Domingo, 13 de Octubre del 2024
Miércoles, 27 Abril 2022 04:10

La hipocresía como marca de la casa

La hipocresía como marca de la casa Escrito Por :   Arturo Rueda

Esa hipocresía se escucha, se lee, se observa, en los dos temas que dominan la conversación del país: la tragedia de la chica Debanhi Escobar y los señalamientos de los Traidores a la Patria que votaron en contra de la Reforma Eléctrica que fortalecía a la CFE y disminuía el poder de las empresas extranjeras como Iberdrola


 

La hipocresía —no la del lector— es la marca de la casa. Aquello que alguien llamó “vicios privados, virtudes públicas”. El sermón de lo políticamente correcto se impone como lectura de la escena pública conforme a los dictados de la ideología del momento, la tiranía de las redes sociales y claro, la presión de los grupos minoritarios pero muy vociferantes.

 

Esa hipocresía se escucha, se lee, se observa, en los dos temas que dominan la conversación del país: la tragedia de la chica Debanhi Escobar y los señalamientos de los Traidores a la Patria que votaron en contra de la Reforma Eléctrica que fortalecía a la CFE y disminuía el poder de las empresas extranjeras como Iberdrola.

 

Analicemos el caso del paredón de los nuevos Santa Annas que lloran, ay dolor, por los millones de dedos que los señalan como vendepatrias.

 

A lo largo de los últimos 20 años, el PRIAN ha bañado en adjetivos y apodos a Andrés Manuel López Obrador. Desde los pseudo intelectualoidesMesías Tropical’— a los grotescos ‘El Cacas’— y finalizando con su obra de arte en el 2006: ‘Un Peligro para México’.

 

La lista es francamente amplia, por lo que tomaré unos pocos ejemplos.

 

‘El vejete’

 

‘El decrépito’

 

‘Inepto’

 

‘El desequilibrado’

 

‘AMLOCO’

 

Si me sigo, no acabo. Pero lo que quiero es mostrar como a la primera provocación, la oposición utiliza un lenguaje agresivo, clasista, discriminador y promotor del odio en contra de López Obrador, quien como toda figura de poder es blanco de críticas y burlas —¿quién no lo ha sido?—. López Portillo era ‘El perro llorón’, Carlos Salinas ‘Pelón’ y ‘Orejón’. Calderón el ‘Borracho’, ‘Briagales’.

 

Los insultos a López Obrador son de otro calibre, pues se usan como desahogo emocional, pero también tiene una carga de desprecio, odio e incluso coprofagia —‘El kks’—. El Presidente de México es la bacinica en la que vacían a diario, minuto a minuto, ese aborrecimiento.

 

Un capítulo aparte es el “Peligro para México” que, en 2006, fue parte de la artillería para bajar a la mala a AMLO, una connotación peligrosa por antidemocrática. Desde ese momento, los fifís le declararon una guerra de odio a AMLO.

 

Ahora, a esos prianistas les toca la sopa amarga de los insultos, pero lloran porque el que las hace no la consiente. Es un adjetivo incluso decimonónico eso de vendepatrias, como pasado de moda, pero que encajó a la perfección para acomodar el comportamiento legislativo de los diputados federales que votaron en contra de fortalecer la CFE y bajar las tarifas de luz.

 

Con el curso de los días, el llanto prianista se volvió clamor “Ya párenle, ya párenle”. Lo mismo lloraron en la representación de la ONU en México, y todo fue peor cuando se reveló en las encuestas que 65 por ciento de los mexicanos coincidía en calificar de vendepatrias a esos legisladores.

 

Pero la decencia les duró poco, pues inmediatamente quisieron contraatacar y lanzaron postales en redes sociales, ahora ellos calificando de Traidores a la Patria a AMLO y a Claudia Sheinbaum.

 

¿Pues no que había que parar las campañas de odio?

 

El caso Debanhi, en Nuevo León, ha exhibido la hipocresía de un feminismo tóxico que niega la realidad del riesgo en que vivimos todos los mexicanos. Que existe una distancia entre la teoría feminista que señala el derecho de las mujeres a divertirse, a salir en las noche, a vestir como ellas quieran, y otra la realidad hiperviolenta de este México.

 

Ese fake feminismo, sin embargo, no se inmuta en condenar a las amigas de Debanhi por haberla dejado sola en la fiesta, bajo el argumento sororo de que “juntas llegamos, juntas nos vamos” pasando por alto que cada quien es dueño de su libertad. ¿Por qué las criminalizan si tan sororas son?

 

El caso de la chica en Nuevo León ha puesto en medio de la discusión lo que el feminismo tóxico no quiere discutir: qué pasa en las familias y en los jóvenes que compran el discurso de que pueden hacer lo que quieran, incluso desobedecer a sus padres para hacer realidad ese sagrado derecho “a divertirse”, sin que se ponga en la mesa la discusión del riesgo de un país impune y violento.

 

Porque precisamente los jóvenes quieren eso, divertirse, sin valorar el riesgo que corren al exponerse. Y de la necesidad de que en las familias se hable de eso, de los riesgos, antes de que ese derecho se imponga en una realidad violenta.

 

Los hipócritas, de vez en cuando, presumen de buenos modales.

 

Los hipócritas, de vez en cuando, se ponen sororos.

 

Los hipócritas, de vez en cuando, son buenos hermanos feministas.

 

 

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