Como nadie es profeta en su tierra, es probable que el peso político de Ignacio Mier en Puebla sea cercano a cero. Ni quiere ni puede influir, y aunque él no ha dicho nada al respecto ni se ha destapado, un cierto run run de aspiraciones a 2024 —alimentado por envidiosos— pudrió lo que llegó a ser una excelente relación con el gobernador Barbosa.
Pero visto lo visto ayer en Palacio Nacional, la reunión del presidente López Obrador con los diputados federales de Morena-PT-PVEM para agradecerles su desempeño en la batalla por la Reforma Eléctrica, queda claro que Ignacio Mier Velazco está entre los tres principales operadores políticos del tabasqueño.
Dicho de otra manera: en la estructura política que gobierna México, después del presidente López Obrador se encuentra Adán Augusto —el titular de Segob fue destapado en ese mismo evento como corcholata de la sucesión presidencial—, Mario Delgado dirigente nacional de Morena y luego el coordinador de Morena-PT-PVEM en San Lázaro.
Paradojas de la política: ¿se puede tener ese peso político a nivel nacional, y a nivel Puebla ser ninguneado? Es perfectamente posible. Y así ocurre en la realidad.
En otros tiempos no. Durante el prianato, no había político poblano que no se pusiera de tapete con Don Beltrones o con Emilio Gamboa, hasta con el gris César Camacho. Pero en los tiempos de Morena, en los que nadie sigue una línea definida excepto la que AMLO señala —y a veces también hay divergencia, disidencias al proyecto presidencial— las cosas pueden ser paradójicas.
El extremo de ese ninguneo promovido por cierta prensa poblana —y ya se sabe que el ninguneo es primo hermano de la envidia— minimizó el papel central de Mier Velazco en Palacio Nacional al costo de persistir en el ridículo.
“Mira, se equivocó tres veces en el discurso”. “Mira, le aplaudió más a Adán Augusto”. “Mira, AMLO ni se sabía bien su nombre”. “Mira, ahora no va a poder con la Reforma Electoral”. “Mira, ni sabía que era de Puebla”. “Mira, mira, tuvo que leer su nombre”.
Ese cierto periodismo tiene como asesor y dueño a Jorge Estefan Chidiac, Supremo Corrupto elevado ahora a la categoría de analfabeta político que nunca entendió la jugada de la Reforma Eléctrica, como tampoco la entendió nadie del PRIAN. Bueno sí, sólo Rubén Moreira que ofreció votarla, según infidencia pública.
¿Algún día el Rey del Moche recibirá un reconocimiento presidencial de ese tamaño, que incluso dobla la apuesta al encargarle a ‘Nacho’ Mier procesar la Reforma Electoral con asambleas informativas por todo el país y Parlamento Abierto?
Pues claro. A los corruptos como Estefan les basta los millones en maleta como reconocimiento, pero a la vez eso lo hace alejarse del poder. Hoy sólo es un enanito con dinero.
El coordinador priista del Congreso poblano quedó como lo que es: un mequetrefe, ya que AMLO confirmó que todo fue una trampa. Que la Reforma Eléctrica ya no era tan importante dado que ya se había establecido la constitucionalidad de la LIE en la Suprema Corte. Que el PRIAN hasta perdió doble, porque la Reforma le garantizaba a los privados 46 por ciento del mercado, y ahora que la CFE puede turbinar las hidroeléctricas, se irá hasta 90 por ciento.
“Se enojan si se les llama traidores”, dijo AMLO, repitiendo el guion que se repetirá en la negociación de la Reforma Electoral: evidenciar sus intereses, que la rechacen y luego mandarlos al paredón pacífico de las urnas.
Luego, la deferencia fue máxima:
—Ya que se equivocó mucho Don ‘Nacho’, yo también me puedo equivocar... y lentoooo dijo “Ignacio-Mier-Velasco”, y dejó pasar largos segundos en los que toda la bancada se levantó para vitorearlo, mientras unos gritaban coordinador, otros gobernador.
—Ignacio… Mier… Velasco… de… Puebla… de… Zaragoza.
¿Qué más necesita un político que el reconocimiento del Presidente, así de amplio, así de respetuoso?
Nada, pero eso no lo ignoran los analfabetos de la política.
Sólo les da envidia.
De la peor.