Detrás de las justificaciones del proceso electoral presidencial que han agitado Marcelo Ebrard Casaubón y Enrique Alfaro Ramírez se encuentra una no muy oculta maniobra para que ambos políticos incrustados en Morena y Movimiento Ciudadano desplacen a los liderazgos de López Obrador y Dante Delgado y se apropien de esos dos partidos.
Ebrard salió del PRI en 1995 y en 2000 intentó fundar con Manuel Camacho Solís el Partido del Centro Democrático, una idea en su momento muy importante porque hubiera implicado la reorganización del sistema de partidos después del colapso del PRI en 1988. Sin embargo, Camacho y Ebrard carecieron de capacidad arquitectónica para construir un nuevo partido político, se centraron en las candidaturas presidenciales y de jefe de gobierno capitalino y no alcanzaron el 3 por ciento mínimo para un registro legal.
Ebrard saltó de un partido a otro y aterrizó en el PRD lopezobradorista en el 2000, cuando declinó a su candidatura al jefe de gobierno por el PCD y ahí firmó el acta de defunción del partido de Camacho, aunque dio una machincuepa de trapecista cirquero político al declinar a favor del candidato perredista López Obrador y sumarse a su equipo de trabajo. López Obrador le dio a Ebrard la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, su fracaso provocó el cese contundente del cargo por el presidente Vicente Fox y López Obrador lo sacó del ahogo político al nombrarlo secretario de Desarrollo Social de la capital.
En la sucesión presidencial del 2006, López Obrador renunció a mediados de 2005 para dedicarse a conseguir la candidatura perredista, pero desde el control político del Gobierno capitalino el tabasqueño impuso por dedazo la candidatura de Ebrard a la sucesión capitalina de 2006, sobre todo porque importantes figuras del PRD se habían apuntado para esa posición. El dedazo de López Obrador —antidemocrático, grosero, arbitrario e intolerante-- se resumió en una sola frase: “yo creo que el candidato debe ser Marcelo” y entonces todo el aparato político del DF se volcó para apuntalar el dedazo favorable a Ebrard.
Alfaro Ramírez llegó a la gubernatura de Jalisco por la decisión personal, de dedazo e impositiva de líder Dante Delgado Rannauro, y tuvo mucho espacio personal para ejercer el poder estatal. Sin embargo, Alfaro nunca se preocupó por Jalisco y siempre pensó en la candidatura presidencial de 2024, a sabiendas de que tenía que pasar por una ruptura con MC y desde luego una confrontación con su líder -para bien o para mal- Delgado Rannauro.
El gobernador Alfaro quiso hacer una jugada de dos bandas: imponer en MC a su candidato sucesor en la gubernatura en función de sus propios intereses y no de los del partido y tratar de asignar su figura como candidato a la presidencia de la República por MC, pero desde una posición provincial, sin influencia nacional y sin tomar en cuenta otras dos figuras que habían crecido más en el escenario del partido: el gobernador neoleonés Samuel García y el alcalde regiomontano Luis Donaldo Colosio Riojas, los dos incluidos en los escenarios demoscópicos de la candidatura presidencial de Movimiento Ciudadano.
Desde su posición local y muy por abajo de las encuestas, el gobernador Alfaro no quiere competir por la candidatura sino apoderarse de la nominación y de paso tomar el control del partido con la nada sana intención de jubilar a Delgado Rannauro y frustrar los intereses del fundador del partido.
Ebrard y Alfaro fueron recogidos -el lenguaje del derecho familiar- por López Obrador y Delgado Rannauro, recibieron todo el apoyo y recursos para gobernar el DF y Jalisco y debieron de ajustarse a los modelos sucesorios de cada una de las dos organizaciones políticas, sobre todo porque Ebrard y Alfaro carecen de bases sociales propias en sus partidos y en la República y dependen del apoyo y los recursos de Morena y MC. Ebrard ya se confrontó directamente contra el liderazgo político de López Obrador y le quiere arrebatar la facultad política inventada por el priismo que acunó a Ebrard de designar a su sucesor y Alfaro también está resquebrajando la unidad interna de su partido porque no le entregan de manera directa y sin restricciones la candidatura presidencial y de paso el control de la organización partidista.
Lo malo de esta cuadratura del círculo es que Ebrard y Alfaro carecen de liderazgo dentro de Morena y MC y sólo quieren el partido como trampolín presidencial.
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