Viernes, 03 de Mayo del 2024
Miércoles, 30 Noviembre 2022 00:19

La Marcha del millón: la conquista de la plaza pública

La Marcha del millón: la conquista de la plaza pública Escrito Por :   Francisco Baeza Vega

El acarreo fue una de las prácticas más reconocibles del sistema político mexicano; ganar elecciones o llenar estadios y eventos ofreciendo a los asistentes algún tipo de estímulo a costa del erario era cosa común


 

Desde los tiempos inmemoriales del PRI-gobierno hasta los más recientes del PRIAN, el acarreo fue una de las prácticas más reconocibles del sistema político mexicano; entonces, ganar elecciones o llenar estadios y eventos ofreciendo a los asistentes algún tipo de estímulo a costa del erario era cosa común. El infame modus operandi instituido por el ex partidazo era el pan o palo porfirista en su forma más desproporcionada: un Boing de guayaba y una torta de jamón o tus cosas en una caja, el lunes.

 

Las viejas prácticas que constituyeron uno de los pilares más aborrecibles del Ancien régime contrastan con lo experimentado éste domingo durante la llamada Marcha del millón: a diferencia de quienes eran llevados a fuerza para repetir porras y consignas, la inmensa mayoría de quienes nos confundimos en un clamor difuso que comenzaba en Me asomo por la ventana... y terminaba en ...te las cantamos a ti no lo hicimos coaccionados sino convencidos, un comportamiento que seguramente sea difícil de comprender para quienes se ganaban la vida comerciando voluntades.

 

La incomprensión del fenómeno que ha puesto patas pa’rriba la vida política del país también lleva a creer erróneamente que la marcha millonaria habría sido motivada por el ardor estomacal que le habría provocado al Narciso de por aquí cerquita la marcha opositora de hace un par de semanas. Ambas manifestaciones están relacionadas casualmente, por supuesto; una propició a la otra, sí, pero no por un arrebato propio de diván sino por un cálculo político frío, gélido como andén de central camionera a las 6 am: cualquiera que haya leído a Gene Sharp entenderá que el oficialismo debía arremangarse la camisa, mostrar su músculo, recuperar la iniciativa inmediata y contundentemente a fin de prevenir que sus adversarios camparan cómodamente en la plaza pública.

 

No es que el miedo ande en camión guajolotero sino que la estrategia opositora es bien sabida: los golpes suaves made in USAID comienzan siempre con la divulgación de rumores e intrigas, y con la organización de campañas de defensa de las instituciones ante a los supuestos abusos del poder para crear un clima de malestar social, y culminan, siempre, en la toma de la plaza como antesala al asalto final a los palacios. Sharp explica claramente aquello que Chávez sabía y que Allende menospreció: la movilización popular es última línea de defensa de la revolución frente al envión de la reacción.

 

La consolidación del proyecto político del primer marchista del país depende, pues, de su capacidad de mantener a sus huestes movilizadas, es decir, en pie de guerra para pelear de todas, todas, lo mismo las próximas elecciones que las primeras planas de los diarios o la encuesta tuitera, y, sobre todo, la más importante, el pulso de la calle. ¡Ahí, a ras de pavimento, se decidirá el futuro!

 

Marchando a su lado, añado, medio emocionado, el arte antiquísimo de “conquistar un primer triunfo y seguir avanzando, de triunfo en triunfo, sin interrumpir la ofensiva” (Lenin), parece una gran fiesta:

“…tu boca que es tuya y mía,
tu boca que no se equivoca,
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía.

 

“Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo,
y en la calle, codo a codo,
somos mucho más que dos”.

 

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