En 2016, el PRI designó candidata a la gubernatura a Blanca Alcalá. Estafan Chidiac era dirigente, y entre ambos nombraron a Alejandro Armenta como coordinador general de campaña pese a su carácter volcánico.
Armenta venía de ganar la diputación federal por el distrito de Tepeaca un año antes, y en 2012 fue coordinador de la campaña de Peña Nieto en Puebla. Así se quitó la resaca de la derrota de 2010, cuando comandó la trágica derrota de su compadre Zavala.
Blanca lo reclutó porque un año antes se había enfrentado de manera combativa al morenovallismo.
Pero la cosa no resultó como se esperaba porque el temperamento violento de Armenta provocó problemas al interior y al exterior de la campaña.
La candidata tuvo un arranque desangelado pese a la presencia del priismo nacional porque un día antes se filtró el discurso de Blanca: ya todo mundo sabía qué iba a decir, cómo iba a criticar tímidamente a Moreno Valle y sus pocas propuestas.
En el war room blanquista hubo caos, y Armenta fue señalado de filtrar el discurso a CAMBIO para deshacerse de enemigos internos porque la filtración provino del correo AAM.
Un caso clásico de canibalismo priista
Armenta renunció a la coordinación y encontró una solución sugerida por Estafan: denunciarme por extorsión en la Fiscalía.
¿Cómo?
¿Por qué?
Acusación imposible porque Armenta y yo no cruzábamos palabra. Pensó que para librarme de la denuncia yo iba a delatar a mi fuente, es decir, al filtrador del discurso.
¿Cómo y cuándo lo extorsioné?
¿Cuánto le pedí?
Me quejé con Blanca y ella se disculpó a su nombre. Dijo que se comportaba de manera incontrolable y que ya no la ayudaba. Que le creaba más problemas de los que le resolvía.
Un par de días después, me buscó el jefe de prensa de Armenta, un ex locutor de nombre ‘Pepe’ Tomé.
Me dijo que Armenta iba a desistirse de la denuncia a sugerencia de Blanca y que ahí quedaba la cosa.
No lo acepté: Armenta me había denigrado públicamente con mentiras. Había inventado un intento de extorsión siguiendo la línea de Estafan.
Era un caso que no podía prosperar en la Fiscalía porque Armenta y yo no cruzábamos palabra.
Tomé preguntó qué quería para tranquilizar la situación, quizá pensando calmar el pleito con vulgar dinero.
Yo le pedí una retractación pública. No me interesaba el sucio dinero de Alejandro Armenta.
Tomé dijo que lo evaluarían.
Al otro día se presentó con una cartita firmada por Armenta para medio retractarse, medio disculparse y decir que ya había gestionado retirar la denuncia.
Le dije que no me gustaba la redacción ni la forma: era una hojita de papel simple, no papel membretado.
Que me ponía “Sr. Arturo Rueda”, pero yo sí había estudiado: era licenciado o maestro o doctor. No señor.
Lo que más me molestaba era que no había una retractación clara: que yo nunca crucé palabra con él y por tanto no lo extorsioné.
No acepte la carta ni ningún acuerdo. Tomé tampoco ofreció dinero ni yo se lo pedí.
Le dije que esta ofensa marcaba una ruta en nuestra relación que se ha sostenido: enfrentamiento.
Soldadote volvió a aborrecerme en 2019 porque CAMBIO documentó su vinculación con el delincuente ‘El Grillo’, cómo lo apoyaba y luego difundió el audioescándalo en la que pedía medio gabinete de Barbosa como condición de retirar la impugnación en el TEPJF.
La gota que derramó el vaso fue el famoso audio de Pablo Salazar, Moranchel y Violeta, en el que juegan con inyectar glucosa o azúcar a Barbosa para acabar con él, y no en sentido político.
Salvo una breve temporada en que cierto primo suyo me pidió como favor personal que buscara mejorar mi relación con él, con Armenta no cruzo diálogo.
Su estilo político me asquea. Sus formas son vomitivas. Y me parece un enemigo brutal de la prensa libre, pues es capaz de todo para maniatar, amordazar, acabar.
Instigó una investigación de la UIF usando a Santiago Nieto.
Ahora usa su alianza con Estefan para reiniciar la historia de la extorsión sin ofrecer pruebas, cómo, dónde, cuánto.
Es capaz del uso de cualquier aparato del Estado a su alcance para lastimar y difamar.
Utiliza la envidia o el odio de otros colegas como vehículo, sin entender que en el futuro sufrirán el mismo trato.
Ahí está la carta con sus medio disculpas.
Perdone el lector tanto fastidio, pero es necesario contar estas cosas