Odio decir “se los dije” pero se los dije. La “magistral” idea de crear órganos autónomos de Estado para regular la actividad económica de los particulares es un error, un despropósito. Peor aún. La idea de nombrar a los comisionados del naciente Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFETEL) y de la transformada Comisión Federal de Competencia Económica (COFECO) a través de un procedimiento tortuoso y ridículo no garantiza la selección de los mejores ni la imparcialidad y objetividad de su futura actuación.
Recordemos el proceso de unción de los iluminados que ocuparan siete asientos durante nueve años en los nuevos órganos reguladores. Ahí les va: los aspirantes deben cumplir con ocho requisitos básicos previstos ¡en la Constitución! y acreditarlo ante un Comité de Evaluación integrado por tres auténticos expertos en materia de telecomunicaciones (just kidding), a saber: los titulares del Banco de México, del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI); luego, a los aspirantes que hayan satisfecho los requisitos se les aplica un examen de conocimientos en la materia. Nota: la propia Constitución establece en su artículo 28 que el procedimiento “deberá observar los principios de transparencia, publicidad y máxima concurrencia” lo cual, como veremos más adelante, no ocurre en la práctica.
El texto constitucional señala que para la formulación del examen de conocimientos el Comité de Evaluación debe considerar la opinión de cuando menos dos instituciones de educación superior y que seguirá las mejores prácticas en la materia. De ahí, el citado Comité, por cada vacante, enviará al Presidente de la República una lista con un mínimo de tres y un máximo de cinco aspirantes que hayan obtenido las calificaciones aprobatorias más altas. Acto seguido, el Ejecutivo Federal enviará al Senado para su ratificación al candidato que más le haya gustado de entre los presentados en las respectivas ternas. Y nosotros, en el Senado, debemos ratificar con el voto calificado de las dos terceras partes de los presentes al seleccionado por el Presidente (o rechazarlo y entonces envía una nueva propuesta y así nos seguimos hasta que quede uno solo).
Ah, perdón. Olvidaba mencionar una línea que aparece en la parte final del artículo 28 de nuestra Constitución (pomposamente llamada “Carta Magna”) que reza, al estilo de “aplican restricciones”, lo siguiente: “todos los actos del proceso de selección y designación de los Comisionados son inatacables”. Pero que conste que el mismo artículo dispone los ya aludidos principios de transparencia, publicidad y máxima concurrencia.
Entre los requisitos para ser Comisionado del IFETEL y de la COFECO destacan: ser ciudadano mexicano por nacimiento; mayor de 35 años; contar con título profesional; haberse desempeñado cuando menos tres años en forma destacada en áreas sustancialmente relacionadas con las que nos ocupan; acreditar conocimientos técnicos para el cargo; no haber sido Secretario ni legislador en el último año y no haber estado en la iniciativa privada con cargo o función directiva en empresas relacionadas con los respectivos sectores en los últimos tres años.
A ver. En pocas palabras, estamos frente al procedimiento de nombramiento de servidores públicos más complejo en toda la administración pública, de los tres poderes, de los órganos autónomos, de los tres órdenes de gobierno de todo tipo de función pública. ¡Es un exceso! Ni para ser Presidente de la República; Ministro de la Corte; Gobernador de un Estado; Senador; Presidente del INEGI; Gobernador del Banco de México o ningún otro cargo nos enfrentamos a un esquema tan laberíntico como éste.
Hay que decirlo. La ocurrencia de crear órganos autónomos de Estado para estas tareas y de pasar por tan complicado camino para la selección del “dream team” es fruto de la desconfianza y de la ingenuidad. Lo peor, es que todo ello fue producto de acuerdos cupulares en el Pacto por México.
¿Con qué finalidad se diseñó este procedimiento con tantos requisitos, pasos, actores involucrados y demás condimentos? Pues con la finalidad –según nos dicen los creativos- de asegurar la lejanía con los tentáculos de los poderes fácticos y así conseguir mesas redondas de iluminados de peluca blanca, impolutos y sabios totalmente ajenos a cualquier otro interés que no sea el más elevado de la república.
Pero lo peor de todo esto no es el diseño sino la ejecución. Aquí no acaba la cosa. Resulta que, ya en la práctica, en el proceso de designación de los siete comisionados del IFETEL, el Comité de Evaluación integrado por Agustín Carstens (Banco de México), Sylvia Irene Shmelkes (Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación ) y Eduardo Sojo (INEGI), tuvieron a bien dejar fuera de la jugada nada más y nada menos que a Carlos Casasús. Sí, aquel que fuera Subsecretario de Comunicaciones y primer Presidente de la Cofetel en tiempos del Presidente Ernesto Zedillo. Él fue el arquitecto de la actual Ley Federal de Telecomunicaciones y el responsable de la primera subasta de espectro radioeléctrico en la historia del país. Es actualmente el Presidente del Consejo Consultivo de la propia Cofetel y Director General de Corporación Universitaria para el Desarrollo de Internet, A.C. En pocas palabras, toda una autoridad en la materia con amplio reconocimiento nacional e internacional.
¿En qué parte del proceso quedó fuera Casasús? Pues con la novedad de que no llegó ni a primera base. Literal. Lo descalificaron antes de pasar siquiera a la etapa del examen de conocimientos. Y tengo a la vista el comprobante de recepción de documentos fechado el 3 de julio pasado con el que el aspirante cumplió con acreditar los requisitos previstos por el artículo 28 constitucional.
¿Se puede amparar Casasús? No, pues los actos del Comité de Evaluación son inatacables (pero recuerden que se basan en el principio de máxima transparencia). ¿Podemos preguntar al triunvirato qué pasó? Es inútil. La información no es pública (a pesar del principio de máxima publicidad también previsto en ese dispositivo). ¿Se vale cuestionar el procedimiento? Sería toda una herejía. ¡Ni lo mande Dios!
¿Pues qué creen? Que me declaro hereje y desconfío de este tortuoso procedimiento. Porque sin mediar explicación alguna frente al interesado y la opinión pública, han dejado fuera de toda posibilidad de ocupar uno de los siete puestos de Comisionado del nuevo IFETEL al personaje que, quizá, más sabe en la materia y cuyo prestigio y solvencia en todos sentidos goza del más alto reconocimiento a nivel global que se llama Carlos Casasús.
¿Hay dados cargados? ¿Hay acuerdo cupulares en la misma mesa de notables que trajo esta ocurrencia a la Constitución para repartirse el pastel? ¿Les incomoda la posición crítica de Casasús sobre la red troncal utilizando la banda de 700 Mhz? ¿Creen que en el Senado estamos dibujados? ¿De qué se trata?
Difícil responder por ahora. Pero no tengan duda de que lo averiguaremos. Dejo la puerta abierta a una posible explicación hasta hoy desconocida. Quizá Casasús no es mexicano por nacimiento o no ha cumplido 35 años de edad. Quizá.


