Wednesday, 24 de April de 2024


+ Buendía y Scherer ante el narco + El asesinato o el Mayo Zambada




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Rumbo al 30 aniversario de su asesinato en 1984, el columnista Manuel Buendía sigue causando dolores de cabeza: en una referencia ligera en su último libro, Julio Scherer García se refiere despectivamente a Buendía.

Sin embargo, Buendía pasará a la historia por haber sido asesinado por sicarios cuando se disponía a iniciar una serie de revelaciones sobre las complicidades del narco en la política y Scherer pasará a esa misma historia con la foto de portada de Proceso en abril del 2010 cobijado por el brazo protector del capo Ismael El Mayo Zambada, brazo criminal del cártel de Sinaloa y sicario de Joaquín El Chapo Guzmán, en una operación de relaciones públicas del crimen organizado.

 

 

Si el periodismo de Scherer se basa en su axioma: “al periodista lo avalan los hechos: sin ellos, está perdido”, entonces los hechos deben contribuir a algunos apuntes de la biografía no autorizada del fundador de Proceso y juez de otros periodistas, acostumbrado a destruir reputaciones:

 

 

--En su libro de recuerdos, Los presidentes, Scherer cuenta los regalos que recibió del presidente Díaz Ordaz: mancuernillas, pinturas, camisas sobre medida.

 

 

--Su obsesión fue Excelsior. Sin embargo, secretamente, cuando Proceso tenía unos cuantos años de vida, Scherer cobró sus participaciones al periódico por un acuerdo perverso y secreto con el director que odiaba, Regino Díaz Redondo, pero en ese cobro dejó al margen a otros periodistas. Y aunque esa liquidación legalizaba el golpe a Excelsior, Scherer siguió medrando con la denuncia.

 

 

--Como director de Proceso, Scherer censuró una caricatura de Rogelio Naranjo en la edición que contaba el destape de Miguel de la Madrid como candidato presidencial. La caricatura original era un ciudadano que se daba un golpe con la mano abierta en la cabeza y el título decía: “¡En la Madrid!” Scherer como director le censuró la palabra “en” y la caricatura se publicó ya desinflada.

 

 

--Como director de Excelsior, Scherer padeció un boicot del sector privado por sus críticas, pero el presidente Echeverría instruyó a su secretario de Patrimonio Nacional, Horacio Flores de la Peña, para que el gobierno cubriera con publicidad oficial la privada que se había retirado. Una vez que se terminó el boicot, Scherer ordenó atacar al funcionario con su argumento preferido: “para que no digan que me compraron”.

 

 

--Mientras Buendía denunció por corrupción a Carlos Hank González, Scherer recibió del mexiquense regalos exquisitos como un cantina y biombos chinos, según confesión propia en Los presidentes.

 

 

--En la elección de director de Excelsior en 1968, la votación en la cooperativa fue en urnas. Scherer, que era subdirector de la página editorial y competía por la dirección general, solicitó la ayuda de su amigo --“hermano”, le decía-- Alfonso Martínez Domínguez, entonces presidente nacional del PRI, quien le envió operadores para rellenar urnas y robarse las elecciones. Años después, Scherer usó una declaración sin pruebas de Heberto Castillo para acusar a Martínez Domínguez de la matanza de los Halcones el 10 de junio.

 

 

--Cuando Scherer salió expulsado de Excelsior, fundó la revista Proceso. Pero buena parte de los reporteros de la revista que criticaba al gobierno priísta trabajaban en oficinas de prensa del gobierno haciendo síntesis para tener ingresos, aunque casi nadie de ellos asistía regularmente. Sobre todo, Scherer vivió del apoyo en salarios a reporteros de la Secretaría de Educación Pública entonces al mando de Porfirio Muñoz Ledo. Miguel Angel Sánchez de Armas, amigo personal y colaborador de Buendía, reveló en su columna “Juego de Ojos” que inclusive la oficina de prensa en la que trabajaba Buendía le prestó a Scherer los télex que eran recursos públicos para enviar los reportes de la Agencia Proceso.

 

 

--Después de haber recibido el Premio Manuel Buendía de Periodismo que otorgaban más de veinticinco universidades públicas, Scherer automáticamente pasó a ser jurado y se dedicó sólo a premiar a gentes de Proceso bloqueando otros. El autor de Indicador Político recibió el mismo premio en 1993 y en 1994 polemizó con Scherer en el jurado para la entrega del galardón porque quería imponer a un funcionario de su revista. En Indicador Político se publicó la intención de Scherer de convertir el Premio Buendía en el premio Julio Scherer.

 

 

--Muchas fiestas de fin de año fueron pasadas por Scherer con el general Jorge Carrillo Olea, director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, con quien lo unía una entrañable amistad.

 

 

--Si se revisan los editoriales institucionales de Excelsior en el conflicto estudiantil del 68, cuando Scherer ya era director del diario, se percibe una línea editorial sumisa al sistema, apoyadora de Díaz Ordaz y justificadora de la represión. Por eso las marchas estudiantiles hacían escala en Excelsior para gritar “¡prensa vendida”! Era la época en que Scherer recibía regalos del presidente.

 

 

--En una conferencia en el 2002, Scherer ofendió a las mujeres cuando dijo que “el periodismo amarillista es inevitable como una hermosa mujer”.

 

 

--De la columna “Juego de Ojos” de Sánchez de Armas (1): cuando eran reporteros, Buendía y Scherer coincidieron en la fuente de policía. Buendía contó: “Julio era el miedoso del equipo, no reporteaba de noche ni en lugares apartados”.

 

 

--(2) En su libro de recuerdos, Scherer acepta haber censurado a Alejandro Gómez Arias en Excelsior porque consideraba un “desafío inútil al gobierno” publicar juntos el texto de Gómez Arias y otro de Rosario Castellanos, ésta luego embajadora del gobierno de Echeverría en Israel.

 

 

--(3) Como jurado del Premio Buendía de Periodismo, Scherer se opuso a premiar a Miguel Angel Granados Chapa “porque (el columnista) no estaba preparado para una distinción”, a pesar de la estrecha amistad de Buendía con Granados Chapa.

 

 

--(4) Y del libro de memorias de Scherer: “algunas ocho columnas, nuestra bandera que ondeaba a cada amanecer, tenían precio. Era dinero secreto, sin factura, misterioso su destino”.

 

 

Al final, Scherer ha tenido razón: “al periodista lo avalan los hechos; sin ellos está perdido”.

 

 

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