Monday, 29 de April de 2024


Peña Nieto es un presidente mal calificado




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En el escenario global, por tanto, Enrique Peña Nieto fue un factor de derrota porque hasta el momento su trabajo como presidente no le suma nada al PRI. El mexiquense, pese a su aureola mediática y perfil de eficiencia, no acaba de cuajar por alguna razón. Así, es claro que reciba apenas un 55 por ciento de aprobación

Prácticamente existe un consenso unánime en explicar la sonora derrota del tricolor poblano en las elecciones del 7-J a partir del abandono del gobierno federal a su causa: ni la estructura de las delegaciones movió los programas sociales a favor de los candidatos, ni tampoco bajaron los recursos necesarios para competir con el morenovallismo.

 

Tampoco se movió un aparato mediático que aprisionara al gobernador poblano y sus candidatos, y mucho menos se activó a la PGR como un brazo armado que mezclara la justicia con las elecciones. Enrique Peña Nieto, por lo menos en Puebla, fue extremadamente comedido con sus opositores locales: honró su palabra de alejar al gobierno federal de los comicios, a costa de dejar morir a Enrique Agüera y compañía. Otra cosa hubiera sido, afirman muchos priistas, si el presidente hubiera querido enfrentar a Moreno Valle. Peña Nieto, pues, es corresponsable por omisión de la derrota.

 

 

Creo que se equivocan: Enrique Peña Nieto tiene sus propios problemas como para andarse inmiscuyendo en la tragedia de los priistas poblanos, que por cierto, poco lo ayudaron a llegar a Los Pinos. ¿Les debía algún favor?

 

 

El principal problema del mexiquense es su bajísimo nivel de calificación en los primeros 7 meses de gobierno. La mayoría de las casas encuestadoras promedian un 55 por ciento de aprobación, aunque de plano muchos deciden no revelarlo. El presidente, simple y sencillo, se encuentra reprobado por los mexicanos. Y eso que apenas empieza.

 

 

La situación de Peña Nieto es crítica si se compara con las cifras del pasado: hay que remontarse hasta Ernesto Zedillo, en medio de la turbulencia de la crisis financiera, para encontrar una calificación tan baja. Vicente Fox y Felipe Calderón, en su primer semestre, rondaban todavía el 70 por ciento de aceptación. ¿A qué se debe la pésima calificación de Peña Nieto?

 

 

Una primera hipótesis es que el gobierno federal ni se ve ni se siente: su arranque ha sido lento, lentísimo, y ni siquiera las reformas conseguidas a través del Pacto por México —educativa y telecomunicaciones—, o el encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, ayudan a que su imagen se revalore. Tampoco es que haya cometido errores garrafales o sumido al país en una crisis. Simplemente el gobierno no se percibe y todo parece avanzar conforme a la inercia. Por ello las malas noticias tienden a acumularse.

 

 

La violencia sigue presente en el paisaje nacional, por más que ayer haya sido detenido el Z-40 y se presuma una disminución de 18 por ciento de los homicidios violentos. Los programas sociales fueron frenados con motivo de las elecciones, y la Cruzada Nacionalcontra el Hambre sigue siendo una quimera que nadie pone en marcha. El subejercicio presupuestal ordenado por Hacienda se refleja en la falta de pago a proveedores del gobierno federal. Empresarios de todos los niveles están que trinan. Las perspectivas de crecimiento siguen en caída libre, ya llegaron al 2.9 por ciento y el empleo no despega. La Gendarmería Nacional sigue siendo un proyecto de escritorio, muy lejano de su materialización. La obra pública también está parada a la espera del Plan Nacional de Infraestructura que ayer fue finalmente presentado.

 

 

 Enrique Peña Nieto está muy lejos de un escenario ideal, y en nuestra entidad creo que va a peor. De entrada, en Puebla capital quedó en tercer lugar, y López Obrador le arrebató el estado. En otras palabras, los poblanos no son especialmente susceptibles al carisma del mexiquense. Y parece que él tampoco tiene especial aprecio por los poblanos, ya que solamente ha venido dos veces en un lapso de más de siete meses. Y tampoco es que nos trate bien: en el Programa Nacional de Infraestructura, Puebla tiene apenas unas migajas con la nueva autopista Siglo XXI. Ni pistas del viaducto elevado de la México-Puebla, o del tren ligero a Apizaco.

 

 

La estructura del gobierno federal en Puebla tampoco se ve ni se siente: atemorizados de ser sorprendidos operando a favor del tricolor, la mayoría de los delegados de plano se inmovilizó. Tan desatinados fueron muchos de los nombramientos que el delegado de la Segob fue removido a unos días de los comicios. Todavía Juan Manuel Vega Rayet se dio el lujo de ser sorprendido en un audiescándalo al que todavía no da explicación pero que ya le hizo merecedor de una denuncia penal en la PGR. Y con el pretexto de que les ordenaron no intervenir en la elección, casi todos se tiraron a la hamaca en los dos últimos meses.

 

 

En el escenario global, por tanto, Enrique Peña Nieto fue un factor de derrota porque hasta el momento su trabajo como presidente no le suma nada al PRI. El mexiquense, pese a su aureola mediática y perfil de eficiencia, no acaba de cuajar por alguna razón. Así, es claro que reciba apenas un 55 por ciento de aprobación: los mexicanos todavía no tienen nada que festejar con él ni ha tenido un logro rimbombante que le dé estatura.

 

 

Los mexicanos seguimos a la espera del presidente. Llevamos siete meses.

 

 

 

 

 

 

 

 

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