgar Garmendia, quien finalmente decidió convertirse en “armentista”.
Ese grupo tiene como candidato a Aristóteles Belmont, enviado a Puebla por el círculo duro de AMLO: Alejandro Esquer, Octavio Romero y Claudia Sheinbaum. Quiere darle un giro a Morena que incluye criticar a Lalo Rivera, porque hasta hoy nadie lo hace.
El grupo Barbosista tiene como opción a Eric Cotoñeto, pero el plan B es el director general del Icatep, Noé Torralba, encargado de las brigadas de afiliación que han comenzado a movilizarse.
La pregunta es si con la firma de la “Alianza Popular” y el arranque de la reorganización o refundación de Morena, Mario Delgado y Luis Miguel Barbosa fumarán la pipa de la paz, o se entregará el armado de los Comités al grupo de Evangelista.
