La visita de los muertos


-Crónica-


No revivieron, solamente se hicieron presentes. Trajeron mensajes del más allá y don Guillermo Jiménez recordó con la frente marchita el inevitable futuro que le espera a Mario Marín Torres.


Efraín Núñez Calderón / Selene Ríos Andraca

 

Guillermo Jiménez Morales y los jimenistas viajaron desde el ostracismo para gritar que están muertos, pero no enterrados.

 

Abandonaron por unos minutos el sarcófago para sacudir sus viejos y apolillados trajes que lucieron por unos cuantos minutos en San Pedro Museo de Arte, donde el ex gobernador recibió el nombramiento de coordinador de los Festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario del inicio de la Revolución Mexicana.


Un olor a naftalina invadió el virreinal museo de arte. Los muertos volvían, a paso lento y arrastrado, cual fantasmas fatigados, a presenciar un nuevo acto político, que para ellos no tuvo diferencia alguna con los de antaño, con aquellos ya olvidados.


La pasión ya convaleciente que un día despertó viva y eufórica en ellos y los llevó al seno de la política estatal y nacional, los arrastró ayer hasta el primer cuadro de la ciudad para aplaudirle una vez más al hombre que los inventó políticos.


Entre los muertos, los vivos brillaron y más aquellos que anhelan ser huéspedes de Casa Puebla: Enrique Doger Guerrero y Jesús Morales Flores.


Y estaba ahí Mario Marín mirando con aflicción su inevitable futuro: Guillermo Jiménez.


En medio de una ceremonia desangelada en la que convivieron marinistas, melquiadistas y jimenistas, el ex gobernador agradeció a Mario Marín por permitirle presidir dichos festejos. Asimismo, avaló la forma en la que el mandatario ha gobernado en sus primeros tres años de gestión.


Minutos antes, Chucho Morales Flores se paseaba por los pasillos saludando a muchos de sus correligionarios, haciéndose notar y dejando en claro que va en serio por la candidatura a al gobierno de Puebla.


Desde su asiento en segunda fila, escuchaba atento las interminables alusiones a la unidad de Jiménez Morales y al legado de estos hechos históricos para “comprender mejor la realidad”.


Enrique Doger hizo lo propio. Con investidura aún de alcalde tomó su lugar en el presidium después de saludar efusivamente al senador Melquiades Morales Flores, coordinador en el Senado de los mismos festejos.


El Frente Amplio Marinista —mote con el que el diputado Pepe Momoxpan del PT describió a la bancada priistas en el Congreso local y a los diputados de oposición adictos al gobernador— ocupó sus asientos entre los invitados especiales.


Inertes como en sus curules, prestaban atención a los señalamientos sobre el nacionalismo, la Independencia y la Revolución Mexicana, discurso tan mencionado entre los priistas. En efecto, los argumentos no prendieron, sólo provocaron los aplausos institucionales de quienes ostentan o formaron parte del poder.


Pero la gente que transitaba por este inmueble sólo se asomó para observar a un grupo de hombres trajeados reunidos ante un cartel con la insignia 2010. Sin inmutarse por las exposiciones, encuentros, debates, investigaciones e incluso que conlleva la realización de estos festejos.

 


 
 
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