Lunes, 13 de Octubre del 2025
Viernes, 13 Agosto 2021 00:45

México-Cuauhtemoctitlan: 500 años de tormento

México-Cuauhtemoctitlan: 500 años de tormento Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

Estos días, hace 500 años, el psicópata Pedro de Alvarado clavó su bandera en el templo de Huitzilopochtli, implicando la rendición de México-Tenochtitlan y el colapso del Imperio Mexica, dando inicio al dominio español sobre el territorio que sería conocido como Nueva España. Los españoles habían vuelto a la capital Mexica con ánimo de revancha, a cobrarse cada lágrima llorada a la sombra del ahuehuete de la noche a la que antes llamábamos triste y hoy, victoriosa, debido a un lapsus semántico de Claudia Sheinbaum.


 

Pasado algún tiempo, concluyendo que las cuentas no cuadraban y que el oro obtenido del saqueo de la ciudad no era suficiente para satisfacer las ambiciones de su ejército, Hernán Cortés, quién sabe si por iniciativa propia o por la de alguno de sus lugartenientes, autorizaría que remojaran los pies del cautivo Cuauhtémoc en aceite y les prendieran fuego a fin de forzarlo mediante la tortura a responder a la pregunta que daba sentido a su empresa: “¿Dónde está tu tesoro?”

 

Puestos a renombrar lo mismo árboles que calles o países, a México, al cual Alexander von Humboldt llamaba, por sus inagotables riquezas, “cuerno de la abundancia”, quizá deberíamos renombrarlo México-Cuauhtemoctitlan, literalmente, “[la] tierra del señor Cuauhtémoc”, por resistir estoicamente durante 500 años tormentos similares a los que resistió el ‘tlatoani’. (¿O acaso, a la vuelta de los siglos, consumada su independencia y alcanzada cierta madurez institucional y política, yace en un lecho de rosas?)

 

Que la prodigiosa cabra Amaltea derramara sobre nuestro país el dulce contenido de su cuerno nos resultó, casi una fatalidad: durante cinco siglos nuestras riquezas naturales han sido objeto del despojo; por los siglos de los siglos, los extranjeros han clavado su bandera en nuestra tierra, en nuestros suelo y subsuelo, y en nuestras venas abiertas, con especial saña: de acuerdo con la Dirección General de Minas, históricamente a las empresas mineras se les han otorgado en concesión hasta 120 millones de hectáreas, equivalentes, nomás, al ¡55 por ciento del territorio nacional!

 

Quizá porque la antigua potencia global se siente con ciertos derechos (neo)coloniales sobre un país al que aún considera menor de edad, es que España ha destacado por su voracidad; para sus multinacionales, México sigue siendo tierra de conquista. Con la necesaria complicidad de nuestras autoridades aquellas han sido especialmente gandallas: hasta hace no mucho, no había contrato público al que OHL no pudiera hincar el diente a cambio de un finde en Mayakoba, Repsol se dio un festín en la Cuenca de Burgos a costa de la Reforma Energética, Iberdrola tuvo el descaro de fichar como consejero a FeCal; mención honorífica, capítulo aparte merece la compra por parte de PEMEX de la viguesa Hijos de J. Barrera, negocio familiar de los Mouriño.

 

En circunstancias similares a las nuestras, peligrando el control de sus industrias estratégicas, como “medida de defensa nacional altamente progresista” (Trotsky), otros países latinoamericanos han optado por acciones drásticas: Bolivia expropió REE y Argentina, Repsol YPF, y Venezuela se apropió legalmente de un millar de empresas gachupinas de todos los tamaños (“¡Exprópiese!”). ¿Que Cárdenas echó del país a Royal Dutch Shell, a Standard Oil Company y a los impresentables Sinclair? Hold my beer...

 

Estos días, al conmemorarse el aniversario de la caída de la capital Mexica, el presidente de México volverá a pedir al rey de España hipócritas disculpas por la Conquista, lo cual sería el desenlace lógico de la revisión cuatroteísta de ese capítulo de nuestra historia.

 

Aprovechando, convendría que también le exigiera algo más que un gesto simbólico por las canalladas cometidas por las empresas de su país en perjuicio nuestro y en beneficio, muchas veces, de su propia familia.

 

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