Sunday, 05 de May de 2024


Los demonios andan sueltos: ¡vamos a matar a Gali!




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¿Necesitamos traspasar los límites de una contienda electoral? ¿De verdad queremos un escenario semejante en nuestra entidad al que vivió el país en 2006 y 2012? ¿Qué viene? ¿Gali es un peligro para Puebla? ¿Agüera es amigo de Hugo Chávez y Maduro? ¿Más difamaciones sobre tendencias sexuales? ¿No aprendimos nada del 2010?

Algo se quebró en las elecciones 2013 cuando un grupo de choque integrado por jóvenes provenientes del DF y el Estado de México llegó ayer a Puebla, traídos por el PRI,  para marchar contra la “intolerancia” de Antonio Gali Fayad. No sorprende que los tricolores quieran seguir sacando jugo al episodio de la Udlap. Lo que marca la diferencia fue el tono de los muchachos de los Conaleps de Atizapán e Iztacalco en sus consignas: “!qué se muera Gali, vamos a matar a Gali!”. Muy edificante.

 

 

Pero no se quedaron ahí: también gritaron improperios de la más baja ralea contra los familiares del candidato de “Puebla Unida”, especialmente contra su mamá. No mentadas de madre ni barbajanadas. Frases dignas del Hospital del Odio al que Jaime Avilés invitaba a internarse tras el 2006. En esa dirección de mueve hoy la campaña: el odio como fuerza motriz de los electores. Una auténtica catástrofe que promueve el PRI.

 

 

Por supuesto que ninguna campaña electoral es pacífica, y de hecho, siempre esperamos el contraste entre los candidatos a partir de las descalificaciones. En este espacio incluso se habló de la inevitable mierda en el ventilador, de la guerra sucia y de los misiles preparados de uno y otro lado. Por algo la política es la guerra continuada por otros medios, como afirmó Klausewitz: presupone la lucha, pero también le fija límites democráticos. Excluye la violencia, el odio al otro bando, la intolerancia, el respeto a la vida privada siempre que no haya conexiones con algo público. ¿Es democrático que unos muchachos acarreados de fuera de Puebla pidan matar a Gali? Por supuesto que no.

 

 

Las pruebas están a la vista en varios videos, así como en las fotografías. Alguien pensará que solamente se trata de barbajanadas juveniles resultado del alcohol y solventes que consumían al mismo tiempo que gritaban sus consignas de odio. Un frenesí lumpen impulsado por la estudiante de la Udlap, Graciela Palomares, lideresa de la manifestación, quien premió su exaltación con 250 pesos, cervezas y botellas de tequila que se observan en las fotografías. A lo mejor.

 

 

 

 

El problema es que el episodio de los muchachos lumpen del Estado de México y sus frases de odio no es aislado, sino que empieza a convertirse en un tono generalizado de la campaña, muy lejos de la contratación entre ofertas divergentes. Las primeras manifestaciones surgieron en la arena de las batallas de odio, el Twitter, en el que los simpatizantes, bots y replicantes de los mensajes de Agüera se dieron vuelo creando hashtags con mensajes virulentos, muy al estilo de la elección presidencial del 2006 y 2012. Mensajes de odio pegados a etiquetas como #Tonyrepresor, #TonyLaUdlanotequiere y #NoTeCreoTony.

 

 

Pero el odio es una espiral creciente. De las redes sociales pasó a los miles de panfletos que se tiran en las colonias populares de la capital. Antier, al regreso del periodismo #PrincesasdeAtlixco en el que un medio de comunicación busca recrear una historia de homosexualidad. Luego, el grupo de choque del Edomex liderado por Graciela Palomares, que incluso agredieron a reporteros como a Osvaldo Macuil de CAMBIO y Viridiana Lozano de CENTRAL.

 

 

El punto final de la escalada es la nueva beligerancia de Enrique Agüera, que en defensa de su historial patrimonial y la intención de involucrar a sus hijas en supuestos excesos, abandonó su postura pacifista, atacó directo a Gali y afirmó que “si un hijo suyo se muriera no le dolería” en relación a la acusación de politizar el tema de la inseguridad. ¿Necesitaba esa metáfora?

 

 

Alguien podrá defender la actitud del PRI y los simpatizantes de Agüera con que en el war room de Gali también se llevan pesado. Que su guerra sucia de videos, hashtags y volantes también han sobrepasado los límites, al grado de que incluso se ha involucrado a sus hijas con fotografías y burlas. Y que por tanto, ellos se han limitado a reaccionar con la misma virulencia. Total, que en los dos bandos no hay nadie inocente.

 

 

¿Necesitamos traspasar los límites de una contienda electoral? ¿De verdad queremos un escenario semejante en nuestra entidad al que vivió el país en 2006 y 2012? ¿Qué viene? ¿Gali es un peligro para Puebla? ¿Agüera es amigo de Hugo Chávez y Maduro? ¿Más difamaciones sobre tendencias sexuales? ¿No aprendimos nada del 2010? La frase aún resuena: ¡Vamos a matar a Gali!

 

 

Sí, es cierto que en la guerra y en el amor todo se vale, especialmente en la lucha por el poder que por su propia naturaleza es amoral como nos enseñó Maquiavelo. Creo, sin embargo, que aun en las más cruentas batallas hay límites y reglas que deben respetarse, so pena de pagar un alto precio pese a obtener la victoria. Algo así se avecina en Puebla si dejamos pasar los “muerte a Gali” o a cualquier otro candidato, sea de “5 de Mayo”, “Puebla Unida” o “la chiquillada”. Puebla en 2010 se asomó a una campaña de odio, algo que no necesitamos en 2013. Es la hora de frenar los impulsos asesinos o esto va a terminar mal. Es advertencia.

 

 

 

 

 

 

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