Friday, 26 de April de 2024


+ Los últimos jaloneos de Televisa + Reformando reformas de Salinas




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Cuando la negociación de la iniciativa de reforma a las telecomunicaciones entraba en la etapa decisiva, en los pasillos de Los Pinos se hizo un registro significativo de hechos: en el noticiero nocturno de Televisa, a lo largo de cuatro días consecutivos, se mandaron algunos duros mensajes al poder ejecutivo.

En dos secciones de broma del Noticiero, un jueves y un viernes, por primera vez se hizo mofa de alguna declaración del presidente Peña Nieto; y en sus espacios noticiosos y a pesar de algún acuerdo de corto plazo para enfriar la información sobre seguridad, Televisa difundió varios reportes para agrandar algunos casos de inseguridad y violencia sin más ánimo que demostrar cierta ineficacia de los nuevos poderes públicos.

 

 

En las oficinas del gobierno federal registraron esos hechos como parte de la reacción de Televisa a la inminencia de la reforma en telecomunicaciones y a sus objetivos de romper con la televisión como un poder político casi autónomo y por encima de los poderes constitucionales. El otro aviso de las televisoras privadas fue la abstención de una quincena de diputados de la llamada telebancada que buscó romper la mayoría priísta en la votación de la reforma de a la ley de amparo para impedir la suspensión en conflictos con empresas concesionarias de servicios públicos, sobre todo de las televisoras privadas.

 

 

Las iniciativas reformistas del presidente Peña Nieto han tocado nervios sensibles pero sobre todo han enviado una señal muy general porque tuvieron otro destinatario: el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Algunas de las reformas de Peña tienen el objetivo dereformar las reformas del gobierno de Carlos Salinas de Gortari.

 

 

Salinas quiso refundar el modelo de desarrollo vía la disminución del Estado y la nueva hegemonía del mercado --en la lógica del Consenso de Washington de noviembre de 1989 y el tratado de comercio libre de noviembre de 1993-- y para ello realizó las contrarreformas constitucionales más agresivas que sacrificaron el papel del Estado, ahora el proyecto de modernización del presidente Peña Nieto se hace a partir de la recuperación de la rectoría del Estado perdida en el salinismo.

 

 

En los primeros cien días varias de las principales reformas del presidente Peña Nieto han buscado corregir el dominio político, institucional y hegemónico de los nuevos poderes fácticos y del mercado que se formaron en el salinismo, pero que paradójicamente las reformas peñistas nacieron de la destrucción de esos otros poderes fácticos:

 

 

--En 1989 Salinas consolidó a Elba Esther Gordillo como jefa del SNTE.

 

 

--En 1990 Salinas privatizó Telmex y la empresa se entregó al empresario Carlos Slim Helú.

 

 

--En 1992 el salinista Azcárraga Milmo se declaró “soldado del PRI, soldado del presidente de la república” por todo el apoyo de Salinas.

 

 

--En 1992 Salinas expulsó de los documentos básicos del PRI el concepto de Revolución Mexicana y convirtió al partido en el Pronasol.

 

 

--En 1993 Salinas privatizó el Canal 13 y en el proceso apareció la figura de Raúl Salinas de Gortari.

 

 

En tres meses, el presidente Peña Nieto liquidó políticamente a Gordillo, pactó con los partidos una reforma constitucional a las telecomunicaciones para endurecer las concesiones y romper el dominio televisivo de Televisa-TV Azteca y de paso quitarle dominio a Telmex y realizó una asamblea nacional del PRI no sólo para acercarlo más al proyecto del presidente de la república sino para inyectarle vida propia. El fondo de estas decisiones, a las que seguirán otras del mismo calado, no es otro que recuperar la rectoría del Estado en el desarrollo y la autoridad pública ante la hegemonía elitista de poderes fácticos que se perdió con el modelo de desarrollo neoliberal y de mercado del salinismo, seguido por el sexenio aún más estadofóbico de Zedillo y el túnel oscuro en materia de economía, desarrollo y Estado de los dos gobiernos panistas.

 

 

El gran debate de los tiempos actuales no debe hacerse en torno a las viejas suspicacias de la metodología escurridiza a la que acostumbró el PRI a la crítica, sino en función de la recuperación de la rectoría del Estado que se perdió en 1982, con el arribo del grupo de los tecnócratas salinistas al gobierno. Inclusive, la incorporación del concepto de “rectoría del Estado” en el desarrollo al artículo 25 de la Constitución el 3 de febrero de 1983 no fue para consolidar el papel del Estado sino para debilitarlo. Salinas como secretario de Programación fue el arquitecto de esa reforma pero años después, con las privatizaciones en su sexenio, sacó al Estado del desarrollo, le entregó el poder al mercado y prohijó los nuevos poderes fácticos de la modernización neoliberal.

 

 

El alcance político de los poderes fácticos ha pasado, en experiencias reciente, por la destrucción del Estado, de sus fuerzas sociales y políticas y de la constitucionalización de la vida pública. No por menos el creador del concepto de “poderes salvajes” --una versión de los poderes fácticos-- es italiano, Luigi Ferrajoli, y llegó a esa conceptualización al examinar críticamente el Estado berlusconiano que destruyó las instituciones en “procesos de vaciamiento de la democracia política", según establece en su libro Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional.

 

 

Ferrajoli propone cuatro remedios contra la crisis que pareciera estarse aplicando puntualmente en la reforma del presidente Peña Nieto, con el apoyo de los partidos de oposición: la representación proporcional, la separación de poderes, la democracia interna de los partidos y la reforma del sistema de información, aunque a costa de reformar a fondo el proyecto salinista del periodo 1982-2000, sostenido acríticamente por los dos sexenios panistas.

 

 

La reconfiguración y fortalecimiento del Estado explicaría el apoyo del PRD, que como Partido Comunista Mexicano había planteado la expropiación de Televisa, y el aval de un PAN priízado, pero la clave de su viabilidad estará en un PRI que no se someta al presidencialismo sino que recupere vida propia.

 

 

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