Jueves, 28 de Marzo del 2024
Jueves, 28 Abril 2022 03:51

La versión oficial será un borrachazo accidental

La versión oficial será un borrachazo accidental Escrito Por :   Arturo Rueda

En medio de ese destino trágico, según la historia contada por las amigas, se cruzan excesos como el consumo de alcohol, una actitud incontrolable —según ellas— que las llevaron a tomar la decisión de abandonarla a su suerte en un taxi “de confianza” que habían conocido esa misma noche. El taxista accedió a regresar por ellas, sin prender su aplicación Didí, y fue incapaz de controlarla o reaccionar de otra manera cuando ella —intoxicada— decidió bajarse. Todo es absurdo, todo es inverosímil.


 

El caso de la desaparición y posible feminicidio de la chica Debanhi Escobar concentra la atención de México, y aun así, la investigación es un total desastre. Lo es por todos lados: desde la desaparición de la muchacha, el protocolo de búsqueda que duró 13 días, en el hallazgo del cadáver, y ahora en periciales inverosímiles para guiar a una conclusión: nadie la mató, todo fue un ‘borrachazo’.

 

Ya lo había perfilado así Samuel García: no un homicidio ni un feminicidio, sino un lamentable accidente producto de qué. Pues del abuso del alcohol. ¿Por qué? Porque de las declaraciones de las amigas que no eran amigas, así como del chofer de la plataforma DiDi que pasó por ella, el único mensaje claro y contundente es que ella se encontraba muy borracha, o drogada, o borracha y drogada.

 

Las feministas pondrán el grito en el cielo con el ‘conceptito’ que mejor manejan: revictmización. No importa si ella había bebido, no importa si se había drogado. Las mujeres tienen derecho a salir, a divertirse, a vestir como ellas quieran, a regresar como ellas quieren, y nadie tiene derecho a matarlas. Ya nos conocemos ese discurso.  

 

El feminismo y sus conquistas libertarias para las mujeres, sin embargo, han derivado de manera tóxica a una práctica de libertinaje que tiene su efecto fundamental en el núcleo familiar, así como en la disciplina que imponen los padres de familia hacia los jóvenes. O que deberían imponer.

 

Lo expresó con claridad el padre de Debanhi: después de los 18 años, bajo el discurso de que ya era mayor de edad, su hija exigió su libertad de salir a fiestas sin ser supervisada ni disciplinada. Mario Escobar, como muchos papás, se plegó a ese discurso de los nuevos tiempos: ella puede hacer todo sin que nadie se lo pueda impedir.

 

Libertad sin responsabilidad es libertinaje. Lo han dicho todos los autores clásicos de la filosofía desde los griegos: la libertad es el autogobierno de las posibilidades y de los riesgos. El feminismo radical, sin embargo, niega todo eso y también se niega a abordar una discusión alternativa.

 

Por supuesto que nadie tiene derecho a matar a una mujer. De hecho, a nadie. Eso es una obviedad, y para eso se consignan los tipos penales. Pero en la realidad, se mata a hombres y mujeres, sin que hasta ahora ninguna de las estrategias planteadas por el feminismo y por el feminismo radical se haya traducido en una caída de los feminicidios y de la violencia de género. No hay indicador de éxito.

 

No ha funcionado elevar las sanciones en el tipo penal de feminicidio, ni las nuevas legislaciones como la Ley Olimpia. Tampoco las marchas, especialmente las acciones violentas como las pintas, el vandalismo a edificios públicos e incluso los ataques directos a sedes de gobierno. “Las paredes se limpian, las mujeres no regresan”. Es cierto, pero las mujeres siguen sin regresar.

 

Los papás de Debanhi le pidieron no salir esa noche. Dice Mario Escobar que incluso le mostró fotos de las desaparecidas, a su hija y a sus amigas. No funcionó. Las tres se fueron. Dos regresaron vivas a su casa, Debanhi no.

 

En medio de ese destino trágico, según la historia contada por las amigas, se cruzan excesos como el consumo de alcohol, una actitud incontrolable —según ellas— que las llevaron a tomar la decisión de abandonarla a su suerte en un taxi “de confianza” que habían conocido esa misma noche. El taxista accedió a regresar por ellas, sin prender su aplicación DiDi, y fue incapaz de controlarla o reaccionar de otra manera cuando ella —intoxicada— decidió bajarse.

 

Todo es absurdo, todo es inverosímil.

 

Ahora el lío es para la Fiscalía de Nuevo León que no encuentra cómo cuadrar de manera convincente un accidente mortal, un ‘borrachazo’, resultado de una serie de acciones desafortunadas. No puede explicar cómo cayó en la cisterna, pero no murió ahogada, sino de un golpe.

 

No hay manera, pero ya se avecina el carpetazo y todo va a quedar como un ‘borrachazo’ mortal, un accidente trágico.

 

El caso Debanhi quedará en la memoria colectiva como uno más de esos casos burlescos de la justicia mexicana. Igual que el de la niña Paulette.

 

Pero si eso pasa en la investigación de una muerte que concentra toda la atención del país, ¿cómo serán las actuaciones ministeriales en los otros miles de desapariciones, feminicidios y homicidios que azotan a México? El otro hilo de por qué la situación no mejora: la impunidad.

 

El núcleo de la investigación jurídica es cuadrar cómo murió la chica.

 

El fondo de la discusión moral es la inverosímil versión de por qué las amigas abandonaron a Debanhi a su suerte con un taxista que apenas conocían. No cuadra de ninguna manera.

 

Las lecciones deben ser para todas las familias de México.

 

 

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