Saturday, 27 de April de 2024

Jueves, 24 Septiembre 2015 03:50

Nunca más voy a comprar un mugremóvil Volkswagen




Written by  Arturo Rueda

Ya habíamos advertido en este espacio que la preocupación por los temas ambientales en Estados Unidos es diferente, y que esa distancia de percepción no nos dejó valorar en primera instancia el impacto del dieselgate, así como sus implicaciones en Puebla. Pero tan grave es la contaminación allá, como acá. ¿Por qué Volkswagen se preocupa más por sus consumidores gringos? ¿Por qué no saca de su red de concesionarias la venta de sus vehículos TDI bajo sospecha?


Volkswagen ha perdido la confianza de los consumidores estadounidenses, y ahora toma la peor actitud posible respecto de su familia mexicana. Aunque en Estados Unidos sacó de la venta sus mugremóviles TDI investigados por la Agencia Ambiental por emitir gases contaminantes hasta 40 veces superior al límite, en México permanecen a la venta en su red de concesionarios y no hay intención de sacarlos del mercado. Es decir, los mexicanos pueden ahogarse en contaminación sin que le importe a ningún directivo de Volkswagen México. Importan los gringos, no los mexicanos. Los Jetta TDI 2016 todavía se ofrecen a la venta en 357 mil pesos y los vendedores dicen que no hay ningún riesgo de que salgan del mercado porque “en México las normas ambientales no son tan rígidas como en Estados Unidos”. Valemos madre.

 

Es indudable que los poblanos nacemos con Volkswagen tatuado en nuestro corazón. No se trata solamente de que la empresa alemana alimenta en 18 % el PIB local: es una cuestión emocional, una liga afectiva. Como su exitosa publicidad, en algún punto de nuestra vida todos tuvimos un Jetta, por lo menos en la cabeza. Puebla y la factoría alemana son marcas enlazadas, y ese enamoramiento de cincuenta años se consolidó cuando en 2012 decidieron traer su planta Audi a San José Chiapa, hasta entonces un municipio perdido en medio de la nada. De alguna manera, todos tenemos un pariente que trabaja para la Vocho o sus proveedurías.

 

Pero nada es peor que la soberbia y hace tiempo que Volkswagen no trata a los poblanos como su casa en América. Por ejemplo, como recién públicó el reportero Iván Tirzo en Milenio, los municipios de Coronango y Cuautlancingo no les ha ido nada bien con la trasnacional. Cobrarles el impuesto predial es un lío, y los directivos siempre recurren al gobernador para eludir las contribuciones a las que tienen derecho. Y aunque la marca germana promociona todo tipo de iniciativas ambientales, tienen en el olvido a los dos municipios en los que se asienta su planta. Muy mal, cero generosidad.

 

Recientemente, el gobierno morenovallista le dio a Volkswagen una serie de beneficios brutales como incentivos para traer a Audi. De entrada, los exentó del Impuesto Sobre la Nómina por los próximos diez años. Y en las obras para la planta en Chiapa ya se gastó alrededor de 10 mil millones de pesos, unos 650 millones de dólares. Y la verdad es de que los 3 mil 800 empleos directos que se van a crear, la mitad es para alemanes. Por si fuera poco, desde 2013 han recibido 653 millones de pesos en subsidios a la producción. Se le han reparado los caminos alrededor de la planta, se les ayudó en la regularización de predios en San José Almecatla para ampliar la factoría.

 

Si Puebla le ha dado mucho a Volkswagen, y Volkswagen a Puebla, ¿por qué nos tratan como consumidores de segunda? ¿Por qué no muestran un poquito de preocupación? ¿Hay que meterles demandas millonarias como en Canadá y Estados Unidos ya se está haciendo? ¿De verdad tanto les valemos madres?

 

Ya habíamos advertido en este espacio que la preocupación por los temas ambientales en Estados Unidos es diferente, y que esa distancia de percepción no nos dejó valorar en primera instancia el impacto del dieselgate, así como sus implicaciones en Puebla. Pero tan grave es la contaminación allá, como acá. ¿Por qué Volkswagen se preocupa más por sus consumidores gringos? ¿Por qué no saca de su red de concesionarias la venta de sus vehículos TDI bajo sospecha?

 

Claramente es un trato de segunda que no nos merecemos los mexicanos. Es cierto, nos han traído inversiones, pero tampoco somos un país bananero que se merezca el maltrato de unos alemanes soberbios. Es la hora, por ejemplo, que el presidente de Volkswagen México, Andreas Hinrichs, no se ha tomado la molestia de acudir a los medios a dar su versión de los hechos; lo único que sabemos es que ayer se reunió con Moreno Valle, pero no de lo que hablaron, ni de las implicaciones para miles y millones de poblanos que dependen de la producción de la planta automotriz y están ansioso por tener noticias. Winterkorn renunció, el jefe en EU reconoció que “la cagaron”. ¿Los mexicanos no merecemos ninguna explicación?

 

No sé ustedes, pero a mí me dan ganas de nunca más comprarme un mugremóvil Volkswagen. Su próxima publicidad, en vez de presumir Think Blue, debe decir que ahora son coches dignos del Ecoloco de Odisea Burbujas. Además de tramposos, estos alemanes nos están resultando viles discriminadores.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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