Jueves, 25 de Abril del 2024
Martes, 09 Marzo 2021 01:50

La peor conmemoración del día de la mujer

La peor conmemoración del día de la mujer Escrito Por :   Silvino Vergara

«El problema con Eichmann fue precisamente que muchos fueron como él, y que la mayoría no eran ni pervertidos ni sádicos, sino que eran y siguen siendo terrible y terroríficamente normales». Hanna Arendt


 

Una de las mujeres más brillantes de los últimos tiempos, Hanna Arendt (alumna de Martín Heidegger, destacadísimo filosofo de mediados del siglo XX, y esposa de otro filosofo alemán, Gunther Anders, quien mantuvo correspondencia con el piloto arrepentido del avión norteamericano que arrojó la bomba de Hiroshima el 6 de agosto de 1945), fue a la que la revista Times de Estados Unidos de América le encargó que hiciera el reportaje del juicio que se estaba llevando a cabo entre 1960 y 1961 en Jerusalén del general e ingeniero alemán Adolf Eichmann, a quien la historia le ha cargado la responsabilidad de los seis millones de judíos asesinados en el régimen nazi.

 

Ese juicio, proveniente de una detención ilícita, prácticamente de un secuestro en Buenos Aires, Argentina, por la policía Israelí a dicho general, puso en la mesa del pensamiento mundial muchas cosas, que hoy podemos volver a considerar con lo que está sucediendo con la humanidad. Lejos de que el trabajo de la filósofa hubiera sido una mera descripción de los careos, las diligencias, los argumentos, las pruebas ventilados en ese proceso penal —que terminó con la sentencia de pena capital al general—, lo que ella concluyó fue algo mucho más preocupante para la humanidad, pero que fue censurado por mucho tiempo durante la década de los sesenta del siglo xx, debido, quizá y en parte, por ser mujer, por ser filósofa, por ser judía, por haber huido de Alemania, pero, sobre todo, por los magníficos resultados de sus análisis (apreciados en su obra Eichmann en Jerusalén).

 

En el epígrafe de este ensayo aparece esa sentencia tan lapidaria:

 

El problema con Eichmann fue precisamente que muchos fueron como él, y que la mayoría no eran ni pervertidos ni sádicos, sino que eran y siguen siendo terrible y terroríficamente  normales. Desde el punto de vista de nuestras instituciones legales y de nuestras normas morales a la hora de emitir un juicio, esta normalidad es mucho más aterradora que todas las atrocidades juntas.

 

Es decir, de lo que ella se percató en ese juicio fue que este general era indiferente de las consecuencias de sus acciones, pues segregar judíos, capturarlos, transportarlos, llevarlos a la cámara de gas era un trabajo rutinario que, incluso, no percibía detrás de su escritorio en su labor diaria. Nunca se puso a pensar cuál era la consecuencia de las acciones que él comandaba y supervisaba; por ello, nunca se arrepintió de sus acciones, como si no hubiera hecho otra cosa que cumplir con su deber; es decir, vivió en la indiferencia de su trabajo, lo cual dedujo esta filósofa del siglo xx.

 

Si esto lo trasladamos a lo que sucede en la actualidad, a lo que vivimos en estos días, es verdaderamente lamentable que el esfuerzo, estudio y análisis de esta extraordinaria profesora sean infructuosos para esta generación. Hoy, que estamos en el día de la mujer, bien se puede decir que vivimos lo mismo que ella detectó en aquel juicio: la indiferencia.

 

Resulta patente la indiferencia al día de la mujer por doquier. Basta, simplemente, observar que, por un lado, las instituciones públicas dicen exactamente lo que no hacen, como es contener y acabar, por todos los medios que tienen, con la explotación de la mujer. El servicio prestado en las fiscalías, de las policías, en los juzgados, en los tribunales y el resto de las dependencias públicas es de simple indiferencia a las mujeres víctimas. Pero eso no es todo, la indiferencia también está en otras instituciones gubernamentales e, incluso y lo que es más grave, comandadas por las propias mujeres. Tal es el caso de las secretarías de Estado, que se han encargado, con indiferencia, de ahuyentar la inversión en el país, o el de las autoridades fiscales, que tienen a miles de mujeres atemorizadas con los requerimientos fiscales; en cambio, ellas, en plena indiferencia de sus declaraciones públicas a los medios de comunicación. Asimismo, el organismo nacional de derechos humanos está viviendo en la indiferencia de lo que sucede en el país con las mujeres que deben salir a trabajar, muy a pesar de la pandemia y de miles de recomendaciones que no les llevan un pan para mantenerse en ese confinamiento.

 

El sistema está olvidándose de la mujer inversionista, quien no ve las bases ni la confianza en la nación para mantener sus inversiones en el territorio nacional; se olvida de las profesionales, obreras, empleadas, estudiantes, y parece indiferente respecto de si viven en el desempleo, de si son empleadas en empresas quebradas o a punto de hacerlo, de si son mujeres que cuentan con un arrendamiento abandonado por el inquilino (desde luego, sin pagar), si tienen madres y abuelas peregrinando por una vacuna, o bien, si son estudiantes que, por donde quiera, no ven esperanza alguna. En tanto, en las instituciones públicas, viven en la indiferencia de su quincena y confinados para una mejor ocasión.

 

Lastimosamente, estas fechas bien que deberían poner nuevamente en alto esa extraordinaria síntesis de la filósofa; la cual, por ser censurada en su tiempo, estamos viviendo exactamente las consecuencias de ello, es decir, lo mismo que sucedió hace casi 80 años: la indiferencia. Por ello, esta es la peor conmemoración del día de la mujer. (Web: parmenasradio.org).

 

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