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Oli Cooney era un chico muy preocupada con su físico. Había sufrido mucho durante la adolescencia por las críticas que había recibido en el instituto por su peso. Por ello, cuando cumplió 16 años empezó a tomar esteroides y anabolizantes para cambiar su imagen.
Ello, junto a un duro trabajo en el gimnasio le valió para conseguir los resultados esperados. Sin embargo, unos días más tarde de cumplir la mayoría de edad, los médicos le recomendaron que todas esas pastillas estaban dañando gravemente su salud.
Antes de fallecer, este joven británico ya había sufrido dos ataques cardíacos y tres accidentes cerebrovasculares. No hizo caso a las advertencias de los médicos y tan sólo dejo de tomar los esteroides cuando le diagnosticaron daños irreversibles.
Pero ya era demasiado tarde. Una mañana, cuando salía de su trabajo, Cooney inició una carrera para coger un taxi que le llevara a casa y se desplomó. Los servicios de emergencias intentaron reactivarle pero los médicos únicamente pudieron certificar su muerte.

