Jueves, 28 de Marzo del 2024
Martes, 24 Agosto 2021 00:56

La errática presidencia de un eyaculador precoz

La errática presidencia de un eyaculador precoz Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

La Ofensiva de primavera del ejército de Vietnam del Norte, en 1975, tomó a todos a pie cambiado; la rapidez con la que colapsaron las defensas de Vietnam del Sur no sólo sorprendió a los survietnamitas y a sus aliados estadounidenses, quienes confiaban en que aguantarían, al menos, otro año, sino a los propios norvietnamitas, quienes, en vista de los éxitos obtenidos, redoblaron esfuerzos para alcanzar Saigón a tiempo para celebrar el cumpleaños de Ho Chi Minh, el 19 de mayo.


 

En la capital sureña, la cual había permanecido relativamente en calma a lo largo de la guerra, comenzó la evacuación militar más importante desde la Guerra de Corea. Si bien la operación sería un éxito, dejaría para la posteridad algunas de las imágenes icónicas de la Guerra de Vietnam, las cuales contribuirían enormemente a agravar la crisis de confianza que caracterizó al Estados Unidos de los 70, entre Watergate y el vuelo inaugural del Columbia: gente desesperada amontonándose contra las verjas de la embajada estadounidense, un UH-1 Huey aterrizando sobre el techo de la oficina de la CIA y otros similares hundiéndose en el mar del Sur de China...

 

Adherido alegremente a las decisiones tomadas por su antecesor, en 2020 (Rendición de Doha), durante meses, Retreatin’ Joe sostuvo que la retirada de Estados Unidos de Afganistán luego de dos décadas de una ocupación marcada por sus ocurrencias sería ordenada, segura y en sus propios términos; públicamente, afirmó que la blitzkrieg talibán probablemente sería infructuosa, que el gobierno afgano resistiría el embate enemigo, al menos, hasta finales de año y que de ninguna manera se repetirían las dramáticas imágenes de Saigón, que “we won’t see people being lifted off the roof of a embassy”.

 

Quién sabe si las imágenes dantescas que nos siguen llegando desde el aeropuerto de Kabul, el último reducto de las fuerzas de ocupación, le quiten el sueño a alguien que ha visto todo tipo de barbaridades (y protagonizado otras tantas), pero le desmienten. Las evidentes meteduras de pata del Departamento de Defensa y de los servicios de inteligencia, los cuales se confiaron, por decir lo menos, y del Departamento de Estado, el cual ha sido incapaz de coordinar una evacuación eficiente, ayudan a mitigar el golpe al presidente pero no lo suficiente como para atajarlo; su amortiguación no es tanta como para evitarle la vergüenza histórica al commander-in-chief.

 

El desmadre en Afganistán corona el muy complicado primer año la administración Biden, el cual de suyo ya pintaba para regular tirando a malo por el alza histórica de los precios y del flujo de inmigrantes, y por el repunte de casos de COVID-19. Al parecer, Premature ’Joe’, a la sazón, uno de los políticos más experimentados que haya subido sus presidenciales pies sobre el Resolute, no ha resultado ser el gran líder que nos vendieron; no, el líder confiable que en la hora crítica no haría un perro oso a la vista del mundo ni permitiría que la situación se saliera de control ni, luego, repartiría culpas como larines. (¿Cómo dicen, que las segundas partes de la administración Obama nunca son buenas?)

 

Para la todavía joven presidencia del ya no tanto ‘Joe’, la salida caótica de Afganistán es su momento Jimbo, un clímax decepcionante que quiebra prematuramente su relación con los votantes estadounidenses. La pérdida de confianza abrupta en el presidente posiblemente implique graves consecuencias para su partido en las elecciones intermedias del próximo año y, probablemente, sea lapidaria para sus propias aspiraciones reeleccionistas; y lo que es peor, ya ha desbaratado la narrativa oficial, según la cual su elección corregiría el arco histórico triunfante de Estados Unidos luego de la disrupción trumpista.

 

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