Prácticamente todos son iguales, comparten la personalidad de escalar en el servicio público a partir de una actitud tirana y déspota hacia la población, a quien supuestamente deben servir. Otros ni siquiera dan la cara a la sociedad, se patean por debajo de la mesa y escupen a la espalda de sus superiores ante cualquier oportunidad para intentar quedarse con su puesto.

 

Han perdido el piso, su vocación de servicio se limita a ponerse un chaleco bordado con su nombre encima de una blusa o camisa de marca. Buscan la manera de colarse a un puesto público para chupar del erario el más tiempo que puedan.

 

Y cuando ya no pueden más porque los cambian o los corren, intentan regresar, hacen lo posible para estar de vuelta. Pagan, se arrastran, se arriman, se humillan para conseguir un cargo y después se sacuden para recuperar el orgullo y de ahí nunca bajan. Cuando su ciclo termina vuelven a empezar.

 

Estas personas necesitan rodearse de otros iguales que reafirmen y validen sus justificaciones, creando murallas ante el escrutinio público y la más mínima crítica hacia su desempeño.

 

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Parecía que María del Sol Cortés Cortés Bautista había sido relegada del equipo de Claudia Rivera, pero alguien la salvó. Hubo cambios a tres meses de terminar el actual gobierno municipal y Leobardo Rodríguez Juárez la colocó como directora técnica de Tesorería.

 

Pero a los pocos días perdió el piso y le jugó chueco. De inmediato se sentía más fuerte que el propio tesorero Leobardo, decía que el feminismo de Claudia haría que ella subiera como tesorera y en un descuido tendría el puesto, aunque de finanzas no supiera nada. Además, olvidó que metió a trabajar a su cuñado y pesa sobre él una denuncia sexual que la podría alcanzar por omisión.

 

Para no olvidar sus días de gloria, pidió una oficina grande, chofer y asistentes. Pero su tiempo en la administración pública está por caducar y ella lo sabe, por eso aprovecha cada minuto que le queda en su aventura de tres años.

 

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Apenas llegó en abril a la Dirección de Inspección y Vigilancia de la Secretaría de Movilidad y Transporte y Fernando Loranca Huidobro piensa que todo el sector se debe de someter a su mandato.

 

Su pasado por la Dirección de Vialidad del Estado lo traiciona: se conduce, grita y manotea como todo un agente de tránsito. Habla y se expresa con groserías sin importar la situación, amenaza de todas las formas posibles y hasta con el dedo índice pretende demostrar su autoridad.

 

Este 30 de agosto quedó exhibido en todo su esplendor. Un grupo de transportistas le exigió que cumpliera con su trabajo e hiciera valer un amparo judicial para que una ruta no interviniera en su recorrido, y le pegó en su orgullo. El ex policía pretendió imponerse, pero la situación estaba clara, aun así, les gritaba a todos. Al final Loranca sintió que resolvió el asunto a su forma: con gritos y amenazas, aunque lo único que tenía que hacer era cumplir la ley y no dejarse corromper.

 

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Ardelio Vargas Fosado tuvo la habilidad de brincar de un gobierno panista en Puebla al gobierno priista de Enrique Peña Nieto, y ahora con Morena en el Gobierno del Estado. Su estilo es conocido en todo el país.

 

Sin embargo, la semana pasada tuvo un acto irreconocible: presentó su renuncia al gobernador Miguel Barbosa, pero no le fue aceptada. Se molestó porque no fue tomado en cuenta para el cambio de los 26 delegados de la Secretaría de Gobernación, pero el gobernador lo controló.

 

Se hizo política y no se exhibió el disgusto, esta vez fue diferente y la mano dura de Ardelio fue controlada en Casa Aguayo, en donde se privilegió su capacidad para mantener la política interna de Puebla.