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Viernes, 05 Febrero 2021 03:15

Los prestanombres de Mario Marín: pequeñas pistas

Los prestanombres de Mario Marín: pequeñas pistas Escrito Por :   Arturo Rueda

El sexenio de Mario Marín fue una robadera descomunal a ojos de todos los poblanos. No se recuerda mayor época de corrupción, sólo semejante a la de Piña Olaya. Los PRIciosos fueron una banda de ladrones. No hubo burócratas mayores o menores que no se enriquecieran ilícitamente. Fue un saqueo a Puebla.


 

Si el amor acaba, como cantó José José en la legendaria melodía de Rafael Pérez Botija, también se acaba la relación entre políticos y prestanombres. Esos vínculos de complicidad económica, más tarde que temprano, siempre tienen fecha de caducidad. Conozco de cerca varios casos y todos han terminado mal.

 

¿Qué es terminar mal? Pues que el prestanombre se chinga al político en el momento que cae en desgracia. Se apropia de lo apropiado. O le roba lo robado. Como usted prefiera.

 

Se rumora con insistencia que los prestanombres de Marín lo han desconocido, así como a su familia. Que dejaron de contestarles llamadas y que ‘el Góber Precioso’ ya no tiene dinero para su defensa jurídica. Que por eso prefirió claudicar y entregarse a la FGR.

 

Eso motivó su detención. Entre el congelamiento de cuentas de la IUF, la confiscación del dinero en Andorra y la traición de sus prestanombres, precipitaron el derrumbe.

 

El sexenio de Mario Marín fue una robadera descomunal a ojos de todos los poblanos. No se recuerda mayor época de corrupción, sólo semejante a la de Piña Olaya. Los PRIciosos fueron una banda de ladrones. No hubo burócratas mayores o menores que no se enriquecieran ilícitamente. Fue un saqueo a Puebla.

 

Caído en desgracia o no, no está de más averiguar la relación de Marín con sus numerosos prestanombres que forjó en ese sexenio. Casi todos desaparecieron del ojo público y casi casi se los tragó la tierra. No fueron vistos otra vez. Disfrutan en la paz de la desmemoria.

 

El caso más conspicuo es el del secretario de Obras Públicas. A Javier García Ramírez, que acumuló una riqueza demencial y después fue perseguido en el morenovallismo, no se le volvió a ver nunca. Ha transcurrido una década desde que se fue prófugo. De que sus domicilios fueron cateados y decomisados. Los delitos de los que fue acusado ya han prescrito, y aun así nunca regresó a la luz pública. Tampoco capturado, lo que significa que invirtió más en su huida que su mismo ex jefe.

 

¿Qué habrá sido del célebre Rata Ramírez? Entre sus muchos desfalcos, no se olvida, se cuentan La Célula, el Hospital del Norte, el Centro Expositor y la pavimentación de la Atlixcáyotl.

 

Otro caso es el de Gerardo Pérez Salazar. El secretario de Finanzas, en el último tramo del sexenio y tras la derrota electoral, logró la aprobación de un crédito por 2 mil 500 millones de pesos que nadie sabe en qué se gastó. Fue inhabilitado por un año por el gobierno morenovallista, pero las causas jurídicas continuaron, pues se ordenaron embargos contra sus bienes.

 

Pérez Salazar, que había construido una cierta reputación en la Casa de bolsa Vector, todavía hace un tiempo seguía litigando esas inhabilitaciones. El dato más relevante son los millones y millones que se enviaron a esa Casa de Bolsa, pues aunque Pérez Salazar dejó el negocio para transitar a SFA, su esposa Margarita Rojas Palacios canalizó todas las inversiones.

 

Tanto dinero hizo Pérez Salazar que nunca más necesitó trabajar.

 

Lo mismo ocurrió con el Cuñadito David Villa Issa: el subsecretario de egresos del marinismo desapareció también. Una temporada se dijo que estaba bastante enfermo. También fue inhabilitado derivado del robo al camión de valores en el estacionamiento de la Secretaría de Finanzas. El botín fue de más de 30 millones de pesos en efectivo, y la contraloría morenovallista logró probar que se trató de un desfalco armado desde la dependencia. Nadie sabe nada de él.

 

Entre los empresarios ningún caso es más obvio que el de Ricardo Henaine Mezher. En este prepotentazo Moreno Valle delegó descargar la ira popular de la corrupción marinista. Le quitó el terreno de Valle Fantástico para construir el Parque Metropolitano, así como el Mesón del Ángel, que era la sede de El Heraldo, lo que nos conecta con otro prestanombres, Pepe Hanan, que se quedó con la radiodifusora 10.10 AM, ahora llamada Efekto 10. Como es decente, a lo mejor él sí se reporta todavía.

 

Henaine fue el prestanombre de Mario Marín para comprar el equipo Puebla a la familia Bernat, según narró Emilio Maurer. Además tenían el negocito del aeropuerto de Huejotzingo que también les tumbó Moreno Valle.

 

Henaine nunca ha dejado de estar en el ojo del huracán ni de producir escándalos por sus fraudes fiscales y su desenfrenada forma de gastar. Perdió el registro de El Heraldo nacional, sus agencias de autos dejaron de ser productivas. Y aun así, siguió gastando a manos llenas, lo que detonó la persecución de la UIF de Hacienda porque sus gastos no cuadran, lo que llevó al congelamiento de sus cuentas por gastos no reportados por 208 millones de pesos de 2013 a la fecha. Nada más.

 

Hablar de los prestanombres y de todos aquellos que se enriquecieron al cobijo de Mario Marín llevaría páginas y páginas. Termino este recuento con el ahora empresario de medios de comunicación Edgar Nava, uno de los constructores favoritos del Precioso, y que con su súbita prosperidad adquirió las agencias de Puebla Automotriz, desde donde despacha sus asuntos del redivivo diario 24 Horas Puebla.

 

Cada quien robó como pudo y quiso. Alfredo Arango, ex titular de Salud, pagó con cárcel pero luego fue liberado. Los hermanos del precioso también se dieron a la fuga y nunca rindieron cuentas, así como sus hijos. Marín Jr. dejó como prestanombres permanente a Paco Ramos, aunque no se sabe si todavía le rinde cuentas.

 

En fin, polvos de viejos lodos. Pero si Barbosa le quiere buscar, ahí están los primeros hilos para jalar. Pero repito: de los prestanombres del precioso se pueden escribir tomos enteros.

 

Ah, claro, se nos olvidaba que Valentín Meneses hizo tanto dinero que hasta una notaría pública pudo comprar en 10 millones de pesos en efectivo.

 

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