Anatere se fue, pero nadie se dio cuenta

—crónica—

Violeta Lagunes, Alfonso Bello, Arturo Flores Grande, José Antonio Díaz García y Antonio Sánchez Díaz de Rivera, se sumaron a la cargada morenovallista y sirvieron para legitimar el acto que Moreno Valle escogió como preámbulo para iniciar su camino por Casa Puebla

Héctor Hugo Cruz Salazar

Rafael Moreno Valle sacó al priista que lleva dentro.
Con un evento “faraónico”, de esos que gustan tanto los miembros del tricolor, mostró su músculo político y evidenció la escasa o nula fuerza de sus adversarios.
Los usó para iniciar su campaña rumbo al 2010.
Germán Martínez, Javier Lozano Alarcón, Gustavo Madero, Ana Teresa Aranda y el rector Agüera fueron testigos de cómo un priista se impuso como el nuevo líder del panismo estatal.
De nada sirvieron las críticas veladas de Paco Fraile, Jorge Ocejo y Humberto Aguilar hacia las formas de hacer política del senador panista.
Violeta Lagunes, Alfonso Bello, Arturo Flores Grande, José Antonio Díaz García y Antonio Sánchez Díaz de Rivera, se sumaron a la cargada morenovallista y sirvieron de comparsas del senador.
Simplemente legitimaron el acto que Rafa escogió como preámbulo para iniciar su camino por Casa Puebla.
Y es que Moreno Valle se concentró en un discurso político lleno de mensajes rumbo a la sucesión gubernamental.
“Hay que recuperar el rumbo que Puebla ha perdido”. “Merecemos un gobierno honesto, competente y comprometido con la gente”. “Es tiempo de reconstruir una Puebla donde estemos seguros de que no corre riesgo nuestra integridad y la de nuestras familias (…)”. “En el 2010 se cumplirá un ciclo en la historia de nuestro país y a nosotros nos corresponde escribir un nuevo capítulo”. “Como militante panista me adhiero a lo expresado por nuestro presidente del partido. Si estamos unidos las elecciones del 2009, serán el principio de una nueva etapa para México y para Puebla”.
Olvidó de su trabajo legislativo y sus cientos de gestiones ante las delegaciones estatales.
Hizo y deshizo a su antojo del evento.
Cumplió su capricho de ser el último orador del informe legislativo.
Como en un juego de ajedrez, ordenó cada una de las piezas en el tablero del Complejo Siglo XXI.
Él, por supuesto se sentó con los líderes del partido, Germán Martínez y Rafael Micalco. A tres sillas estaba Javier Lozano Alarcón.
La finalidad era ganar la mayoría de los reflectores.
Del otro lado, también en primera fila, Ana Teresa Aranda, Jorge Ocejo, Humberto Aguilar y Toño Sánchez, lejos de las miradas.
Nervioso, el candidato panista veía de reojo a sus compañeros y escuchaba sus mensajes.
Mataba la ansiedad platicando con Micalco, haciendo señas a sus conocidos, sonriendo a sus huestes, cruzando una u otra pierna sin descanso, frotándose las manos en el pantalón o haciendo como que escuchaba lo que decían los legisladores.

***

Pasadas las once de la mañana Rafa apareció en el lobby del Complejo.
Sin saco y sin corbata.
En mangas de camisa. Blanca, inmaculada, perfectamente planchada.
Detrás de él una veintena de ayudantes y operadores.
En fila, sus huestes entraban.
“Muchas gracias por venir”. “Qué paso fulano”. “Qué tal perengano”. Eran las palabras del senador.
Repartió besos, a las mujeres, y abrazos a sus seguidores.
Poco a poco la camisa comenzó a ponerse amarillenta y le aparecieron las arrugas.
El mariachi llegó tarde, pero entonó “Qué Chula es Puebla”, unas 12 veces seguidas.
A las 12:35 cerraron las puertas.
Rafa sonrió: “No mames wey,sí llegó un chingo de gente. Ya los demás empiécenlos a sentar allá fuera”, le dijo a uno de sus operadores.
Dos mil besos y otro tanto de abrazos y apretones de mano después, Moreno Valle se fue a cambiar y a lavarse las manos para empezar con su acto de campaña.
A unos pasos del lugar, Fraile pedía a las encargadas de la puerta que le dieran chance de entrar a su esposa e hijos y que llevaran a su cuñado, Gilberto Marín Quintero, a su lugar.
—Ya no hay lugares disponibles señor —fue la respuesta de la edecán.
—¿Cómo?
—Ya esta llenó, ya no hay se puede pasar.
—Perdóneme, pero soy diputado federal y el señor —Gilberto Marín— es mi invitado especial y debe de tener un lugar…
—A ok… déjeme ver, ahorita vemos qué se puede hacer.
—Por favor. Y le encargo mucho a mi familia. Viene mi esposa. Nada más le pido esos dos lugares —dijo Paco ya al borde del suplicio.

***

El priismo de Rafa quedó demostrado en todo su esplendor al llenar a reventar e Complejo Siglo XXI con miles de acarreados.
76 camiones se dispusieron para transportar a sus huestes.
Pero también le salió lo antorchista al senador panista.
Y es destacó el excesivo control y orden de los acarreados.
Cientos de operadores, desde muy temprano, se apostaron en las calles circunvecinas al lugar del evento.
Se les veía muy bien entrenados, como los antorchos lo hacen para controlar a su “base”.
Filas por aquí, filas por allá.
Cada uno sabía el lugar que iba a ocupar.
En cuestión de una hora, abarrotaron el complejo sin dejar ni un solo espacio.
Cada uno sabía a qué hora gritar, a qué hora aplaudir y cuándo soltar la porra por el candidato.
Como relojito funcionaron los miles de acarreados.
En donde todo se torció fue a la hora de entregar el lunch.
Se rompió el orden.
Todos querían su torta y su juguito de naranja.
Todo voló en cuestión de minutos. Pero nadie se fue con las manos vacías.
De quién sabe dónde, pero salió comida para todos.

***

Sin pena ni gloria pasaron los mensajes de los seis diputados federales.
A penas si les hicieron caso.
Salvo Fraile, todos pasaron inadvertidos.
A Humberto Aguilar se le despintaron las rallas.
Lanzó críticas veladas, muy veladas.
Nada directo.
Moreno Valle sólo sonreía en cada alusión.
Se burlaba y miraba al techo.
Ocejo arremetió también en su contra, casi al final del discurso.
Pero el senador neopanista ya estaba concentrado en su discurso.
Ni caso le hizo.
Tampoco se percató cuando Anatere se salió del complejo.
Lo hizo justo al inicio del discurso de Jorge Ocejo.
De hecho nadie notó su ausencia de “La Doña”, hasta que Germán Martínez le echó su cebollazo y ya no la encontró en su lugar.

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