Un breve arrebato de cólera en el Informe de Alcalá


Crónica


Arturo Rueda

 

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Dios, el monoteísmo de los judíos y canonizado por los católicos, es una voluntad celosa que exige amor y fidelidad sin falla. Su adoración inconstante es severamente castigada. Lucifer fue lanzado al infierno. Adán y Eva expulsados del Paraíso, fueron enviados al mundo para ganarse el pan con el sudor de la frente por desobedecer sus dictados.


Mario Marín, cual voluntad divina, también es celoso. El gobernador tuvo un breve pero significativo arrebato de cólera, sin disimular, cuando la alcaldesa Alcalá tuvo agradecimientos excesivos para Jorge Estefan Chidiac, presidente de la Comisión de Hacienda, y que en la Ciudad de México ha cabildeado los intereses del Gobierno municipal.


Javier López Zavala, sentado en la segunda fila del Teatro Municipal, alejado de los lugares de privilegio que sí tuvieron el mismo Estefan, Mario Montero y el rector Agüera, tenía el rostro contrahecho por la humillación recibida. Tampoco se esforzaba por disimularlo.


Por ello, cuando Mario Marín subió a la tribuna para presumir sus propios logros en detrimentos de los obtenidos por el Gobierno municipal, el mundo pareció voltearse patas arriba.


Ya no era el Primer Informe de Labores de Blanca Alcalá, sino un episodio más del Cuarto Informe Marinista. Los logros austeros obtenidos por el ayuntamiento, grandes comparados por su presupuesto, fueron borrados de golpe y plumazo por decreto divino, de quien instauró la adoración para el Arco Oriente del Periférico y el nuevo Centro Expositor.


La cólera divina fue a más. Reveló una nueva de sus múltiples personalidades. No sólo es el Gran elector, Gran legislador, Supremo juez. También es el Gran alcalde de la capital, pues en la última parte de su mensaje dejó claro quién manda y quién toma las decisiones sobre las políticas públicas en la capital.


Después de las grandes obras señaladas, “he decidido que ahora pasaremos a las zonas populares, con pavimentación de calles, un poco más de 400 calles construiremos con el Ayuntamiento de Puebla”.


Rafael Moreno Valle, por lo bajo, reía disimuladamente ante el arrebato de cólera provocado por el elogio a Jorge Estefan. También por el rostro contrahecho de Javier López Zavala, de quien estaba separado sólo por Jorge Ocejo.


En la liturgia marinista se acabaron los elogios. Nada de “el mejor rector de la Buap”. Tampoco aquello de que “el que siembre tiene derecho a cosechar”.


Mario Marín, en el Primer Informe de Gobierno de la alcaldesa, mostró abiertamente su juego. Y en él no parece estar Blanca Alcalá.

 

***

La guerra civil terminó.
A diferencia de los dos últimos Informes de Gobierno de Enrique Doger, en los que se evidenciaron las diferencias con la administración marinista e incluso, hubo vetos expresos para que asistieran a él empresarios y funcionarios, ahora se respiró un ambiente de concordia.


Una gran familia. Los funcionarios de la administración estatal convivieron con los de la municipal, todos sentados en gayola. Ex alcaldes, ex gobernadores, diputados y senadores del PAN convivieron en el mismo espacio sin contratiempos.
Blanca Alcalá, promotora de la cordialidad, bajó las armas que Doger exhibió durante su trienio, siempre en defesa de la autonomía pregonada por el Artículo 115 constitucional.


Y sin embargo, los resultados de la guerra y la paz hacen la diferencia.


Doger, en su Primer Informe, ya contaba con el primero de sus seis puentes vehiculares, así como de los alcances de programas alfabetizadores y de desarrollo social. A punta de golpes, le sacó al Gobierno estatal una inversión conjunta de mil 500 millones de pesos en obra publica.


Lo que empezó mal, terminó mal.


Blanca Alcalá, por el contrario, bajó las armas y promovió la cordialidad a costa de ceder varios espacios en su administración y cuerpo de regidores a grupos voraces como el zavalismo.


Sus logros, sin embargo, son austeros como su presupuesto.


En las primeras filas, Manuel Bartlett, ausente en el Informe marinista, reapareció en el escenario político local luego de la batalla epistolar con Carlos Salinas de Gortari para darle su espaldarazo. “Es una presidenta exitosa”, dijo el ex gobernador que le dio sus primeras “grandes oportunidades”.


Líderes empresariales, dirigentes de oposición y rectores de universidades también tuvieron buenas palabras para la alcaldesa.


El acto de rendición de cuentas fue impecable; lejos de las soporíferas numerologías, de las cifras sinsentido y de la retórica priísta. Ciudad, metrópoli y ciudadanos fueron las palabras más utilizadas, así como transparencia.


El discurso, pronunciado enérgica y claramente, mostró que la novatez de la alcaldesa empieza a quedar atrás.


Incluso, en la respuesta al Informe logró amarrar el respaldo sin cortapisas de su síndico, Román Lazcano, del que mucho se ha hablado por sus diferencias.


Alcalá, incluso se atrevió a innovar, como aquel recurso de presentar a los beneficiarios de sus programas presentes en el Teatro de la Ciudad, mezclados entre los cacasgrandes de la política.


En suma: Blanca Alcalá hizo todo bien.


O casi.


Sus únicos errores fueron elogiar en exceso en Jorge Estefan Chidiac, así como tolerar una salva de aplausos.


Eso, y sentar en la segunda fila al delfín, mientras Montero, Agüera y Estefan se encontraban en la primera.


Ahí comenzó la cólera divina.

 

***
El Primer Informe de Blanca Alcalá culminó el ciclo de las pasarelas sucesorias iniciado en noviembre.


En el Tercer Informe de Enrique Agüera, en plena inauguración del Complejo Cultural Universitario, dijo que se trataba del mejor “rector de la Buap”.


Después, en la megapachanga cumpleañera, dijo que Javier López Zavala tiene todo el derecho a cosechar por lo mucho que ha sembrado.


Pero en el Primer Informe de Alcalá se guardó los elogios.


Nada de ser la mejor alcalde en la historia de la capital —pues reservado para él mismo—.


Ni siquiera una felicitación.


Sí, parece que la alcaldesa nunca llegará a ser la “bien querida” del marinismo.


Aunque sí lo sea de los poblanos que gobierna.

 

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