Friday, 03 de May de 2024

El PRI se cuadra ante Marín y lo recibe como Jefe Máximo

Lunes, 25 Agosto 2014 02:35
Ni el mismo Mario Marín imaginó la efusividad que generó su regreso entre los priistas y a la vida política en Puebla. En menos de dos horas que duró el Consejo Político Estatal del PRI pasó de ser el “Góber Precioso” a “mi gobernador” entre los tricolores.
  • Héctor Hugo Cruz Salazar



Mario Marín fue el primer sorprendido. Ni él mismo imaginó que sería así su regreso entre los priistas y a la vida política. Menos, que en dos horas que duró el Consejo Político Estatal del PRI pasara de ser el “Góber Precioso” a “mi gobernador” entre los tricolores. Y ni en sus sueños pudo imaginar que los “peces gordos” se cuadraran ante él, como cuando era el Jefe Máximo.



Para Juan Carlos Lastiri, Blanca Alcalá, Javier López Zavala, Enrique Doger, Jorge Estefan Chidiac, Fernando Morales, Pablo Fernández, Víctor Giorgana, Carlos Sánchez, Lorenzo Rivera y un largo etcétera, Marín dejó de ser un lastre, un impresentable y un innombrable.



Y es que quizá los “liderazgos” del PRI saben que Marín y su mala fama ya no los afectará más. Que su principal verdugo tiene la misma mala fama o una mucho peor. Saben que Rafael Moreno Valle, el #GóberBala, carga a cuestas una imagen a nivel nacional de autoritario, represor y asesina niños, que ni con cientos de millones de pesos gastados en medios de comunicación ha podido quitar del imaginario colectivo.



Por eso los priistas volvieron a ser la misma familia feliz que fue antes de la debacle. Una familia disfuncional, pero familia al fin. Urgidos de un liderazgo, sus hijos políticos le dieron el perdón a Marín. Los mismos a los que les daba pena presentarse a su lado o reconocerle que les dio todo y los hizo quienes son hoy.



El Consejo Político no sólo sirvió para justificar la forma en la que se designará a sus dirigentes, fue más bien un reencuentro de esa familia tricolor que cuando acabó el poder se separó. Ahí, sin decir nada, en los hechos, en los abrazos y apretones de manos se lamieron las heridas, se perdonaron las ofensas mutuas y se volvieron a aceptar como miembros de la familia.



Ejemplos de agraviados y agraviantes son muchos.



Blanca Alcalá, que de ser una funcionaria gris de medio pelo fue designada por azares del destino como candidata y llevada a la alcaldía de la mano de Marín y, que una vez que dejaron el poder se alejó y renegó de él. Pero gracias a lo que le dio su mentor político tuvo con que pelear el Senado dos años después. El sábado también dejó a un lado todas sus telarañas y fue a saludarlo, a hacerse presente ante él y sonreír a su lado.



Enrique Doger, la oveja negra de la familia priista y el más acérrimo rival del marinismo, hizo lo propio en público y le reconoció a “su gobernador” el liderazgo. Fue el único que además de ir a saludarlo, también fue a despedirlo a escasos metros de su camioneta.



Juan Carlos Lastiri, hoy poderoso subsecretario de Desarrollo Social del gobierno de Peña Nieto también “tuvo que tragar sapos”, esperar a que su ex jefe atendiera a otros priistas, para agachar la cabeza, extenderle la mano y después de recibir “el perdón Precioso”, darle un abrazo y un apretón de manos, seguido de un “cómo estás gobernador”, “a tus órdenes mi gobernador”.



Javier López Zavala, el diputado federal plurinominal, hechura cien por ciento marinista, también olvidó todos los “agravios” que recibió de su mentor, a quien ha llegado hasta a culpar de su derrota en su búsqueda por la gubernatura. Lo encontró a medio camino, se paró, lo saludó, le dio un abrazo y casi le juró amor eterno.



 



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Aplausos, besos, abrazos, apretones de mano, solicitudes de audiencia y hasta peticiones para sacarse la foto se encontró Mario Marín en el salón La Pastora. No se sabe si fue la sorpresa de su presencia, si hubo línea de por medio o si de verdad los priistas ya le perdonaron algo.



Lo único real es que reapareció entre los priistas tres años y seis meses después de concluir su sexenio, sumergido en el descrédito por el escándalo Lydia Cacho. Tras 42 meses de sequía de poder, de perder hasta la ascendencia política entre los suyos, el “Góber Precioso” se hizo presente en el Consejo Político Estatal para asumir de facto el liderazgo moral en el tricolor.



Los mismos que ayer lo negaron y renegaron de su apoyo, que lo criticaron, enjuiciaron y señalaron como el responsable de la peor derrota del PRI en Puebla tras entregar la gubernatura al #GóberBala, lo recibieron como el héroe de la película.



Gabriel Barragán Cazares, delegado especial del CEN para la capital, y Bárbara Ganime, quienes flanqueaban a Marín Torres, fueron testigos del reencuentro y perdón de la familia priista poblana.



Ana Isabel Allende y Víctor Gabriel Chedraui, el futuro uno-dos del PRI estatal, también pasaron a recibir la bendición del jefe del marinismo, al igual Pepe Chedraui, próximo líder municipal en la capital. Y no renegaron de él.



Marín los saludó, abrazó y posó con ellos para las cámaras. Allende y Víctor Gabriel se fueron sonrientes, plenos y agradecidos. Pepe Chedraui algo pensativo, quizá dudando si fue una buena idea acercarse al “Góber Precioso”.



 



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Mario Marín no se movió nunca del lugar que ocupó en la primera fila, justo en el centro de todos. En su lugar recibió a todos los priistas. En su papel de jefe de la tribu tuvo tiempo para saludar a todos, para escucharlos, para recomendarlos y para concertar reuniones más adelante. A nadie le dijo que no.



Más sorprendido que seguro de lo que hacía, Marín no podía decir que no a nada. Y aunque tenía prisa por irse, los priistas no lo dejaban ir. Querían su foto. Increíble, pero cierto.



Marinistas como Valentín Meneses, Lauro Sánchez, Santiago Bárcenas, Francisco Ramos, Alejandro Cruz, Manuel Camargo, entre otros, atestiguaron el regreso triunfal de su jefe. Mario Marín Jr. con ellos, celebró el regreso de su padre.



Pablito Fernández fue de los más efusivos en saludar a su ex jefe y líder político. El aún dirigente estatal del PRI llegó hasta la zona donde estaba sentado y se enfundó con este en un abrazo, de esos de caguamo que tanto gustan a los tricolores.



Marín se dejó querer, saludó, conversó, hizo citas y se tomó la foto con todos los que se lo pidieron. Fue un día pleno para él después de más de mil 260 días sin poder y de que sus hijos políticos comenzaron a avergonzarse de él. Hoy ya lo perdonaron. 























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Modificado por última vez en Lunes, 25 Agosto 2014 03:29