Guerra de lopezobradoristas Para salvar Pemex   
		 Crónica incisiva de un weekend
		 Última parte   
		 Jesús A. Castañeda Montes 
		
		  
		Apenas anoche lo invoqué  para que nos echara una mano con las Sagradas
		  Escrituras, pero  ignoraba que él ya no podía echarle la mano a nadie: Monsi (a quien el  cura hambriento -¿también de poder?- llamó Monseñor) murió esté weekend. 
		 
		  ¡¿En dónde se van a  meter los miles de papalotes con su rostro que el Gobierno del Distrito Federal  pensaba distribuir con motivo de su 70 aniversario?! Les propongo el Museo del  Estanquillo (copatrocinado con dinero del Gobierno del Distrito Federal), no  porque le dé la categoría de bodega, sino porque esos papalotes con el rostro  del difunto Monsi, sin duda, son o serán una verdadera obra de arte (en  la que colaboran Francisco Toledo y Rafael Barajas El Fisgón). 
		 
		  Amén. El inventario  mortuorio: Monsiñor, Ernesto y Corrupto Ahumada. Tres al hilo y antes  del inicio de la “batalla decisiva”. Parece que sí nos van a chingar (el  petróleo). ¿Amén? 
		 
		  En el lugar donde estoy  a punto de desmayarme, un señor que se encuentra a mi lado está emocionadísimo.  Supongo que odiaba a alguno de los muertos. Me equivoqué. 
		 
		  Para empezar, él sólo  menciona a Corrupto Ahumada y dice recordarlo cuando lo ordenaron en no sé  dónde. 
		 
		  “Ponga que estamos ante  un ¡hecho histórico!” Mira, mira, mira, me cree periodista y hasta me dicta.  Según él me da la de ocho, pero yo creo que tengo la de dieciséis: ¡Domingo de  dos hechos históricos… sorry, Novo! 
		 
		  Ante tanto muerto y la  duda de si están quemados (cremados) o no, me enfoco en Corrupto, y le pregunto  a mi director general sobre él. Nomás para saber qué sabe. Dice que era de  Tamaulipas, que esto y que lo otro. Está norteado: yo sabía que era de  Argentina. Después duda y menciona que quizá era de Veracruz. Tampoco, ¡es más  abajo! “La mamá –de Corrupto- era de Córdoba”, afirma. Ahora sí que me agarró  en curva, me declaro incompetente. Él sí era de Córdoba, pero de Argentina y no  de Veracruz. De la mamá yo no sé nada, mucho menos si tenía. 
		 
		  Una señora, ya mayor y  bajita de estatura, entra en la conversación en el preciso momento en que yo le  preguntó a mi director general si quemaron a Corrupto. “No, él pido que lo  enterraran aquí”. La señora, quizá por la edad, no alcanzó a escuchar esto  último y se quedó con mi pregunta que tomó como afirmación: “¡Habiendo tanta  tierra, por qué no lo entierran como Dios manda!” 
		 
		  Pues parece que sí va de  cuerpo entero en el féretro, y ya le dieron vuelta a la derecha. Nosotros tres  también realizamos un movimiento y rápidamente encaramos al féretro en el otro  lado. Cuando éste pasa enfrente de nosotros, la distancia es muy similar a la  que guardaba López Obrador con mis otros acompañantes y yo cerca de Pino  Suárez. 
		 
		  Sin embargo, Corrupto va  muerto y el otro dizque resucitó. Llo reitero: eso de la resurrección, la vida  y el gozo eterno… ¡son pantomimas! Pero en realidad ¿va solo? 
		 
		  ¿Qué pasó con los  cadáveres del doctor Ernesto Corrupto y Monsiñor? Yo creo que sí van los  tres adentro, ya que quemados (cremados) si caben. ¿O desaparecieron? 
		 
		  Ahora sí que, como se  trata de dos cadáveres, necesitamos por lo menos dos asesores de primera. 
		 
		  Pensaba toparme, en  plena Catedral Metropolitana, con el C. ex senador Diego Fernández de Cevallos  quien es otro hijo de su (santa) madre Iglesia. El C. ex senador también era  amigo, estamos seguros, de Corrupto Ahumada. Más aún, el C. ex senador sabe de  estas cosas de desapariciones o féretros tenebrosos… ¡y estamos en la casa del  Señor de los Cielos! Pero no me lo topé. 
		 
		  ¿Y el otro asesor  necesario? Un reformador irreformable… el C. senador Manlio Fabio Beltrones.  Como es del dominio público, el C. senador desapareció a Mario Aburto
		  Martínez el 23 de marzo  de 1994 y luego lo apareció como por arte de magia. Pero ahora
		  Beltrones no se vio por  aquí. 
		 
		  Como ya no nos podemos  confiar en nada ni en nadie, hagamos de cuenta que en realidad son tres los  desaparecidos –los cadáveres-, además de los dos asesores de primera que  andamos buscando. Para estar en igual de condiciones, lo mismo que en el  debate, busquemos a otro asesor, el que nos tendrá que ayudar a encontrar el  supuesto cadáver supuestamente desaparecido de Corrupto Ahumada. ¿Quién tendrá  que ser nuestro nuevo asesor? 
		 
		  El único que lo puede  ser… el C. Carlos Salinas de Gortari. De éste se presume una cercanía –en sus  tiempos de vivo- con Corrupto Ahumada. La tiene fácil, porque además el C.  anterior era también experto en desapariciones (inclusive al otro mundo). 
		 
		  Bueno, y la cercanía con  Corrupto data por lo menos de la década de los noventa. En ese entonces, salvo  honrosas excepciones, hasta los perredistas bendijeron las relaciones con  Corrupto Ahumada. Todos, como una gran familia encabezada por el C. Carlos y  Corrupto Ahumada, dijeron: “Establezcamos relaciones con estos batos (o  vaticanos)”. 
		  Se acabo ahora sí que la  buena suerte. Ni desaparecidos ni asesores a la vista. 
		 
		  No quedó claro eso de la  “batalla decisiva”. Quién sabe qué ocurrió con los cadáveres en este weekend.  Quién sabe qué pasó con otros cadáveres de todo tipo y con los fósiles… ¿que se  convertirán en petróleo? 
		 
		  Y quién sabe si alguien,  como diez minutos antes de que terminara su discurso, le gritó algo a López  Obrador porque éste exclamó: “¡Ya voy a terminar!” ¿Con qué, con quién? Y hasta  prometió carpeta… en este país, México. 
		 
		  ¿La perspectiva, como  siempre, es el carpetazo? 
		Cuidad de México, abril de  2008.
		   
		  
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