El luto entristeció a comunidades enteras. De su duelo se habló en las mesas de trabajo de los funcionarios de todos los niveles, desde sus comunidades, en el gobierno del estado y en el gobierno federal, al grado de que el presidente Peña Nieto abandonó la recepción del Grito en palacio nacional y dejó a sus invitados, para enfrentar los retos del problema y tomar decisiones, las cuales comenzaron con el envío de sus secretarios para comprometer recursos y acciones a favor de las comunidades, que cada vez que el dios Tláloc se enfurece desencadena la tragedia y arrebata lo poco que la gente de esos lugares posee.

Tradicionalmente la tragedia sólo alcanza a los que menos tienen y los arroja a los ejércitos de los más pobres de este país.

Su situación contrasta con la de los habitantes pobres de la ciudad capital, que hoy al menos tuvieron tres días de fiesta con la oportunidad de disfrutar —según sus propias declaraciones— a los artistas.

Hoy quienes no tienen ni para la renta o la canasta básica, tuvieron por primera vez en su vida la oportunidad de escuchar, conocer y disfrutar a sus ídolos, que a través de la radio los han hecho disfrutar de la vida y llorar sus penas.

Se exagera aquella expresión de que “al pueblo pan y circo”.

Hoy sólo hay que entender que en su marginación también tienen derecho a disfrutar lo que otros sin ningún problema tienen la oportunidad de deleitarse como el pan nuestro de cada día.

Y gracias a estos tres días de fiesta, desde la Secretaría de Turismo se reconoció a Puebla como la entidad y el destino turístico más contundente, que logró captar la atención y preferencia de quienes buscan un destino para estos puentes, por encima de los puntos tradicionales de las fiestas patrias, como Querétaro, San Miguel de Allende, Hidalgo y la ciudad de México.