Friday, 19 de April de 2024


+ EU presiona a Sedena vía el NYT + Obama: más intromisión en México




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En su sentido final, la nota de antier del The New York Times sobre un general mexicano fue la primera advertencia del gobierno de Barack Obama contra la nueva estrategia de seguridad del gobierno del presidente Peña Nieto.  

 

Asimismo, la nota especulativa y plagada de errores de técnica periodística del NYT definió, sin ser su intención, que la verdadera agenda de las relaciones bilaterales de México con los EU no es la migración sino los temas de dominación geopolítica. En este sentido podría entenderse el hecho de que el nuevo embajador de México en Washington no es un economista sino un ex director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, ex secretario de Seguridad Pública y ex procurador general, Eduardo Medina Mora.

 

 

En este sentido, el mensaje de organismos de inteligencia y seguridad nacional vía el NYT habría mandado algunos misiles cebados para ablandar a México y pasarle la agenda estadunidense de seguridad nacional al nuevo presidente de México, cuando éste en realidad está utilizando su tiempo para rehacer acuerdos políticos, impulsar temas del desarrollo y desdramatizar la estrategia de lucha contra el crimen organizado.

 

 

Por tanto, la nota del NYT fue una operación política de los EU para plantearle más condiciones a México, obligar al ejército mexicano a subordinarse a los estadunidenses y romper el hecho de que el nuevo gobierno mexicano dejó sólo una ventanilla de atención a las relaciones bilaterales de seguridad. La frialdad con la que el gobierno mexicano reaccionó al mensaje del NYT no hizo más que irritar a las oficinas de seguridad de los EU, por lo que la versión del sabotaje en Pemex fue alentada por los vecinos como una forma de enredar el problema.

 

 

De modo natural, por el cambio de gobierno y de partido en el poder en México, hubo modificación en los procedimientos para interactuar entre los dos países, pero el enfoque tradicionalmente imperial de Washington quiso aprovechar el impulso para revivir su intención de imponer en México una especie de Plan Colombia basado en una mayor intervención directa de militares y agentes de inteligencia en territorio mexicano.

 

 

El golpe fue planeado: agencias de inteligencia y seguridad nacional le filtraron al NYT datos contra el ejército mexicano, sin duda uno de los pilares de la soberanía, la independencia, la integridad e inclusive la identidad nacional. Y el misil cebado fue lanzado justo en la semana previa a una de las celebraciones más importantes del ejército mexicano: el centenario de la Marcha de la Lealtad, aquel apoyo de los cadetes del Colegio Militar al presidente constitucional Francisco I. Madero luego del alzamiento conocido como la Decena Trágica, que culminó con el asesinato de Madero y Pino Suárez vía el golpe de Estado de Victoriano Huerta operado --oh sorpresa-- por el embajador de los EU en México, Henry Lane Wilson, a través del Pacto de la Embajada.

 

 

Asimismo, el operativo de inteligencia de los EU usando el NYT coincidió con la reorganización de la estrategia de seguridad del gobierno mexicano y la reestructuración de las áreas de seguridad vinculándolas a la política interna en Gobernación, sólo que ahora superando la visión policiaca y llevándola a enfoques integrales de seguridad pública-interior-nacional en marcos social, económico y democrático, cuando Washington agota sus enfoques en los de intervención militar y policiaca.

 

 

El mensaje contra un general de división y la filtración de que Washington impuso secretario de la Defensa en México no encontró espacios políticos mexicanos y se cebó también por la mala redacción del texto periodístico. No es la primera vez que el NYT busca desprestigiar al ejército; hace un año, en mayo del 2012, el corresponsal Randal C. Archibold, uno de los firmantes del texto de antier con Ginger Thompson, recogió el asunto del arresto del general Luis Angeles Dauahare y señaló que ese hecho afectaba la cooperación de los Estados Unidos con México en materia de narcotráfico; ahora, hace un par de días, Archibold repitió la dosis, aunque en círculos políticos de la diplomacia de los EU las relaciones bilaterales siguen igual, sin tantos condicionamientos.

 

 

En todo caso, el fondo del asunto radica en la intención de Washington de someter a México a la lógica de la seguridad nacional de los EU. De ahí que desde 2010 no hayan cesado las presiones para asustar con el petate del terrorismo, del narcoterrorismo y de los atentados para obligar a México a aceptar más intervención militar estadunidense. Este enfoque fue llevado al absurdo de la agresión por el embajador Carlos Pascual --quien cayó en marzo de 2011-- con sus opiniones despectivas hacia el ejército mexicano en cables de Wikileaks.

 

 

Pero la lista de presiones es larga: en septiembre de 2010 Hillary Clinton dibujó un Plan Colombia para México, luego el senador republicano Richard Lugar condicionó apoyos bajo el criterio de que en México había narcoinsurgencia, más tarde el subsecretario de la Defensa Joseph Westphal reiteró lo de la narcoinsurgencia, también le entró el director de inteligencia James Clapper criticando el avance de México en la lucha contra el narco.

 

 

Ahora regresa la política estadunidense de presiones vía periodicazos en el The New York Times en el contexto de la afirmación del senador demócrata Patrick J. Leahy, del comité de asignaciones del Senado, sobre la retención de fondos de la Iniciativa Mérida por las “preocupaciones” de los EU respecto al saldo de la lucha contra los cárteles en México. Por tanto, la nota del NYT olió a elemento de presión para condicionarle al nuevo gobierno del presidente Peña Nieto fondos de la Iniciativa para la lucha de México --y sus militares.-- contra los narcos que suministran droga que demandan y necesitan los adictos estadunidenses.

 

 

Al final, los EU quieren subordinar el ejército mexicano, aunque hasta ahora no han podido.

 

 

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