Monday, 06 de May de 2024


Recordando a un político honesto




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“Hay que servir a los pobres, a los grupos de los más necesitados, mujeres, madres solteras, niños y ancianos”.

“Hay que ser humildes sirviendo a los demás sin servirse uno de ellos”.

 

 

“Los puestos son como la vida, transitorios”.

 

 

Y “el peor enemigo lo tenemos más cerca de lo que nos imaginamos, está oculto o a un lado, es el adulador que nos rodea”.

 

 

Frases, palabras que no las dijo el papa Francisco, sino un político poblano que gobernó Puebla de 1975 a 1981: el doctor Alfredo Toxqui Fernández de Lara.

 

 

Recordado en su natal Cholula, el doctor Alfredo Toxqui fue homenajeado ayer a nueve años de su partida por las autoridades cholultecas, aunque se notó la ausencia de la presidenta municipal. Ante su monumento estuvieron quienes fueron miembros de su gabinete. También acudieron jóvenes escolares de la telesecundaria de la zona que lleva su nombre, y por ese núcleo importantísimo que es el ciudadano que sabe recordar y reconocer la labor del político que no solamente acuñó la frase “cancelemos odios y rencores” sino que la llevó a cabo y supo sumar el esfuerzo de todos los poblanos.

 

 

Por eso cuando a diario en los medios de comunicación se mencionan los enriquecimientos inexplicables de gobernadores actuales, de políticos y hasta de funcionarios de cuarto y quinto nivel, es importante gritar a los cuatro vientos de la geografía poblana, que en Puebla hubo un ser dotado de generosidad y gentileza que gobernó y concilió a los sectores tras un periodo difícil cuando habían renunciado dos gobernadores: el general Rafael Moreno Valle por “problemas de salud” y el doctor Gonzalo Bautista O’Farrill por problemas de salud ideológica y de intransigencia política. Para terminar su sexenio tuvo que llegar de gobernador interino don Guillermo Morales Blumenkron para después dar paso al nuevo proceso político electoral para el que llegó este hombre sencillo que fue el doctor Alfredo Toxqui.

 

 

Del siempre bien recordado gobernante platico dos anécdotas que a su vez me comentó uno de sus colaboradores…

 

 

Llegó a avenida Reforma un concesionario de autos de la época, llevando una de las primeras camionetas que llegaron a México, grande y ostentosa, con vidrios polarizados y eléctricos, además del obligado sistema de aire acondicionado.

 

 

El distribuidor de la marca ante el doctor Toxqui hizo una detallada presentación de su vehículo que representaba lo último en tecnología.

 

 

Invitó al gobernador a subir a ésta y le fue mostrando todos los aditamentos de la unidad. Al bajar, el doctor Toxqui le dijo al concesionario de autos que “realmente se trataba de un excelente vehículo, pero que el gobernador del estado de Puebla con tantos gobernados pobres y necesitados, no era posible que se mostrara en un vehículo ostentoso y caro”.

 

 

Como dijera Ripley “aunque usted, no lo crea”, a lo que yo añadiría, sobre todo a las nuevas generaciones: Puebla tuvo un gran gobernante, sencillo, pobre y que salía a la calle a comprar sus libros y hasta el pan, como cualquier ciudadano, sin un séquito de ayudantes que lo cuidaran, porque quien lo cuidaba —decía— es el pueblo.

 

 

Pueblos mágicos

 

 

El estado de Puebla tiene varios lugares que han sido declarados pueblos mágicos; de los más relevantes se puede citar a Cuetzalan del Progreso con etnias orgullosas de su pasado que producen una ecología humana que es valorada por visitantes extranjeros y nacionales.

 

 

Zacatlán, llamado “Zacatlán de las manzanas” por los frutos de sus huertas, que aunque no tienen la belleza de las manzanas de California, gozan de un sabor y aroma inigualables. No podemos olvidar a las dos Cholulas, San Pedro y San Andrés, que alberga en su suelo a la pirámide en extensión más grande del mundo.

 

 

Pero… realmente habríamos de definir por qué pueblos mágicos y sin caer en cursis metáforas poéticas, porque más bien parecen producto de algo más que lo material, tienen ese toque que parece que fueron trazados por manos y talentos muy especiales, y así lo son.

 

 

Sin embargo, el ingenio popular ya comienza a decir que los pueblos mágicos no reciben ese nombre por sus atractivos, sino que más bien por las tendencias de latrocinio de algunos de sus gobernantes que desaparecen presupuestos, subsidios federales y estatales, y al final de su responsabilidad no dejan más que deudas y obras inútiles e inconclusas.

 

 

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